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Hundidos en la violencia política

Es un error de Nicolás Maduro insinuar que las UBCH o los colectivos deben enfrentar a los guarimberos. Una insensatez. En lugar de apagar candelitas, el gobierno puede terminar por encender al país.

Pero lo más crítico dentro del actual panorama es que la locura es contagiosa y en la oposición hay un sector que está dispuesto a medirse en esos términos, a tratar de imponerse a la fuerza, con bloqueo de calles, con incendios. Más fuego, más barbarie. Es irresponsable no darles la espalda.

La protesta pacífica, bien dirigida, con objetivos claros es justa, necesaria y no puede ser demonizada. La precaria situación económica del país y la violencia a todo nivel por supuesto que empujan a los distintos sectores a manifestarse. Raro es lo contrario, sospechoso es el silencio ante el mal gobierno.

Los llamados de paz deben ser sinceros, sin imposiciones, sin contradicciones. No se le puede creer a Maduro cuando tiende su mano en una sesión y luego en cadena nacional amenaza, ataca y no reconoce a los otros. No se puede aplaudir a un sector que pretende ser alternativa y se niega al diálogo.

La violencia no sólo se ejerce físicamente. La violencia de los micrófonos, de los discursos incendiarios agita al país que debería enfocarse en buscar las formas de solucionar sus problemas. ¡Vaya que son muchos!

Las instituciones deben asumir su rol, que no es el de respaldar a un sector, maltratando al otro. Las instituciones deben repudiar los excesos, deben poner coto a las actuaciones contra los derechos humanos de algunos funcionarios. Sin medias tintas, con contundencia.

El país completo tiene que buscar caminos para sanar las heridas, para hacer justicia y no repetir nunca más las escenas de horror de las últimas semanas. No es poco lo que está en juego. Es la paz, la búsqueda de ese bien preciado, lo que debe unir a los distintos sectores. De lo contrario, nos esperará más sangre, más violencia, la guerra, un monstruo que no merecemos.