Los delincuentes invaden tierras, desplazan a la población indígena e invierten en proyectos que destruyen la naturaleza
ElPaís.- La narco-deforestación azota a Centroamérica. Los bosques y las montañas de un corredor biológico en el Caribe y las comunidades indígenas sufren las tropelías de los contrabandistas de droga, que se aprovechan de su trato con gobiernos débiles, regímenes de propiedad conflictivos, alto nivel de pobreza, cambio climático, tala ilegal, mega-proyectos de infraestructura y expansión de negocios agropecuarios.
La advertencia está contenida en un paquete de informes divulgados este lunes en la capital costarricense y elaborados por la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques y el Programa Salvadoreño de Investigación sobre Desarrollo y Medio Ambiente (PRISMA), en coordinación con universidades de Estados Unidos y grupos no gubernamentales de México y Centroamérica.
En una minuciosa descripción del fenómeno, los estudios determinaron que los narcotraficantes recurren a “tres mecanismos interrelacionados” para que la deforestación esté atada al establecimiento de centros de tránsito de drogas.
El primero es talar bosques para abrir caminos y pistas de aterrizajes clandestinas. El segundo es intensificar las presiones “preexistentes” sobre los bosques, al introducir cantidades “sin precedentes” de dinero y armas en zonas de frontera “que de por sí tienen un gobierno débil”.
El tercer paso es que “las inmensas ganancias” obtenidas en el narcotráfico crean “fuertes incentivos” en las redes criminales para invertirlas en actividades agrícolas. “Convierten al bosque a la agricultura (generalmente pasturas o plantaciones de palma de aceite). Las ganancias requieren ‘lavado’.
La adquisición y ‘mejoramiento’ de tierras remotas (por deforestación) permite que los dólares se conviertan en activos privados sin dejar rastro y, a la vez, legitima la presencia” de los carteles del narcotráfico bajo la cobertura de una producción agropecuaria, subrayó.
La situación se agrava cuando el crimen organizado logra vender esas propiedades a “intereses corporativos legítimos” que buscan invertir en negocios agropecuarios en Centroamérica. “El resultado es que los bosques se convierten en forma permanente en tierras agrícolas”, afirmó.
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