Hace un año el país se enteró de la muerte del presidente Hugo Chávez Frías
EDE.- Desde ese momento, Venezuela entró en un remolino de acontecimientos como en cámara rápida que no se ha detenido. A un año de la desaparición de Chávez son muchos los análisis que se pueden hacer sobre su legado, sobre su herencia, pero ninguno tan importante para el rumbo de la nación como la evaluación de su proyecto político: “El socialismo del siglo XXI”.
Los hechos demuestran que tal como ha sido planteada, llevada a la práctica, esa tesis no parece viable. Necesita deslastrarse de componentes que, por fundamentales en su estructura, la convertirían en cualquier otra cosa. El estatismo y el militarismo puestos en práctica no han hecho más que socavar las posibilidades de que el país se encamine hacia un futuro mejor. Venezuela no podrá salir de la actual situación sin el concurso de los diversos sectores, ni hablar de convertirse en una potencia en la región.
El concepto de Estado todopoderoso, impracticable, no ha hecho más que acentuar las terribles taras del siglo XX, con la corrupción y la excesiva dependencia petrolera a la cabeza. Sin Chávez, el proyecto carece de liderazgo, algo grave cuando los hechos demostraron una y otra vez que el caudillo era su principal motor. Y es que, además, el planteamiento de país ejecutado derrumbó la institucionalidad, impulsó el sectarismo y no puede llegar a ser si existe la disidencia.
El proyecto que dejó Chávez no es viable porque necesita de una mayoría abrumadora que aplaste a las minorías, porque requiere de sumisión por parte de esas minorías. El gobierno de Nicolás Maduro, el primer presidente chavista, debe revisar la estructura de su propuesta, debe enmendar las profundas contradicciones del proyecto, rectificar donde es evidente que hay fallos e impulsar lo que realmente funciona. De lo contrario está destinado a reprimir, a dar traspiés y finalmente convertirse en un régimen que escriba páginas de terror.