Ambos grupos se enfrentan por manejo del modelo socialista y el control de las divisas. Se Calcula que mantener el subsidio del control de cambio cuesta aproximadamente 40 millardos de dólares
La declaración del establecimiento de una convergencia cambiaria hecha por el ministro de Petróleo y Minería y vicepresidente del área económica, Rafael Ramírez, ha creado divisiones dentro del Gobierno nacional y el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).
La separación ha sido dividida en dos grupos contrapuestos, llamados reformistas y retrógrados, confirmó una fuente de manera extraoficial al diario El Nacional.
Los reformistas, representados por Ramírez, Nelson Merentes (presidente del BCV) y Rodolfo Marco Torres (Ministro de Economía, Finanzas y Banca Pública), tienen la certeza de que los cambios en política cambiaria deben estar orientados a tener un solo tipo de cambio a una tasa promedio de equilibrio que extraoficialmente estaría entre 23 y 25 bolívares por dólar.
Este grupo también se plantea debatir públicamente un aumento del precio de la gasolina y proponen un acuerdo con el sector privado para que ayude a mejorar la producción nacional, a fin de acabar con la escasez y mejorar los índices de inflación.
Por su parte el conjunto de los retrógrados representado por el vicepresidente de la República, Jorge Arreaza, está en desacuerdo con los cambios propuestos por Ramírez.
Hubo una reunión con gente del entorno de Arreaza, entre los que se encuentra el presidente del Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex), Alejandro Fleming, manifestando su discrepancia con el grupo de los reformistas,ya que perderían el acceso directo a las divisas.
La discusión de fondo es que el Cencoex perdería su autonomía y dependería de Petróleos de Venezuela o del Banco Central de Venezuela.
Ante el presidente Nicolás Maduro, los retrógradas utilizan el argumento de que el costo político de una nueva devaluación generaría resultados negativos para las elecciones parlamentarias de 2015.
En cambio los reformistas venden la idea como una sobrevaluación del bolívar, que bajaría de 50 bolívares en Sicad II a un tipo de cambio promedio.