Irak ha pedido a Estados Unidos que bombardee las posiciones de los insurgentes suníes que desde hace diez días se han hecho con el control de amplias zonas del norte y el noroeste del país, según anunció este miércoles el ministro iraquí de Exteriores, Hoshyar Zebari.
Antes, el primer ministro, Nuri al Maliki, había prometido acabar con la ofensiva rebelde. Tras reunirse con líderes suníes y kurdos la noche anterior, Al Maliki hizo un llamamiento a la unidad nacional. Para la comunidad árabe suní, que pide una solución política y no militar a la crisis, su gesto es más fruto de la presión internacional que de un verdadero cambio de rumbo, tal como lo destaca el diario español El País.
“Nos enfrentaremos al terrorismo y haremos fracasar el complot”, declaró Al Maliki durante un discurso televisado. Aunque el primer ministro admitió que las diferencias políticas facilitaron “un ambiente propicio” para el actual conflicto, insistió en la teoría de que la insurgencia es fruto de agentes de fuera del país.
De hecho, en lugar de aprovechar la ocasión para tender puentes a los suníes, el primer ministro pidió a las tribus “que renuncien a los asesinos que representan intereses extranjeros”. También volvió a criticar a la monarquía saudí por su ayuda económica y moral al Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL) y otros grupos asociados.
Arabia Saudita, que es la potencia regional suní, considera que Irak se dirige a una guerra civil. En un claro mensaje al Gobierno de Al Maliki, dominado por los chiíes, el ministro saudí de Exteriores, el príncipe Saud al Faisal, señaló ayer que los gobernantes tienen que satisfacer “las legítimas peticiones de sus pueblos”. También lamentó la “intervención extranjera”, en referencia a Irán. El presidente de ese país, Hasan Rohaní, había declarado poco antes que hará “todo lo posible” para proteger los santos lugares del islam chií en Irak.
Significativamente, ningún líder suní ha respondido a las palabras de Al Maliki. La mayoría de los diputados suníes tenían el móvil desconectado o se negaban a responder a periodistas. Pero su postura quedó resumida la víspera en las palabras del gobernador de Nínive, Atheel al Nujaifi, ahora refugiado en Erbil.