Divisas, comida, fármacos, productos de higiene personal, materiales de construcción, electrodomésticos y licores tienen mercado paralelo
El quiebre del sistema económico venezolano ha llevado a los trabajadores a tener que buscar opciones para la supervivencia. Las quincenas son sal y agua, por eso el instinto ha llevado a la gente a rebuscarse, a explorar vías alternas para poder llevar la comida a la casa. Es entonces donde los mecanismos ineficaces de control comienzan a quebrarse. Lo peor es que dentro de esa dinámica el pueblo no se da cuenta que al final está perjudicando al propio pueblo. Es la gente contra la gente. La especulación viaja en un efecto boomerang que volverá para golpear. Hacer colas para conseguir alimentos, medicinas y luego revenderlas en el mercado negro a precios elevados afecta a los otros trabajadores que se ven en la obligación de comprar porque por las vías regulares los productos son difíciles de conseguir. Es un círculo perverso, es la barbarie, la figura salvaje de un sistema corrupto y hambriento.
Lo que comenzó como un mercado negro de divisas ahora se ha multiplicado en muchos mercados paralelos: de comida, de fármacos, pasajes aéreos, productos de higiene personal, materiales de construcción, electrodomésticos, licores y pare usted de contar. Es la locura, la evidencia de que esto está fuera de control y no se están aplicando soluciones que resuelvan el drama de raíz, porque esto no hace más que agudizarse. Cada día la situación es peor y eso se palpa en la calle, en las conversaciones de la gente.
El pueblo venezolano ha dado mil muestras de ser paciente, de saber soportar con firmeza los momentos más duros, pero pareciera que con tanta ineficiencia se sigue retando a la cordura.
La falta de guáramo para explicar las verdaderas razones de la crisis por parte del gobierno y asumir con entereza los remedios necesarios para acomodar la situación pueden llegar por colmar el ánimo de a gente. ¿Vendrá un respiro en la época navideña? Todo pareciera apuntar a que no será tan fácil domar el descontento a finales de año.