Tras muchos años de estudio, el legado de Hernández no está solo en los altares de los corazones de los venezolanos, está en sus numerosos escritos y en haber vivido una vida apegada a los valores humanos.
Por Andreína García Reina
[dropcap color=»#dd3333″ font=»0″]A[/dropcap] 150 años del nacimiento del Doctor José Gregorio Hernández y a 95 de su muerte sorprende que aún sea tan recordado y querido por los venezolanos. La iglesia Católica lo considera Venerable desde 1982 por haber vivido una vida ejemplar, apegada a Dios, y los cultos sincréticos lo consideran una figura muy importante por sus poderes de sanación. Estudiantes, deportistas y enfermos aún le rezan con la fiel convicción de que serán escuchados.
Y es que el “el venezolano siente que rezarle a José Gregorio es efectivo e incluso lo recomienda”, tal como lo afirma la señora Laura Rizo de Zambrano, secretaria de la oficina de la Causa de la Canonización del médico nacido el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, Estado Trujillo.
José Gregorio es una de las figuras más conocidas en Venezuela por su fama de santidad, pero fue un científico, fue un profesor espectacular, dio clases durante 28 años en la escuela de Medicina, fue un investigador, tuvo publicaciones muy valiosas sobre tuberculosis, lepra y distintas enfermedades. Además fue fundador del laboratorio de la Facultad de Medicina y después fue director del laboratorio del Hospital Vargas, que para la época era un hospital grandísimo de 500 camas, para una Caracas que no pasaba de 400 mil habitantes, destaca el médico Manuel Guzmán Blanco, integrante de la comisión que creó el Episcopado Venezolano por los 150 años del nacimiento de José Gregorio Hernández.
Médico y ciudadano ejemplar
Tras muchos años de estudio, el legado de Hernández no está solo en los altares de los corazones de los venezolanos, está en sus numerosos escritos y en haber vivido una vida apegada a los valores humanos.
“La obligación de cada cual, aceptada alegremente, y cumplida con fidelidad por el bien común, es la mejor manera de ser hijos verdaderos de esta entidad que Dios ha querido unirla a nuestra vida. La Patria”, dice una frase que se le atribuye a Hernández.
El compromiso con su país y su gente fue manifiesto en su vida desde que eligió la medicina como profesión. Sin embargo, es su regreso de estudiar en París con una beca del Estado y de ser alumno de dos premios nobel de la época, lo que marca un hito en la historia venezolana. En 1891 funda las cátedras de bacteriología, histología y fisiología experimental e introduce en el país la enseñanza del uso y manejo del microscopio, así como las técnicas de estudio de tejidos y cultivo de microbios, lo que dio inicio a la etapa científica de la medicina venezolana.
Aunque la medicina era su vocación de vida, Hernández se sintió llamado en varias oportunidades de su vida por los votos religiosos. Se unió a la orden de los Cartujos en Italia y asumió el nombre de Fray Marcello, pero la enfermedad y el mal clima le hicieron regresar a Caracas. También quiso hacerse sacerdote en Roma, pero las mismas circunstancias lo hicieron regresar. Su camino estaba en la medicina, en ayudar a los más necesitados.
Quizás la parte que menos se conoce de su vida es su infancia en Isnotú. Sus biógrafos, entre ellos Miguel Yaber, señalan que José Gregorio no era un simple campesino. Su padre y madre, ambos miembros de la burguesía de la época en el Estado Zamora, actual Barinas, escaparon muy jóvenes a Trujillo, huyendo de una amenaza de muerte que recibiera su padre, el conservador Benigno Hernández, de un grupo que le adversaba. En esa época Venezuela estaba en plena efervescencia, recién acababa la Guerra de los Cinco años y el país estaba plagado de guerrillas y pugnas intestinas.
Su educación inicial estuvo a cargo de su madre Josefa Antonia, hasta su prematura muerte, y desde que se inició en la educación formal destacó por su genio. Los valores morales de la época lo hicieron un joven muy apegado a la doctrina católica, oraba, iba a misa y de 12 años ya tenía escritos sobre cómo escucharla, según relata la señora Laura Rizo.
Conocer la vida de José Gregorio le hará mucho bien al país, afirma Monseñor Fernando Castro, vice postulador de la Causa. “Fue un excelente hijo, fue un excelente hermano. Fue un campesino de Isnotú que se superó a niveles impresionantes. Fue un excelente estudiante. La Universidad Central fue el sitio donde creció como médico, luego va a su pueblo para servir. Un servidor de esa calidad, un ciudadano de esa categoría, un hombre amante de la paz, un hombre que no distinguía entre blancos y negros, entre pequeños y grandes, gobernantes o no gobernantes, fue un médico excepcional. Un modelo de ciudadanía”.
El amor de la gente
La doctora María Isabel Giacopini fue criada en La Pastora, muy cerca de donde vivía el Doctor Hernández. Quizás esa cercanía despertó una gran curiosidad que se transformó en investigación y estudio sobre la vida, la muerte y el legado de José Gregorio.
Giacopini, profesora de la Universidad Central, es defensora del legado médico de Hernández y ha organizado foros y conversatorios sobre su vida y obra. Relata que de muy pequeña padeció de rubeola y su tía le dio una estampita de José Gregorio para que le pidiera por su pronta recuperación. Después de seguir el tratamiento que le recetaron al pie de la letra, se curó y en su inocencia de niña creyó que José Gregorio le había hecho un milagro. Desde entonces le reza, sobre todo cuando era estudiante.
«La oración hace que uno saque de dentro de uno mismo una fuerza sobre natural», dice ya entrada en años, pero su interés por José Gregorio la ha llevado a divulgar la trascendencia de su legado como médico. Giacopini considera que el Doctor Hernández es el fundador de la medicina experimental en el país por haber traído el primer laboratorio, el primer microscopio al país, y haber colaborado en la sistematización de la investigación en Venezuela.
“El instituto de Medicina Experimental de la Universidad Central de Venezuela lleva muy merecidamente su nombre porque fue él quien inició la medicina experimental en Venezuela, cuando llegó de Francia en 1891”, añade.
También se ha dedicado a desentrañar el momento en el que comenzó la devoción hacia Hernández.
“La devoción del Doctor Hernández comienza antes de su muerte. Cuando falleció fueron tantas personas a sus exequias que tuvieron que habilitar el Paraninfo de la Universidad Central que estaba cerrado. La gente no dejó que lo llevaran hasta el Cementerio General del Sur en carruaje, la gente quiso llevarlo en hombros. Rezaron los novenarios hasta que alguien llevó una petición y dijo que le había concedido un milagro”, explica Giacopini.
En 1949 la iglesia Católica distingue a José Gregorio Hernández como Siervo de Dios y tras un incendio en el Cementerio General del Sur por la cantidad de velas y ofrendas que le llevaban, sus restos fueron trasladados a la Iglesia de La Candelaria. Allí José Gregorio recibe cientos de visitas diariamente.
El abogado del Diablo
El Doctor Manuel Guzmán Blanco, internista, y especialista en infecciones hace las veces del abogado del diablo cuando le llegan testimonios que parecen milagros. Su trabajo, aunque pueda romper más de una ilusión, solo busca “hacer justicia a la verdad”.
Antes de la creación de la comisión su papel ha sido de recibir aquellos supuestos milagros, en los que se requiere una opinión médica. Su trabajo ha sido analizar los casos al detalle y consultar con los especialistas, dependiendo de la patología en particular. “Algo que ha sido conmovedor y muy sorprendente es el número de testimonios que llegan”, afirma.
Pero lamentablemente ninguno ha calificado como milagro “Hasta ahora no hay el milagro definitivo para la beatificación. Yo creo que el milagro actual es que José Gregorio es una figura que une mucha gente”, sentencia.
“Para que algún hecho médico califique como milagro, en el caso de una enfermedad, tiene que haber una curación completa, en un período corto de tiempo y que no pueda ser explicada por los médicos”, explica.
En muchos casos, en los que la gente se ha sentido muy conmovida por la intervención de José Gregorio, la descripción de la enfermedad no se correspondía con la realidad, relata. “La persona no tenía realmente la enfermedad que le diagnosticaron”.
La otra arista del trabajo que ha hecho durante el último año el Doctor Guzmán, junto a la Causa del Doctor José Gregorio Hernández, es dar a conocer más detalles sobre la vida del llamado médico de los pobres.
El camino a la beatificación
“El paso más importante en este camino fue el que ya se dio el 16 de enero de 1982, cuando fue decretado por el Vaticano como Venerable”, explica Monseñor Castro y destaca que la inmensa mayoría de los casos de beatificación se quedan en el Decreto de Venerable porque todo el mundo tiene una página negra en la vida.
“La investigación sobre la vida de José Gregorio fue muy exhaustiva. De hecho hubo un proceso adicional de investigación que se hizo por unos detractores que tenía y fue muy bueno, porque eso certificó su fama de santidad”, cuenta quien ha estado encargado de la vice postulación desde hace tres años.
El eclesiástico afirma que es un camino largo, que amanecerá cuando Dios quiera. Por ahora, dice, les corresponde trabajar. “Todo aquél que haya recibido una prueba una señal de Dios a través de José Gregorio debe hacernos llegar su testimonio a causajosegregorio@gmail.com”, puntualiza.
Lea también: