El desempeño de los gobiernos democrático representativos, en los 40 años que van desde 1958 a 1998, es casi idéntico al adelantado por los mandatos de Chávez y Maduro
Por Luis Fuenmayor Toro
Indiscutiblemente que tenemos que salir de la polarización política existente. Venezuela no tiene ninguna posibilidad de convertirse en una nación contemporánea, pujante, productiva, en situación de despegue del sub desarrollo, que la lleve a mejorar permanentemente las condiciones de vida del venezolano, a la erradicación real de la miseria y no a su simple reducción temporal para volver a padecerla un poco más tarde, como hicieron en sus momentos los gobiernos de Carlos Andrés Pérez I y de Hugo Chávez. La polarización hoy entre el PSUV y la MUD, como la pasada entre AD y COPEI, ya demostró fehacientemente no significar beneficios sino para los polarizados: ayer para los adecos y copeyanos y hoy para los chavecos y de nuevo para los adecos y copeyanos, quienes han seguido en la pomada en estos 16 años.
La situación de empobrecimiento nacional actual ya la habíamos sufrido anteriormente, con las mismas características y generada por la misma negligencia, similares errores e iguales corruptelas, sólo que cometidas por distintos actores: adecos y copeyanos en el siglo pasado y chavecos en el presente. Luego de un corto período de bonanza, producido por la elevación gigantesca de los precios petroleros, que hace renacer las esperanzas de un futuro luminoso, a la vez de consolidar los liderazgos protagonistas del momento, sobreviene una larga etapa donde se pierden todos los beneficios alcanzados y se empobrece rápidamente el país, al derrumbarse los precios del crudo como ocurrió a partir de la segunda mitad del gobierno de Herrera Campíns y como ocurre en la actualidad.
En el caso del gobierno bolivariano, la situación es de mayor gravedad y más criticable, por el gasto demencial en que incurrió, la negativa a tomar medidas efectivas para enfrentar la situación, por ser sus ingresos muy superiores a los recibidos en la bautizada como cuarta república y porque la quiebra económica se produjo incluso con precios todavía elevados del petróleo. Las consecuencias de las acciones de ambos tipos de gobiernos son idénticas: inflación, déficit fiscal, devaluación monetaria, fuga de capitales, desabastecimiento, desinversión, quiebra de empresas, aumento del empleo informal, reducción de los salarios reales, incumplimiento de contratos colectivos, despidos, huelgas laborales, manifestaciones de protesta, empobrecimiento general de la nación, aumento de la criminalidad y crisis política.
El desempeño de los gobiernos democrático representativos, en los 40 años que van desde 1958 a 1998, es casi idéntico al adelantado por los mandatos de Chávez y Maduro, en los 16 años del período 1999 – 2014, ambos incluidos. En lo fundamental no hay diferencias en sus erradas decisiones económicas, en sus anti nacionales acciones de gobierno ni en el inmenso daño producido al país: política rentista, dependencia de los ingresos petroleros, importaciones masivas, abandono del aparato productivo interno, control de cambios, subsidios a la población más pobre, corrupción desatada, demagogia, endeudamiento externo, aumentos impositivos, venta de los activos del país y entrega de nuestras riquezas naturales al capital extranjero (apertura petrolera, empresas mixtas, otorgamiento de áreas geográficas productivas) y represión.
La realidad expuesta no deja otra conducta que el rechazo de ambos sectores: unos porque están gobernando y son los causantes del desastre actual y otros porque ya gobernaron y fueron los responsables del naufragio anterior. Es más, fue la hecatombe de los noventa, la que hizo posible que el ahijado de bautizo de Rafael Caldera ganara las elecciones en 1998. Venezuela no era una tacita de plata cuándo apareció Chávez en el escenario político; era un país en descomposición acelerada. Hoy, la descomposición avanza; la criminalidad, las acciones de colectivos armados que retan la autoridad de la FANB y las divisiones y desgajamientos que ocurren en la MUD y en el PSUV, así nos lo revelan. No es posible seguir votando por el menos malo o contra el más odiado. Hay que votar por los candidatos que representen una alternativa distinta, patriótica, no ideologizada, presentada por distintos grupos y partidos no polarizados en sus propuestas a la Asamblea Nacional en 2015. Démosles una lección a quienes quieren mantenernos entre Guatemala y Guatepeor.