El madurato empezó liquidando la poca libertad de expresión que nos dejó Chávez al comprar, testaferros mediantes, medios impresos, y radioeléctricos
Por Manuel Malaver
Resulta tan patético, como risible, el esfuerzo del gobierno de Maduro de solapar la verdadera causa por la cual la administración Obama sancionó a 57 de sus altos funcionarios, acudiendo al truco sesentoso de acusar al imperialismo yanqui de preparar una invasión del país dizque para adueñarse de las reservas petroleras venezolanas.
Y de los cien presos políticos que pagan condena en las cárceles por delitos de conciencia no dice una palabra, lo mismo que ignora que el año pasado fueron asesinados 43 venezolanos en las calles por protestar, que este año ya cuentan seis, que la tortura ya se practica en Venezuela como en los tiempos de Gómez y Pérez Jiménez y que somos el único país del mundo donde se promulga un decreto para autorizar a los cuerpos represivos a dispararle con balas a los manifestantes.
El viernes antepasado apareció en una celda del Sebin -en la famosa “Tumba”-, el ex piloto de la aviación comercial, Rodolfo Pedro González, “El aviador” (según apodo que le endilgó Maduro), y detenido por orden presidencial en abril del año pasado, con la acusación de que conspiraba contra el gobierno, siendo sometido, desde entonces, a toda clase de torturas psicológicas que terminaron incitándolo a quitarse la vida.
Es lo que practican como rutina los carceleros del régimen, sobre todo en los sitios de reclusión donde, presuntamente, están los opositores más peligrosos, ergástulas como Ramo Verde, Yare y Tocuyito, en las cuales, Leopoldo López, Antonio Ledezma, el general Raúl Badúel, su hijo Raúl Emilio, Alexander Tirado, los hermanos Guevara, y tantos otros, son sometidos a requisas, privación de visitas y cualquier tipo de atropellos.
[quote font=»0″ bcolor=»#dd3333″ align=»right»]“Sería estrechísimo circunscribir la naturaleza del estado forajido de Maduro a sus andanzas exclusivamente nacionales”[/quote]
Pero las violaciones de los derechos humanos también pueden suceder en las calles, sitios de estudio, trabajo, culto o diversión, en los cuales, los cuerpos policiales, militares o los llamados “colectivos” pueden accionar armas, lacrimógenas o esposas ante la más mínima sospecha de que alguien pretende protestar o adversar, de alguna manera, las políticas de Maduro.
Pero si hasta en las colas que son el signo de la Venezuela chavista, madurista y socialista y que, con sus cientos y miles de personas que permanecen día y noche tras la esperanza de que en algún momento aparezcan los pocos productos disponibles para sobrevivir, se oye de repente un disparo, un forcejeo, un grito y el ruido de un vehículo o moto que se lleva detenido a quien, o a quienes, llamaron a “los pacientes a impacientarse”.
Son horrores que se conocen mejor de puertas afueras, que de puertas adentro del país, pues el madurato empezó liquidando la poca libertad de expresión que nos dejó Chávez al comprar, testaferros mediantes, medios impresos, y radioeléctricos que el “Señor Presidente” de que habló Miguel Asturias, usa con el encargo de que solo trasmitan sus discursos de hasta cuatro horas y noticias de que el “país está feliz” y opiniones de agentes gubernamentales que confirman que a los venezolanos les encanta el socialismo.
En otras palabras: que la información de lo que ocurre en las calles solo llega a través de los usuarios de las redes sociales, tuiter, facebook, instagram, las páginas web y, en general, de cuanto pueden ofrecer el ciberespacio y la Internet, que, milagrosamente, han coincidido con el peor momento de la realidad política, económica y social del país como para que sus habitantes no vivan y mueran en silencio.
Pero… ¡cuidado!… que los dictadores también navegan en las redes y la Internet y cómo lo denunciaban recientemente los comunicadores, Philip Bennet y Moisés Naim (El País: 22-02-15), en un estudio de consulta obligada, “La Censura en la Era Digital”, pueden usar los enormes recursos de que disponen para interferir o adulterar contenidos, publicar mensajes, aparentemente, dirigidos a un tema cuando se busca subrayar otro, o confundir a los usuarios con informaciones de oposición pero que, subliminalmente, promueven la dictadura.
Desde luego que, en el caso venezolano, como en el cubano, la barbarie puede perder la paciencia y ya hay tuiteros presos o perseguidos porque el gobierno no compartía sus opiniones y siempre pende sobre ellos la amenaza de que se les suspenda por horas o días el servicio en su área de habitación o trabajo.
Ya hay varios presos (“Tenemos a los tuiteros del terror presos” dijo Maduro en un discurso”), entre otros, Inés González, user “inesitaterrible”; Víctor Andrés Ugas; Leonel Sánchez, María Magaly Contreras y Daniela Benítez, acusados de conspiradores y enemigos de la revolución.
Sin embargo, sería estrechísimo circunscribir la naturaleza del estado forajido de Maduro a sus andanzas exclusivamente nacionales, y no referirnos al rasgo o perfil que también podría asegurarle uno o varios capítulos en la historia del delito político global, como son sus incursiones en el Norte, Centro, Suramérica y el Caribe y su papel en el risorgimento de las dictaduras bananeras que proliferaron durante el siglo pasado.
En este orden, sus aventuras fueron las mismas que Batista, Trujillo, Somoza o Perón, puesto que se dirigieron a financiar proyectos dictatoriales, fundar dinastías y aliarse con los peores tiranos, grupos o ejércitos que hacían causa en el mundo contra la libertad, la democracia y el estado de derecho.
Los hermanos Castro de Cuba -o lo que queda de ellos-, Daniel Ortega de Nicaragua, Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y otros con niveles sinuosos de compromiso, como Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, y los esposos Kirchner en Argentina, hacen parte de una comparsa que grafica la amenaza neototalitaria en una Latinoamérica con amagos de ser la tierra de promisión de la restauración del estalinismo soviético.
Chávez, aportando los dos billones y medio de dólares que le ingresaron al país durante el último ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2008) y los socios con los bolsillos siempre hambrientos por los que se esfumó la última oportunidad de que Venezuela se modernizara y actualizara económica y tecnológicamente.
Los escándalos recientes del HBSC, de la Banca Privada de Andorra, y el Banco Madrid, donde altos funcionarios chavistas y maduristas operaban con cuentas en dólares aportados por PDVSA sin duda que para entrar al torrente del “dinero negro”, son prueba de que el “Socialismo Siglo XXI” sabía algo más que desestabilizar gobiernos democráticos y exportar la revolución.
Es la punta de un iceberg que, pronto dejara ver su fachada siniestra y helada en los paraísos fiscales del Caribe y países de Asia y África y Oceanía.
Cuentas gigantescas que, aparte de PDVSA, podrían originarse en los dividendos del “Cartel de los Soles”, responsable, según informes de inteligencia de Estados Unidos y la UE, de que tanto como el 70 por ciento de la cocaína que se vende en estos días en América y Europa, salga de costas venezolanas.
Y, por pruebas que están saliendo de la triangulación de las cuentas del HSBC, el Andorra y el Madrid, motor del refrescamiento de las finanzas de otros estados forajidos como Rusia, Irán y Siria y de grupos terroristas como Hizbolá y Hamas.
En otras palabras, que las actividades de un estado opaco y decididamente criminal que, aplica para las tres exigencias que, según el estudio de Joseph M. Humires, “Reconceptializing Security in the Américas in the 21th Century”, son fundamentales para que un gobierno sea declarado una amenaza para la comunidad internacional y la paz mundial: lavado de dinero, narcotráfico y terrorismo.
Humires, por cierto, fue invitado esta semana a las audiencias del senado norteamericano a dar su opinión sobre la actual crisis de ingobernabilidad que cunde en Venezuela y es evidente que su testimonio será de primer orden para el seguimiento del caso.
Pero como él, el de los millones de venezolanos que pasan hambre porque Chávez, Maduro y sus socios en la región dilapidaron dos billones y medio de dólares propiedad de los venezolanos para hacer una revolución que, presuntamente, iba s destruir la democracia, la libertad y el imperialismo; los cien presos políticos por delitos de conciencia condenados a años de prisión sin pruebas ni el debido proceso, los familiares de los 43 estudiantes asesinados el año pasado “por protestar”, y los que lo piensan antes de incorporarse a resistencia contra el madurado, porque los que esperan policías, soldados y paramilitares armados hasta los dientes y decididos a disparar.
Y estas son las causas reales, de verdad y sin falsificaciones de por qué los Estados Unidos han sancionado a 57 funcionarios del gobierno de Maduro y han declarado a su gobierno “una amenaza” para su seguridad interna, y no porque tramen una invasión del territorio nacional para apropiarse de un petróleo que no necesitan, puesto que ya son el primer productor de crudos del mundo y pronto serán el primer exportador.