Sus posiciones se alinean con corrientes económicas, que están muy lejos de explicar el todo económico de las sociedades actuales.
Por Luis Fuenmayor
Me refiero a la mayoría de nuestros economistas, los venezolanos, no es una duda sobre la economía ni sobre otros economistas. Quizás por no ser una ciencia exacta o simplemente no ser ciencia, la economía deja un margen muy amplio de interpretación, que requiere una objetividad difícil de encontrar y que entonces impulsa o permite la introducción de las debilidades políticas e ideológicas de los hombres, que han hecho de la economía su modo de vida, su razón de existencia o como lo queramos llamar. Tampoco me estoy refiriendo a los economistas que realmente no lo son a pesar de tener el título universitario. Separo también del grupo distinguido y calificado de estos profesionales, a quienes simplemente se dedican a efectuar racionalizaciones justificativas de las metidas de pata del Gobierno, sea el actual o sean los anteriores a 1999. Estos son unos charlatanes que simplemente cuidan privilegios.
Digo que dudo ante las opiniones que usualmente dan porque sus posiciones se alinean con corrientes económicas, que están muy lejos de explicar el todo económico de las sociedades actuales, independientemente que en algunos momentos estén unas más cerca que otras en las explicaciones y en las medidas a tomar para enfrentar o revertir una situación de crisis. Pero más importante que esto es que estas corrientes a veces sólo ven una parte del hecho económico y no miran más nada, es decir queda fuera de su visión buena parte de la economía misma y, lo peor, la sociedad que sufre la crisis y sufrirá la ejecución de las propuestas económicas. La gente, objeto principal del hecho económico, no es tomada en cuenta en la forma en que debería serlo; no es un factor a considerar en forma prioritaria cuando lo debería ser. Por allí se desliza, a veces inadvertidamente, el fracaso de las propuestas.
Los gobiernos administran muy mal, el venezolano en particular, no sólo el actual. No invierten en lo que deben ni ahorran en fondos de contingencia, dirigen el gasto en forma errada, son ineficientes y negligentes, hacen negocios con el presupuesto público, reparten dinero en funciones clientelares y demagógicas, compran apoyos nacionales y extranjeros, enriquecen a la burguesía, principalmente la financiera; fíjense que los bancos no han dejado de ganar enormes sumas de dinero, a pesar de no estar realizando la intermediación financiera que se supone es su razón de ser. Y, como si fuera poco, nuestros gobiernos se roban una parte de los recursos generados por el país. Venezuela hoy y en los 40 años anteriores a 1999 es un claro ejemplo de la ocurrencia de este tipo de situaciones. Las crisis aparecen como consecuencia de todo lo señalado.
Al aparecer las crisis aparecen los economistas con sus recetas, las cuales tratan de combatir los déficits, restaurar los equilibrios y de abatir la inflación, pero con medidas que producen un violento choque contra el bolsillo de los sectores menos pudientes, generalmente asalariados, que ven deteriorarse velozmente sus condiciones de vida. Los culpables son los gobiernos y aquellos sectores capitalistas que se han beneficiado del desastre económico, pero no son ellos quienes deben apretarse el cinturón sino quienes nada tienen que ver con dicho desastre. A los ojos de cualquiera es muy injusto. Se me dirá que la economía es ciega, como la justicia, y que lamentablemente hay que proceder de esa manera. Nunca he visto en estos programas económicos, que realmente son fiscales y monetarios, medidas tendientes a salir del entrampamiento del modelo al mismo tiempo de enfrentar el equilibrio fiscal.
Los programas son muy limitados y siempre van seguidas de propuestas de ventas de nuestros activos, con aquel lugar común de que el Estado es mal administrador. Es el Estado el responsable, no son los negligentes y delincuentes que nos han gobernado. “Hay que entregar Pdvsa, es sólo un cascarón”, nos dicen, pero nunca explican por qué hay inversionistas extranjeros interesados en ese cascarón. Y en el cascarón de la Cantv, y en el cascarón de Sidor o en los cascarones de las empresas del aluminio. Este gobierno acaba con Minerven, sí, acaba, la destruye, y quienes quieren sustituirlo terminan vendiéndola a precio de gallina flaca. En el gobierno de Luis Herrera acabaron con la Cantv, que funcionaba muy bien, la destruyeron para terminar rematándola como un cascarón. Las propuestas equilibradoras niegan siempre el necesario aumento salarial por considerarlo inflacionario, pero esconden que los salarios contribuyen en un porcentaje minoritario al precio total de costo y por ende a la inflación.
Pero el último documento de nuestra élite economista carece de algo, que no se puede pasar por alto, y que cuestiona mucho sus capacidades y sus ideas para enfrentar la economía del país de una forma no coyuntural. El “famoso” documento no hace ninguna referencia al desarrollo científico y tecnológico necesario para enfrentar el futuro, al espacio que en la inversión social deben ocupar las ciencias y las tecnologías. Este silencio, en un pronunciamiento de un grupo élite sobre el país, es imperdonable y nos alerta de que no podemos dejar el tratamiento de la situación actual a ningún grupo profesional solo, independiente de su calificación, debería ser una labor multidisciplinaria, transdisciplinaria incluso, de gente preparada y con experiencia positiva de gobierno, no ideologizada ni atada a los fracasados de ayer y hoy, que tenga como interés supremo el bienestar y desarrollo de la nación venezolana.