Durante 2003 el Presidente Chávez lanzó las tres misiones vertebrales del sistema educativo que tenían como objetivo disminuir la exclusión que dejaba la escuela tradicional
Gabriela Rojas
El Presidente Hugo Chávez la calificó como “la misión madre, la misión primigenia”. La creación de la Misión Robinson, en 2003, marcó el inicio del lanzamiento del sistema de misiones educativas; tanto Robinson I, II y III como Ribas y Sucre nacieron con el objetivo de saldar una deuda social con la población excluida del sistema formal, a través de la reincorporación de venezolanos de cualquier edad en los diferentes niveles de escolaridad.
Para algunos investigadores se trata de un sistema que paralelizó la educación sin resolver el problema de fondo, lo que las hace vulnerables a debilitarse en el tiempo. A la vez, los datos oficiales muestran una importante disminución en el registro de los últimos tres años. Pero en voz de sus beneficiarios, las misiones se convirtieron en la única posibilidad para formarse y avanzar a una mejor calidad de vida.
Los Robinsonianos
La noche del 28 de octubre de 2005, el entonces Presidente de la República, Hugo Chávez, se mostraba plenamente satisfecho del logro que estaba por anunciar: Venezuela era declarada territorio libre de analfabetismo por la Unesco.
La cifra era digna de destacar: 1.482.000 personas habían sido alfabetizadas a través del programa “Yo sí puedo”. La mayoría del grupo de alfabetizados (41%) eran personas entre 41 y 59 años de edad, y otro 26% correspondía a 388 mil venezolanos entre 26 y 40 años que habían aprendido a leer y a escribir, según datos registrados por el Ministerio de Educación.
Pero las cifras obtenidas en el Censo 2011 permitieron hacer un corte de cuenta sobre este logro. Seis años después nuevamente aparecían 1.418.000 venezolanos que no sabían leer ni escribir.
La lectura que hace Luis Bravo Jáuregui, investigador del informe Memoria Educativa Venezolana, sobre los números que dio el Instituto Nacional de Estadística (INE) es que “significa que tenemos casi la misma cantidad de analfabetos que teníamos en el año 2003 cuando se lanzó la Misión Robinson I, lo que representaría un grave retroceso”.
El INE señaló que aún quedaba 5% de la población sin saber leer ni escribir. Pero en los cuatro años siguientes no ha sido una prioridad solventarlo como lo fue en 2003 porque la Memoria y Cuenta 2014 del despacho educativo revela 8.732 inscritos en la Misión Robinson I, 124.067 personas que forman parte de Robinson II (diseñada para completar el 6to grado); y 12.592 más inscritos en Robinson III, lo que da un aproximado de apenas 145 mil personas dentro del programa.
El Nuevo Republicano
Cuatro meses después de la Misión Robinson, la posibilidad de prosecución escolar se materializó con el lanzamiento de la Misión Ribas para completar el bachillerato, uno de los niveles en el que históricamente se registran mayores índices de deserción del sistema formal.
La convocatoria que hizo el Presidente Chávez fue masiva: en tres años desde su lanzamiento pasó de 430.000 personas a 1.207.000 inscritos. Para el período 2013-2014 el registro marca 125 mil personas, según Memoria y Cuenta del ME.
El informe Misiones Sociales del Ministerio de Comunicación e Información (Minci) indica que hasta 2014 se habían graduado 822.853 bachilleres. Luisa Amelia Acosta se cuenta entre ellos. “Formé parte de la primera cohorte. Apenas me enteré que Chávez estaba llamando a la gente para que terminara el bachillerato sentí que era mi oportunidad”.
Acosta ingresó a la Misión Ribas a los 45 años de edad. Asistía a clases los fines de semana en el Liceo Gregorio Rondón, en Maturín estado Monagas. Otros 25 compañeros de edades similares estudiaban con ella. “Siempre me sentí bien, no me sentía vieja para estar estudiando porque nos apoyaban y los profesores veían tus capacidades para evaluar. En tres años obtuve mi título de bachiller”.
[quote_center]»Creo que de otra manera no hubiese estudiado»[/quote_center]
La Encuesta de Condiciones de Vida 2014, realizada por la UCV, Ucab, USB y el Laboratorio de Ciencias Sociales de Venezuela (Lacso), señala que de las tres misiones educativas, Ribas es el programa con mejor cobertura entre su población objetivo y la población alcanzada (sólo le resta 2,7%).
Ese primer impulso llevó a Acosta a continuar sus estudios a través de la Misión Sucre. Cursó cinco años de la carrera Gestión Ambiental en la Aldea Universitaria Rafael María Peña Saavedra, en Maturín. “Creo que de otra manera no hubiese estudiado. Siempre estuve entusiasmadísima aunque ya tenía mis 50 años. Pensaba: ‘ni siquiera eso se me presentó antes en mi vida, cuando era más joven’ porque veía a los muchachos recién graduados de bachiller estudiando conmigo y ahí todos éramos iguales”, narra.
El investigador Luis Bravo explica que la información oficial disponible sobre las misiones revela que en total se ha reducido el ingreso en 300 mil personas para el período 2013-2014 en comparación con el 2012-2013.
“Hay una caída en la contabilidad de las misiones que resulta crónica porque quisieron hacerlo un sistema principal de inclusión a la escolaridad pero eso es insostenible. El problema es que fue una oferta que se le hizo al país y hay que cumplirla porque peor que las misiones es que no haya misiones”, argumenta Bravo.
Tito Lacruz, investigador y director de la escuela de Ciencias Sociales de la Ucab, señala que las misiones continuamente presentan picos y bajas en su trayectoria histórica porque nacieron con una utilidad práctica asociada a lo electoral, algo que manifestó expresamente el propio Presidente Chávez en 2004, luego de realizarse el referéndum revocatorio.
[quote_center]»Tenemos casi la misma cantidad de analfabetos que teníamos en el año 2003 cuando se lanzó la Misión Robinson I»[/quote_center]
Y no sólo en palabras, también se evidenció en inversión. El reciente Informe general sobre la consulta por la calidad educativa destaca que el gasto social en educación alcanzó 6,6% del Producto Interno Bruto en 2004. El documento muestra un gráfico con un paréntesis denominado “expansión de las misiones educativas” entre 2004 y 2009, año que marcó su pico más alto con 7,3% de inversión. El año siguiente registra su mayor caída con 5,5%.
“Lo podemos ver en el surgimiento de nuevas misiones que luego desaparecen o cambian de nombre, o se unen y se transforman en otra cosa. Llegué a contabilizar unas 30 misiones y si revisas hay unas que se les pierde la pista”, agrega Lacruz.
Bajo la línea educativa nació la Misión Vuelvan Caras que luego se convirtió en Gran Misión Ché Guevara, para consolidar la formación en oficios y llevar a cabo proyectos socioproductivos. Muy similar fue la Misión Saber y Trabajo que intentaba rescatar las escuelas técnicas y la capacitación en saberes populares. También crearon la Misión Alma Mater para la conformación de universidades territoriales y nuevos institutos experimentales.
La continuidad entre una y otra se interrumpe por la constante transformación o unificación de propósitos entre diferentes misiones a lo que se suman los cambios de dependencia de los ministerios a los cuales se adscriben. Sólo Ribas y Sucre han mantenido el esquema original porque Robinson ha derivado en tres etapas e incluso tiene una versión internacional de cooperación para alfabetizar en otros países suramericanos.
Si quieres contactar al autor de esta historia escribe a: gabriela@larazon.net