El conservador no vive realmente, sólo sobrevive y ve limitaciones donde otros ven posibilidades.
Jesús Silva R.
Es un libro de cabecera para quienes abrazamos la filosofía marxista: El papel del individuo en la historia (1898). Dijo su autor, el ruso Gueorgui Plejanov: “Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época”.
De ahí decimos que nuestro anhelo es servir al pueblo, una crítica ejercida para abrir los ojos de ciudadanos que deben cumplir sus deberes, hacer valer sus derechos, exigir resultados a sus mandatarios, vigilar la función pública y defender sus conquistas. Temo que callar favorece la consolidación de un pueblo manso, multitud edéntula que depositará toda su fe en apóstoles impredecibles.
Pero no es el estilo de los revolucionarios evadir responsabilidades por la mordacidad del verbo y si debemos ser juzgados, sólo exigimos que sea en el marco del debido proceso, que se haga una experticia completa sobre una muestra significativa de nuestras declaraciones y no una evaluación parcial o incompleta de una o diez donde dimos bofetadas en vez de acariciar.
La revolución implica unidad y confianza entre aliados. Solicitamos la realización de una operación matemática, por cada crítica ruda o destemplada donde causamos molestias a nuestros camaradas, no menos de veinte veces metimos el pecho públicamente en defensa de la revolución, verbigracia durante la enfermedad y deceso del comandante Chávez, estuvimos defendiendo la Carta Magna.
Sumar y restar permitirá establecer un balance sobre nuestra conducta, que peca de rebelde o contestataria, pero es honesta, si es que eso vale algo. Retomo el uso del yo, y pido permiso para ello, para revelar una anécdota. Recuerdo también que crecí entre dos mundos, uno bajo las enseñanzas de los últimos dos comunistas míticos de este país: Pedro Ortega Díaz y Jerónimo Carrera Damas, de ellos extraje las citas de autores marxistas. En el otro mundo, la globalización post guerra fría, viaje incansablemente por la literatura inglesa, aprendí el idioma del imperio a muy temprana edad. A mis 13 años hablaba y escribía inglés fluidamente, mi madre me llevó de vacaciones a Nueva York (1993). Allí conocí respetables abogados venezolanos. Uno de ellos sobresalió entre los demás y hasta hoy me da consejos, en 2009 visitando su oficina me regaló una torta de casabe y me recomendó alejarme de cargos burocráticos, no sabe el bien que me hizo seguir su recomendación. Vivo la felicidad de la libertad. Ese señor es poeta, como yo, pero con más años de experiencia y escribe discursos conmovedores en actos solemnes sobre Filosofía del Derecho. Como suelo dudar de mis verdades, desde aquí le pregunto: Si la ley es una expresión de poder político, entonces la sentencia será el sentimiento de la justicia, sí y sólo sí, se atreve a desafiar al poder.
Lo cierto es que para revolver temas existenciales de la vida, se puede pensar en grandes escritores británicos, ya para ese año 1993 en la ciudad de los rascacielos, yo había leído la Obra de Wilde, especialmente «Balada en la Cárcel de Reading», cito un pasaje emblemático que nos retrata como seres humanos: «El hombre destruye lo que ama, el cobarde con un beso, el valiente con la espada». Interpreto entonces que muchos revolucionarios sienten que la crítica emitida en un órgano impreso que no es afín al gobierno nacional pudiera ser como una espada contra la revolución. Es allí cuando brinco y aclaro, esta espada es contra la corrupción infiltrada en nuestra revolución, nuestra porque no es exclusiva de los que mandan hoy sino de todos los que lucharon antes sacrificando sus vidas y sus familias, lo digo como hijo de un comunista que fue preso político del Puntofijismo.
No se puede besar a la anti revolución, se debe usar la espada contra ella. Quizás no importa perder, el sólo hecho de retar al poder, o mejor dicho al monstruo diabólico enquistado dentro de él, ya es una victoria revolucionaria en tiempos de almas cobardes y figuras acomodaticias. Por eso hoy deseo ventilar estas palabras con incertidumbre, sin saber si un día, desde la derecha o la izquierda, me arrancarán la pluma para silenciarme como en su tiempo lo hicieron contra El Marqués de Sade. Sé que mis dichos han irritado a magnates de ambos polos y no sería sorpresa una reprimenda. Por ahora, me refugio en Shakespeare y los invito a descubrirlo otra vez en “Ser o no ser”, frase extraída del monólogo de Hamlet, mítico personaje de alrededor del año 1600. Sus palabras expresan el eterno dilema existencial del hombre: La aspiración de desplegar todas sus potencialidades y derrotar cualquier obstáculo.
En convivencia con la sociedad y la naturaleza, el individuo, a veces sin saberlo, siempre escoge entre dos filosofías para vivir: la ciencia para la liberación (el ser) o el conservadurismo metafísico (el no ser). Desde que nacemos hasta que morimos, la vida nos da claros ejemplos. Quien se rinde a la filosofía del “no ser”, renuncia al poder transformador que poseen todos los individuos de la especie humana; se evade a sí mismo y le cede el timón de su vida a entidades divorciadas del razonamiento y el progreso (supersticiones, tradiciones y miedos ancestrales) a cambio de ilusoria protección.
El conservador no vive realmente, sólo sobrevive y ve limitaciones donde otros ven posibilidades. Es un esclavo de dogmas heredados para quien las desigualdades son un hecho natural, pues no sabe que son un producto social del primitivismo. Siempre ve la innovación como un riesgo condenado a la desdicha, es alguien esencialmente vacilante cuyo pánico al fracaso reprime sus virtudes hasta destruirlas.
Dijo Hamlet: “¿Qué es más noble para el alma, sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ellas, vencerlas?” Por esto digo, seamos los revolucionarios del “ser”, despleguemos todas nuestras capacidades y escribamos dignamente nuestra propia historia.
Para mí, tan importante en mi formación fue el Manifiesto Comunista como el siguiente Monólogo de Hamlet: «Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Qué es más noble para el alma sufrir los golpes y las flechas de la injusta fortuna o tomar las armas contra un mar de adversidades y oponiéndose a ella, vencerlas? Morir, dormir… nada más; y con un sueño poder decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y los mil choques que por naturaleza son herencia de la carne (…)”.
Para concluir, tal vez quienes trabajamos sin descanso por la revolución, sin patrocinios ni anillos de protección, tenemos derecho y moral para criticar las fallas burocráticas con fines de incentivar una rectificación oportuna. Miedo me da el aplauso fácil de las focas, terror me causa el silencio de los cómplices, esos tumban gobiernos socialistas y destruyen revoluciones populares. No obstante intento ser humilde y me seguiré autocriticando, por ahora parafraseo a Fidel: Criticaré y la historia me absolverá. To be continued…
El autor es constitucionalista y profesor UCV
@Jesus_Silva_R
http://jesusmanuelsilva.blogspot.com