Maduro llegó a Panamá sin promesas de ninguno de los poderes regionales de apoyarlo en su exigencia de que Estados Unidos fuera condenado en la resolución final.
Por Manuel Malaver
Como un vulgar telonero, actor de reparto o invitado de tercera lució Maduro en la VI Cumbre de Presidentes de Panamá, evento que, a diferencia de los que desde hacía 16 años se celebraban en la región, fue para respaldar la democracia venezolana, condenar la violación de los derechos humanos y poner en el banquillo a este neototalitario sucesor de Chávez que no olvidará el fin de semana en que resultó desenmascarado como un dictador de opereta pero con ganas de matar, torturar y encarcelar.
En las calles de Ciudad de Panamá, la cumbre de los ex presidentes y la de los presidentes las pruebas: 43 estudiantes asesinados entre febrero y junio del año pasado por el “delito de protestar”, 100 presos políticos por pensar diferentes, y persecución y encarcelamiento de líderes opositores que se han atrevido a denunciar la satrapía y llamar a la ciudadanía a que resista
El ex alcalde, Leopoldo López y el Alcalde Metropolitano, Antonio Ledezma, son dos de los nombres que se vienen al teclado a la hora de graficar la represión de Maduro, así como los juicios que se le siguen a María Corina Machado por no cejar en que la dictadura sea denunciada y Maduro puesto en el banquillo de los acusados.
“Estamos ante el despertar de la conciencia iberoamericana” declaraba Machado a los medios el viernes refiriéndose al Documento de los 21 ex presidentes presentes en la Cumbre, pero también habría que recordar que, los presidentes, se negaron a firmar una resolución final donde Maduro pretendía se condenara a los Estados Unidos por sancionar a funcionarios maduristas culpables de violar los derechos humanos y se optó porque fuera el país anfitrión el que rindiera el informe definitivo del encuentro.
[quote_center]“Los tiempos han cambiado desde que los petrodólares engrasaban votos y conciencias”[/quote_center]
En realidad, se trataba de una estratagema típica de los países totalitarios y que no tenía otro propósito que apartar la mirada de lo esencial, la violación de los derechos humanos, para fijarse en lo coyuntural: un decreto del presidente Obama donde, al lado de sancionar a los funcionarios, se declaraba al gobierno de Maduro “como una amenaza para la seguridad interna de los Estados Unidos”.
Pero, como se lee en El Quijote: “En los nidos de antaño, no hay pájaros de antaño” y, ni aun entre aliados de Maduro hasta hace poco tiempo, hubo disposición para boicotear una celebración que, con o sin razón, vitoreaba la presencia de Cuba por primera vez en las Cumbres.
Señal de que los tiempos han cambiado desde que los petrodólares, (producto del ciclo alcista de los precios del crudo (2004-08), engrasaban votos y conciencias y Chávez se pavoneaba como petrodictador que era tan temido, como odiado.
Pero, Chávez, también se tomaba su tiempo en cuidar las fórmulas, en no permitir que el modelo hibrido que imaginó para desmontar la democracia e instaurar la dictadura no se contradijera tan abierta y escandalosamente, y así, las denuncias de los opositores de que se trataba de un dictador de nuevo cuño y con guantes de seda, nunca resultaron exhaustivamente comprobadas.
Maduro, por el contrario, pensó que zamarrería era carisma, poder de los petrodólares liderazgo, e histrionismo capacidad comunicacional y, sin ninguna de cualidades del difunto, se dio a gobernar como un zombie que en todo recibía aprobaciones o desaprobaciones del más allá.
Inventó aquello del pajarito ¿se acuerdan?, chambonada entre ridícula y ultrafalaz, por la que Chávez se le aparecía en la forma de un avechucha que, presuntamente, entre cantos, lo celebrara, criticaba o corregía su manera de gobernar.
Pienso yo que el plan era que los muertos, heridos, presos, torturados y perseguidos que vendrían como anuncio de su mandato no se le atribuyeran a él, Maduro, sino al Chávez-pajarito, y por esa vía justificar ante los suyos lo que era un cambiazo en el estilo de gobernar del “Socialismo del Siglo XXI”
Pero con Chávez o sin Chávez, con pajarito o sin pajarito, el peor dictador de los últimos 55 años de historia venezolana irrumpió y así lo tenemos hoy en Panamá en la antesala de lo que serán otros juicios a nivel regional y mundial.
Confiando en que la ayuda de antiguos aliados como Cuba, Brasil y Argentina vengan “al rescate”, cuando se trata de países que, después de esquilmar a Chávez y sacarle todos los petrodólares que pudieron, se están realineando con el nuevo líder de la región, Barack Obama que, a diferencia de la Venezuela en ruinas que deja el socialismo, cuenta con una economía reflotada después de la crisis global y en capacidad de convertirse en el nuevo poder regional y continental.
Es una realidad, o fatalidad, que aparece también luego de la desaceleración del crecimiento económico de China, fijado este año en apenas un 7 por ciento y sin fuelle para reocupar el motor de la economía sudamericana que jugó hace un quinquenio.
Por eso, Maduro llegó a Panamá sin promesas de ninguno de los poderes regionales de apoyarlo en su exigencia de que Estados Unidos fuera condenado en la resolución final y más bien prefirieron retirarla en vez de esforzarse en una unanimidad que no surgiría.
Además, Raúl Castro, no quería que Maduro llegara a estropearle su fiesta, aquella en la que buscaba fuerza para negociar con Obama, y por supuesto que a un “cortanota” como Maduro no quedaba sino callarlo.
Fin, entonces, no solo de las fechorías de Maduro como un dictador con licencia para matar, sino como exponente del engendro que se llamó, o intento llamarse, “Socialismo del Siglo XXI”, que queda, por cierto, como un parto de los montes, o la pesadilla de un Frankenstein de la psicohistoria que inventó un nuevo tipo de tortura basado en la locuacidad, la demagogia, el trucaje y la locura.
Especialmente dañina para espíritus propensos a las neurosis, las venganzas y los delirios de grandezas que, en las coyunturas, son los que se corrompen y salen ejecutar las órdenes con las que los seres humanos son tratados como tiros al blanco.
Ejército que puede estar constituido con fracciones del ejército regular, pero también por mercenarios y paramilitares, por los colectivos que han terminado siendo la máquina que genera 27 mil muertos al año en calles de Caracas y toda Venezuela.
De noche, de día, o a cualquier hora los venezolanos perciben esta visual de flotillas de motos o 4×4, con pasajeros armados hasta los dientes y prestos a dejar claro que si es cierto que somos el país más violento del mundo y en el que la protesta política termina en la tumba, o si no, es criminalizada.
La herencia de 16 años de intentos de restaurar el comunismo soviético que yacía enterrado bajo los escombros del Muro de Berlín y quiso ser reconstruido piedra por piedra en una sociedad que no lo estaba exigiendo, ni necesitando.
Pero se quería saldar viejas cuentas contra la libertad y la democracia, se quería demostrar que los totalitarios y violentos nunca desaparecen, que pueden saltar donde menos de espera y reiniciar la que ya no puede emparentarse sino con rito satánico: muerte, sangre y violencia.
Afortunadamente detectado y diagnosticado como un virus mortal y peligroso en la Cumbre de Las Américas y enviado al sitio de donde nunca debió salir: el basurero de la historia.