El gran observador y vigilante del régimen de turno, contraviniendo sus fallas y sus excesos, es el Poder Judicial. O debería serlo
Gustavo Luis Carrera
La forma personalista de gobierno, es decir, el dominio personal del mando de una sociedad o nación, fue la manera primitiva (de origen) de concentración absoluta en una persona del poder social y político. Caciques, Jefes, Cabecillas, Comandantes, Reyes, Mandones, Abusones; son ejemplos de este sistema autocrático de gobernar. De pronto, las cosas dieron un vuelco, y se fue imponiendo, gradualmente y con excepciones, la concepción colectiva, participativa y representativa de gobernar: el sistema republicano, aunado a la democracia.
DICTADURA. Se le define como: “una forma de gobierno en la que el poder se concentra en las manos de un solo individuo, controlando todos los aspectos de la vida del Estado”. Dictadura, del latín “dictatura”, es un sistema que se institucionaliza en Roma, como un recurso reservado a las situaciones de extremo peligro o necesidad carencial. De allí, el sentido de la “dictadura comisoria”, como la que se le otorgó a Bolívar: para un propósito –o cometido– determinado y único, y por un breve plazo. Pero, las dictaduras se ocultan detrás de usuales pantallas: constituciones inútiles, congresos o asambleas aparentes, elecciones fraudulentas o ficticias. Y allí se esconden actualmente Corea del Norte, Bielorrusia, China, Vietnam, Cuba. Como acontece con la retrógrada teocracia de Irán. Y habría que agregar las dictaduras maquilladas de repúblicas por gobernantes que se eternizan en el poder a través de infinitas y ventajistas reelecciones, como el caso de Zimbawe, y que es el camino que llevan Rusia, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, y tantos otros; así como el que se pretendió que tomase Venezuela.
REPÚBLICA. Se habla de “república (del latín: “res”, cosa; y publica, “del pueblo”), a partir de la república romana, al ser derrocada la monarquía. El sistema republicano romano duró más de cuatrocientos años. Luego, permanece en el limbo histórico, hasta el siglo XVIII, cuando resurge, modernamente, con la Revolución Francesa. Se caracteriza por la elección regular y universal, por la separación de poderes y por el establecimiento de la democracia y el régimen de libertades públicas. En la idea de república, desde Platón, ocupa sitio privilegiado la justicia, como árbitro y como inspiración del sistema participativo y representativo de gobierno. Por ello, el gran observador y vigilante del régimen de turno, contraviniendo sus fallas y sus excesos, es el Poder Judicial. O debería serlo; por lo menos.
NINGÚN DICTADOR ACEPTA QUE LO ES. Todos los dictadores –en ejercicio o en proceso de serlo— se niegan a aceptar el título que les corresponde. Se autodenominan “presidentes”. El fenómeno peculiar es el siguiente: no se reconoce hacia afuera que se es dictador; lo importante es serlo hacia adentro. Y esta función despótica la ejercen a plenitud, en el silencio y la oscuridad impuestos por ellos.
Y LAS DICTADURAS SE DICEN REPÚBLICAS. Los dictadores no reconocen públicamente que sus países son dictaduras o autocracias, sino que se afanan en maquillar su despotismo diciendo que son repúblicas. ¿Trampa ingenua? No. Hipocresía efectiva. Autocracias, inclusive dinásticas, son llamadas “repúblicas” en el ámbito internacional, en diccionarios y en la irreflexiva habla común. .
*VÁLVULA: “Aunque la dictadura se vista de seda, y se disfrace de república, dictadura se queda”.