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Después de ellos el diluvio

Diosdado Cabello, Nicolás Maduro y Jorge Arreaza

El manejo manipulador de los pobres no cesó con la muerte de Chávez. Esa es la misma prédica con la que se ha venido manejando el madurismo



Oscar Battaglini

Esta es, sin duda, la conclusión a la que ha arribado la secta (por no decir la mafia) que se apoderó del poder político en Venezuela desde que Chávez se posesionara de la Presidencia de la República mediante el resultado electoral del 6/12/98. Pero no se crea que a ello se llega por azar o por la fuerza de la costumbre, sino que se corresponde con un propósito deliberado de éste desde el momento en el que entra en la conspiración que culmina con el intento fallido del golpe de estado del 4/02/92 y los resultados electorales mencionados. Así se lo hizo saber Chávez a Jesús Urdaneta cuando le confiesa: “-Compadre, ¿tú y yo no nos alzamos para asumir el poder? – Yo le dije: sí. Y me respondió: -Si a mi me ponen la bombita de llegar a la Presidencia de la República por votos… y piensan que yo voy a renunciar, o que me van a sacar con votos, que se bajen de esa nube. La única forma como yo salgo del gobierno es a punta de plomo” (Agustín Blanco M; Jesús Urdaneta Hernández…, segunda edición, Caracas, UCV, 2003, p.264).

Vemos de seguida la versión sobre este mismo asunto, dada por Herma Marksman al autor citado: “-Una vez que Hugo Chávez llegó al poder dijo: -Tengo el poder. Esto es lo que yo quería. Y a partir de aquí voy a hacer lo que yo quiera, lo que vengo planeando desde hace mucho tiempo” (Agustín Blanco M.; Habla Herma Marksman, Chávez me utilizó, 2004, p.43).

Estas, y las expresiones anteriores no sólo confirman lo dicho, sino que ponen de manifiesto que todo lo actuado por Chávez en el uso del poder estuvo guiado, en última instancia, por el contenido de sus confesiones a estas dos personas, que en determinados momentos estuvieron estrechamente vinculadas a él en el plano personal y político. En particular se percibe muy claramente, que todos los afanes en torno a la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, la nueva Constitución y su aprobación en referendo popular no fueron más que mascarones de proa para ocultar maliciosamente las verdaderas intenciones que Chávez nos tenía reservadas para el futuro inmediato.

El objetivo básico de su plan fue desde un principio –como hemos podido comprobar los venezolanos- cercenar los márgenes de democracia que aquí existían, y la introducción simultánea y progresiva de un “nuevo” orden político basado en el autoritarismo militarista y dictatorial. Expresión de ello son: el manejo cesarista del poder; el control que en este mismo sentido se hace de la administración de justicia; la creciente y abusiva injerencia de lo militar en el ejercicio del poder político; las severas limitaciones impuestas al derecho de expresión; la extrema descomposición del árbitro electoral; la escandalosa manipulación clientelar de los pobres con propósitos electorales; etc. Estos elementos y muchos otros que podrían sumarse a los ya seleccionados, sintetizan el real contenido del “modelo (del plan) político” de Chávez y sus herederos. Eso es parte sustancial del legado al que de manera insólita él llamó a defender recurrentemente. Ese es el esquema que –consciente o inconscientemente- maneja cuando reiteradamente le dice a sus partidarios y a los sectores más empobrecidos de la sociedad bajo su influencia y control clientelar, que todo lo alcanzado bajo su mandato (¿?) se perdería de llegar otros a la Presidencia de la República o a la dirección política del país. “Mientras yo esté aquí, –martillaba en un lenguaje prosaico imposible de olvidar- Uds. seguirán disponiendo de lo que el gobierno (la “revolución”) les ha dado y además tendremos patria. Si de nuevo “llegare” la oposición al poder o son otros los que pasan a ejercerlo, entonces, se perdería todo, incluida la patria; etcétera”. Es importante señalar que este manejo manipulador de los pobres no cesó con la muerte de Chávez. Esa es la misma prédica (incluido el lenguaje utilizado por el fundador del sistema) con la que se ha venido manejando el madurismo desde que la burocracia cubana lo puso en el poder.

[quote_center]»El pueblo opositor no debe apartarse en ninguna medida del camino institucional escogido»[/quote_center]

Eso es lo que expresa, por ejemplo, Diosdado Cabello cada vez que aborda el tema de la disputa por el poder que existe en el país. Es lo que ha querido decir en concreto cuando afirma que ni la oposición de la Mesa de la Unidad “o de cualquier otra índole podrán ocupar el poder, ni por las buenas ni por las malas”, y que sólo ellos garantizan la paz y la estabilidad política en Venezuela; etcétera. Esto mismo es lo que de manera insistente ha sido planteado por algunos jefes militares de alto rango de la FAN Chavista, y por el propio Maduro cuando en uno de sus arrebatos recientes llegó a decir que de perder ellos las elecciones del próximo 6 de diciembre él se lanzaría a la calle y se pondría al frente de sus partidarios para desconocer ese resultado eleccionario. Aquí no está más que repitiendo a Chávez cuando le confesó a Jesús Urdaneta que la única forma en la que él saldría del gobierno sería “a punta de plomo”. La gravedad que esto reviste es extrema; no sólo por el desafío que se le hace a la consciencia democrática de toda una sociedad, sino fundamentalmente porque constituye sin más una flagrante incitación a la guerra civil. Planteadas así las cosas, se percibe muy claramente que el chavismo oficial no tiene ningún respeto por la institución del sufragio y que está dispuesto a seguirla violentando aún a costa de provocarle mayores y peores sufrimientos a nuestra sociedad. Esta es una perspectiva que pudiera concretarse toda vez que existen serios indicadores e indicios inequívocos de que el chavismo gubernamental perderá esas elecciones. Así lo han estado señalando las más importantes mediciones de opinión que se vienen haciendo en el país. Así lo señala el descontento generalizado de la gente en las colas a lo largo de todo el territorio nacional. Esto demuestra que la prédica apocalíptica del chavismo oficial no ha ejercido ningún efecto sobre la determinación que tiene la inmensa mayoría de la población venezolana de ponerle término democráticamente a la lamentable e insoportable situación que hemos estado padeciendo durante tanto tiempo.

Lo dicho no supone, como lo hemos advertido, dejar de tener en cuenta la intencionalidad que pudiera existir en el chavismo oficial de darle un “palo a la lámpara” ante la inminencia de perder el férreo control que ha ejercido desde el poder. Ante esa eventualidad el pueblo opositor no debe apartarse en ninguna medida –cualesquiera que sean las circunstancias que se planteen- del camino institucional escogido para tratar de resolver el problema de la recuperación democrática en Venezuela. En tal sentido debe obrar con sumo cuidado: 1.- para no caer en las provocaciones que van a venir en torrente. 2.- hacer preparativos político-organizativos para reducir al mínimo las maniobras y las prácticas fraudulentas que el chavismo oficial (CNE, Ejecutivo, Plan República, Comando de campaña del PSUV, etc) ejecutará para de nuevo intentar burlar la voluntad popular; 3.- del mismo modo, crear las condiciones que hagan posible alcanzar una victoria electoral lo más abrumadora y contundente a fin de evitar las confusiones y ambigüedades que puedan coadyuvar la realización de los planes fraudulentos gubernamentales; 4.- tener dispuestos, con suficiente antelación, el plan de respuesta en el caso de que haya que enfrentar la eventualidad en referencia.