La escasez, el hambre, las colas y los saqueos llegaron para quedarse, y también el empeño del gobierno de negarlos
Manuel Malaver
Entre los saqueos que sacudieron a Venezuela del 27 al 28 de febrero de 1989 -y que el centralismo político y cultural ha bautizado como “El Caracazo”-, y los que se suceden por todo el país desde hace una semana, median 26 años.
Un cuarto de siglo que, en cualquier otro país, hubiera bastado y sobrado para corregir los desequilibrios detonantes de uno de los desgarramientos más escandalosos de la vida contemporánea, como que, son señales de hambre, abandono, desesperanza, ira y decisión de los desesperados de procurarse comida en la forma que sea.
En la Venezuela de Maduro y del “Socialismo del Siglo XXI”, sin embargo, no hay duda que se han agudizado, y dado que el colapso económico es también el colapso del Estado, veremos el fin del ciclo del castrochavismo transfigurado en una nueva guerra, la del exterminio de los saqueos y de los “saqueadores y saqueadoras”, con sus imágenes aterradoras de colas infinitas, rupturas de las mismas, tiros al aire de policías, guardias nacionales y soldados y después a los cuerpos de quienes se atrevan a romper “el orden”, o violar la sacrosanta propiedad del Estado.
Sin anunciarla, el presidente “de los anuncios”, Maduro, “la anunció” en el desfile o parada con motivo del “78 Aniversario” de la Guardia Nacional “Bolivariana” el martes pasado, en el paseo monumental de Los Próceres, en Fuerte Tiuna, donde aulló ante 4400 efectivos, en zafarrancho de combate, “que la hora de la Patria ha llegado, y hay que desalojar las calles de alborotadores, conspiradores, contrabandistas, bachaqueros, saqueadores y saqueadoras y de otros agentes de la contrarrevolución y el Imperio”.
Le contestó el generalete jefe de la parada, de cuyo nombre, sinceramente, no me acuerdo, también en zafarrancho de combate, “carapintada”, recitando unos versos cursilísimos al Comandante Eterno (la única nota cómica del evento, aparte de un actor que se disfrazó del general, López Contreras), y prometiendo lucha, heroísmo, y triunfos sin fin para que el sucesor siga durmiendo como un niño.
[quote_center]“‘Gracias Maduro’ quiere el sucesor que repitan una y otra vez las multitudes que se atropellan en colas”[/quote_center]
En otras palabras, pensaba yo, que la escasez, el hambre, las colas y los saqueos llegaron para quedarse, y también el empeño del gobierno de negarlos, solaparlos y ocultarlos, a sangre y fuego si es necesario y, para ello, el poco apresto operativo que le resta a la FAN no estará dirigido a los saquedores del territorio Esequibo (gobierno guyanés, el Caricom, Exxon Móbil, los chinos) sino a estos hambrientos venezolanos que no dudan en arriesgar sus vidas por algo de leche, harina pan, carne, aceite o papel toalet.
“Lo sentimos”, podrían gritarles Raúl Castro, Maduro, Cabello, Padrino López y el generalete de cuyo nombre no me acuerdo) “pero en el socialismo se pasa hambre en silencio, y, si es posible, contentos y agradeciéndole al “Comandante Eterno”, y su sucesor, una muerte tan digna, pues ¿de qué manera más gloriosa se puede morir en una revolución sin gloria sino en un gobierno donde la corrupción, la incompetencia y el utopismo dejaron en el hueso a todo el mundo, menos a la élite revolucionaria”.
De los fusilados por Stalin en los “Juicios de Moscú” del año 38 se cuenta que morían gritando: “¡Viva Stalin!” y de aquel general, Arnaldo Ochoa, condenado a muerte por los Castro en la purga de 1989, se le oyó decir por televisión que sus últimas palabras serian: “Gracias Fidel”.
“Gracias Maduro” quiere el sucesor que repitan una y otra vez las multitudes que se atropellan en colas por días y noches seguidas, rezando unos, escaldados de calor otros, temblando de rabia los más, y preguntándose ¿dónde fueron a parar los billones de dólares del ciclo alcista de los precios del crudo, o los que llegaron con el petróleo a 100 dólares el barril y llegan ahora a 50”.
Quizá no lo saben, pero parte fueron a parar a cuentas cifradas de la Banca de Andorra, el HSBC, o la banca alemana o la portuguesa, a nombre de revolucionarios como Diego Salazar, Alejandro Andrade, Marco Torres, y Aguilera, perfectamente guardadas y rentabilizadas si no hubiera sido porque autoridades financieras de Estados Unidos y de la UE descubrieron que estaban integrados a la red mundial del dinero negro o lavado de dólares.
Quién sabe si para auxiliar a unas finanzas iraníes golpeadas por el embargo de la ONU, o las rusas que temblaban por la caída de los precios del crudo, o de redes terroristas como las de Hizbolá o Hamas.
Y las incautaron, con algo así como 30, 40 o 50 mil millones de dólares, y de ellos nunca hablaron el muy hablachento Maduro, y el más hablachento Cabello, muy callados a la hora de noticiar, informar o explicar el paradero de la más grande riqueza que ingresó al país en toda su historia.
Cómo tampoco se habla que tenemos más de 10 años financiando la bancarrota de la inviable economía de la dictadura de los hermanos Castro, o subsidiando la de los “hermanos” nicaragüenses, ecuatorianos, y bolivianos, o traspasando recursos en petróleo barato para el Caricom. Centro América y el Caribe, o en pingués negocios para los siempre hambrientos populistas brasileños, uruguayos y argentinos.
Riqueza, enorme riqueza, de la cual queda un repele, pero nada de gastarlo o invertirlo en comida y medicinas para un pueblo que se está muriendo de hambre y enfermedades, sino para comprar armas, equipos antimotines, toneladas de bombas lacrimógenas, máscaras antigás, tanques y tanquetas para la nueva guerra que se avecina: la guerra contra “los saqueos y los saqueadores y saqueadoras”.
Se cumple, entonces, la teoría de que el chavismo no es sino el fin del ciclo del populismo petrolero transformado en petrosocialismo y para confirmarlo no habría sino que fijarse en que cómo uno y otro proceso comenzaron su final sacudidos por saqueos.
Ahora bien, en el fin del gobierno de Pérez se dio el intento de recuperar la economía para adosarle a los saqueos algo así como un “nunca más”, y para lograrlo, aparte del horrible expediente de la represión, se diseñó un programa de reformar económicas que, vía un acuerdo con el FIM, permitió en poco tiempo recuperar las reservas internacionales, bajar la inflación, revaluar el bolívar, lograr un crecimiento del 7 por ciento, que, en tiempo relativamente breve, ubicó otra vez a Venezuela entre las economías con más futuro en la región y el mundo.
No es exactamente de lo quiere oír hablar “Maduro y sus generales”, quienes, de los saqueos del “Caracazo” solo quieren quedarse con la represión, con los cuerpos policiales, la GNB y el Ejército volcado a las calles para custodiar las colas, vigilarlas y garantizar que los hambrientos no van a desmandarse y lanzar el mensaje de que no nacieron para esclavos.
Que es como los quiere la dictadura de Maduro, Cabello y Padrino López, en perfecto orden en las colas, en perfecto silencio en los repartos y en perfecto silencio cuando se retiran a sus casas a planear como harán mañana para sacarles algo a estos dadores de vida y de felicidad que los quieren contentos mientras observan como suben de peso y visten y calzan de acuerdo al último grito de la moda.
Modalidad, o consecuencia monstruosa del crepúsculo del petropopulismo transformado en petrosocialismo que, en su nueva versión no conoce límites y tal como Hitler no admitía otro final que no involucrara la desaparición de Alemania y Fidel Castro le dijo a Jruschov durante la crisis de los cohetes del 62 que había contemplado la destrucción de Cuba en caso que se desatara una Tercera Guerra Mundial, Maduro, Cabello y Padrino López podrían gritar ahora:
“Patria, petrosocialismo y muerte”.