Pretender asociar bachaqueros con refugiados es una de las cosas absurdas que hace el gobierno de Bogotá en estos momentos de cierre de la frontera
Julián Rivas
En estos tiempos de conflictos atizados en medio mundo, muchos no se dan cuenta de la gravedad de la situación. Y lo más grave todavía, muchos no se quieren enterar de la naturaleza de los refugiados: la guerra, intereses de clase, imperialismo y antidemocracia.
A mediados del año 2014 fueron publicadas las estadísticas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que daban cuenta de 51,2 millones de refugiados, todo un récord histórico. En la Segunda Guerra Mundial nunca existieron tales cifras.
Hay un aspecto bien interesante relativo a la determinación de quién es refugiado, y a tales efectos se hacen algunas consideraciones. “Si se les reconoce como refugiados, se les aplicará un régimen jurídico especial y tendrán acceso a un número de derechos y beneficios importantes que, en su conjunto, constituyen lo que se conoce como la ‘protección internacional de los refugiados’. Los refugiados también tienen ciertas obligaciones hacia el estado de acogida, en particular el hecho de que deben respetar sus leyes”.
En líneas generales, pretender asociar bachaqueros con refugiados es una de las cosas absurdas que hace el gobierno de Bogotá en estos momentos de cierre de la frontera venezolana. Y en su esencia, un país que excluye ciudadanos, que a la postre devienen en refugiados, por qué no va al fondo del asunto, a su naturaleza.
En 1951 convino la definición de refugiado. Posteriormente en 1967, mediante un protocolo, entre otros aspectos, se les otorga el derecho a obtener documentos de viaje. Este aspecto fue desconocido por el gobierno de Canadá cuando negó solicitud de viaje a una familia siria que la guerra convirtió en refugiados.
Bideau, defensor de refugiados
El prócer de nuestra independencia, jefe del Estado de Oriente, salvador de Bolívar, fundador de la Armada, entre otras causas republicanas, Juan Bautista Bideau, es reconocido también como un firme defensor de refugiados. Fueron centenares, miles de venezolanos, los que llegaron a las colonias inglesas del Caribe buscando refugio antes las matanzas de Boves, Morales, Cerveriz y tantos otros realistas. Muchos fueron entregados a tropas españolas. Bideau hizo defensa de ellos.
Según cuenta Paul Verna, Juan Bautista Bideau fue “el protector y el último defensor de millares de ciudadanos indefensos que buscan refugios en los territorios bajo su mando. Alaba él mismo su comportamiento humano; a la verdad, varios españoles que fueron sus prisioneros en Güiria y en otras regiones de Oriente le debían la vida”.
Recomendamos los escritos de Caracciolo Parra Pérez sobre Santiago Mariño. Allí está Bideau, sin que los patrocinadores del Museo Naval de Margarita, que lleva el nombre de Mariño, terminen de enterarse quién fue Bideau y su rol al lado del llamado Libertador de Oriente. Increíble.
Pero sigamos. Esto escribió Bideau al Sir Ralph Woodford, gobernante inglés en Trinidad, a propósito de “los infelices refugiados”: “No debo disimularos que si, contra mi esperanza, les rehusareis asilo, me vería forzado, a mi pesar, a usar las mismas armas que mis enemigos, lo que, vista la proximidad de nuestras costas, no dejara de comprometer la existencia del sistema colonial en vuestra Isla… Así veis, que vuestro interés bien entendido, está de acuerdo con la humanidad que os caracteriza para dar refugio a los infortunados que me tomo la libertad de recomendaros y que tantos derechos tienen a vuestra protección, con la que me atrevo a contar”.
Ah, pero vemos que en Caracas existe un liceo Miguel Antonio Caro, uno de la oligarquía colombiana. En cambio de Bideau no hay ni una escuela de preescolar con su nombre, que lo merece, en todo caso. Siempre recuerdo al famoso historiador caraqueño que asegura que el único Bideau que conoce “es la cola Bideau, jajaja”.
Estos asuntos los recuerdo a propósito de la triste foto en la cual está el niño hijo de refugiados, encontrado ahogado a orillas de una playa en Turquía. ¿Canadá? Cuidao, eso es primer mundo y democracia. En esa nos tienen.
Un cuento oriental
Vicente Paleta vendía pescado fresco en una bicicleta de reparto. A veces vendía carne, pero el pescado era su fuerte. Gritaba ¡pescao fresco!. La corneta lo identificaba por calles y campos de Irapa. ¡Vicente Paleta, Múcuro Catrín!, le gritaban los muchachos. A él no le gustaba.
Cuando alguien paraba a Vicente se cumplía una especie de protocolo. Frenaba la bicicleta, bajaba, desplegaba patas delanteras, colgaba el peso, levantaba plásticos, el papel grueso y presentaba el pescado en venta removiendo hielos. Si el cliente pedía algún tipo de pescado, seleccionaba piezas, las pesaba. Incluso él podía limpiarlas, si eran de escamas, o cortarlo, cuestión de gustos. Tras años de vender pescao fresco, aprendió a ofrecer buen servicio.
¡Pescao fresco!, el tui tui de la corneta.
Vicente conocía a su clientela. A todos declamaba, uno por uno, los tipos de pescado que llevaba en el cajón de la bicicleta. Y si pedían que los mostrara, volvía a frenar la bicicleta, a abrir el cajón.
Pero hubo momentos en que Vicente rompía la norma.
Vicente, ¿qué lleva?
— ¡Pa qué preguntan si no van a compraa!
Más adelante decía:
— Si traigo pescao caro, no compran porque está muy caro. Si traigo pescao barato, no compran porque no les gusta. ¿Qué es lo que quieren?.
P.D: En verdad, preguntamos a los que se quejan por los controles en la frontera, o cuando se ataca al hampa: ¿Qué es lo que quieren? ¿Oponerse por oponerse?. No juegue.