Venezuela debe dejar de ser una economía extractivista, para convertirse en un país exportador de bienes terminados de la más diversa índole
Oscar Battaglini
En Venezuela, ya lo hemos dicho, la democracia ha sido un bien extremadamente escaso. En nuestro país no hubo democracia durante siglos y es sólo a partir de 1936 cuando comienza a considerarse la posibilidad de abrirle causes a su implantación. Pero no fue por iniciativa de las elites dominantes, acostumbradas como estaban a gobernar de manera autoritaria y dictatorial, sino por la presión desplegada por la clase obrera petrolera, los trabajadores de las ciudades, el campesinado y sectores de la burguesía venezolana de mentalidad democrática y modernizadora.
Se trató, desde un principio, de una lucha en la que todos esos sectores sociales se plantearon como objetivo fundamental la conquista de la democracia política a que se aspiraba, pero a la que nunca se había tenido acceso ni practicado. Serán entonces esas presiones, así como las provenientes de la Segunda Guerra Mundial, y la firme determinación de iniciar la transformación estructural de la sociedad venezolana, lo que induce a la corriente burguesa – progresista y democrática, articulada al régimen medinista, a proponerse la realización de un proceso de modernización de nuestra realidad social que fuera más allá que la sola democratización de la vida política nacional, que abarcara a la sociedad venezolana en su conjunto; es decir, que implicara: 1º- la liquidación del rentismo y el parasitismo petrolero, y que su lugar fuera ocupado por una economía de base reproductiva y diversificada; 2º- la aplicación sin estridencia de una política nacionalista que no sólo le permitiera al Estado venezolano sacar el más alto provecho de la explotación del petróleo de la nación, sino de su protección como patrimonio básico de la misma. La Reforma Petrolera de 1943, es una clara evidencia de esto. 3.- la exclusión, en materia social, de toda política de naturaleza clientelar y populista. En tal sentido se estableció que los beneficios sociales de los trabajadores y de la sociedad en general, debían corresponderse estrictamente con los desarrollos efectivos que se fueran alcanzando en la transformación económica de la sociedad venezolana. Esta decisión del Estado no se implementó de manera autoritaria (sobre la base de una restricción de los derechos políticos de los trabajadores y la ciudadanía) si no mediante el más amplio ejercicio de sus prerrogativas civiles y sindicales; 4.- El otorgamiento de facilidades y ventajas económicas y legales dirigidas a promover la participación de la inversión privada en el impulso de las actividades productivas del país; 5.- la organización de un sistema de salud pública de calidad y con capacidad para atender adecuadamente a toda la población venezolana, sobre todo a los sectores de menores recursos; 6.- igualmente, la organización de un sistema educativo (desde la primaria a la educación universitaria) al nivel de los procesos civilizatorios de nuestro tiempo, y con capacidad para proporcionarle al país los profesionales requeridos para su desarrollo en todas las áreas del conocimiento, científico –tecnológico, así como en el ámbito de las artes y las ciencias. 7.- La implantación para el veto directo para la elección del Presidente de la República y de los demás poderes de elección popular; 8.- eliminar de raíz –a medida que se radicalizaba el proceso democratizador en marcha- la militarización del Estado y la gran influencia que seguía ejerciendo el elemento castrense sobre los poderes públicos (para mayor información véase mi libro sobre el medinismo).
Hemos creído necesario recrear el Proyecto Modernizador del Medinismo, no sólo por la vigencia que ese proyecto sigue teniendo, sino porque representa en sí mismo una extraordinaria guía para lo que hay que hacer en Venezuela en la actualidad para su constitución y estabilidad democráticas definitivas.
Estando de acuerdo con que todos los elementos señalados deberían formar parte del proceso de regeneración democrática que se intenta en Venezuela, queremos sin embargo, detenernos en dos de ellos: en la cuestión política, y en la cuestión económica. En relación al primero de estos puntos, está claro que sin el control o sin una influencia determinante de los sectores democráticos del país en la dirección del Estado y de los poderes públicos en general, no será posible emprender un proceso efectivo de cambio de la sociedad venezolana en el sentido democrático. Esta es una verdad elemental que no debe perderse de vista bajo ninguna circunstancia. Esto quiere decir que los sectores sociales y políticos realmente interesados en la transformación democrática de la nación, deben luchar por asumir esa posición, y no aceptar, como ocurrió el 23 de Enero de 1958, ser relegados del poder después de haber participado decididamente en la resistencia y en las acciones de calle que dieron al traste con la dictadura militar perejimenista. De manera simultánea, esos sectores deben luchar: 1.- por expulsar del poder a la cáfila de políticos vividores , que han hecho de la politiquería una industria basada en la corrupción y el negociado; 2.- depurar al Estado de las mafias y de las prácticas burocrático – administrativas que lo convierten en una maquinaria inútil y corrupta. 3.- Despejar al Estado y al conjunto de los poderes públicos de la militarización a la que han sido sometidos por la barbarie autoritaria del régimen chavista; 4.- establecer los mecanismos legales (constitucionales) que le permita a esos poderes ejercer el autocontrol, la depuración de sus estructuras político – administrativas, y la aplicación de sanciones.
En el plano económico no es menos lo que está planteado hacer: en primer lugar, desmontar el modelo económico colonial, que nos ha condenado históricamente ha ser un país meramente productor de materias primas para la exportación a los países desarrollados o a los llamados emergentes como China e India. La eliminación de este modelo económico debe implicar no producir, sobre todo en ámbito mismo, más materia prima de la que se requiere para impulsar el desarrollo industrial nacional, básico y manufacturero. El único producto que de acuerdo a esta estrategia económica mantendría sus niveles actuales de producción o a un monto mayor, sería el petróleo, dado el papel que éste debe seguir desempeñando como la palanca básica de nuestro crecimiento interno, y como fuente de financiamiento de las actividades generales de la sociedad. La idea es que, en el largo plazo, Venezuela deje de ser una economía extractivista, productora de petróleo, para convertirse en un país exportador de bienes terminados de la más diversa índole. En segundo lugar, desmontar, igualmente, el rentismo y el parasitismo petrolero, para construir en su lugar, una economía productiva, autosuficiente, autónoma y diversificada. En tercer lugar, estimular la inversión productiva del sector privado de nuestra economía con disposición a participar directa y activamente en el impulso de un proyecto de desarrollo nacional. En cuarto lugar, mejorar significativamente las condiciones salariales y sociales en general de los trabajadores. Respetar su organización sindical, la contratación colectiva y los demás derechos que a estos le concede la ley del Trabajo y la Constitución vigente, que han venido siendo vulnerados por el autoritarismo y el carácter anti obrero del chavismo oficial. La perspectiva inmediata de que éste llegue pronto a su fin, abre la posibilidad de que un proyecto político como el que hemos intentado definir en sus perfiles mínimos, pueda ponerse en ejecución en al presente coyuntura.