Los hispanos que construyeron la silla recibieron una paga de 20$ la hora, además de dinero para la comida y el transporte
Radacción La Razón
En la película uruguaya “El baño del Papa”, Beto, el protagonista del film, se decide a construir un baño publico destinado a ser usado durante la visita del papa Juan Pablo II al pueblo de Melo, en Uruguay. La producción, ambientada en 1988, fue estrenada en el 2007. Ocho años después de eso, tres jornaleros hispanos, como haciendo una versión más sobria de la historia de la película, fabrican una silla de roble minimalista para que sea usada por el papa Francisco durante una misa que se celebrará este viernes, ante 20.000 personas, en el Madison Square Garden de Nueva York.
Los tres latinoamericanos, trabajadores a destajo en Nueva York, no se conocían con anterioridad y trabajaban para organizaciones diferentes, que fueron seleccionadas por el arzobispo Timothy Dalton para la tarea. Así fue como al dominicano Fausto Hernández y a sus dos nuevos compañeros, Francisco Santamaría, de Nicaragua, y Héctor Rojas, de México, se les encomendó “hacer una silla sencilla para un Papa sencillo”, según reseñó la cadena BBC.
«Para mí fue algo muy, muy bueno. Imagínate, que lo llamen a uno para participar en algo que es tan grandioso”, afirma Hernández, hablando sobre el día en que recibió la llamada en la que se le informaba la misión que se le confiaba. «Me sentí muy contento, satisfecho de participar en algo que va a ser historia para mí, para mi familia y para mis amigos», agregó.
El proyecto tomó dos semanas y el resultado fue una silla de roble que Hernández no describe como extravagante: “El diseño es sencillo, hecho de paneles de madera, con una tapizada blanca muy bonita, bien delicadita pero muy fuerte», lo que va a tono con la fama de humilde que precede al Sumo Pontífice.
La tarea también involucró como coordinador al religioso salesiano Salvatore Sammarco, profesor de carpintería y residente de Miami.
Dalton, arzobispo de Nueva York, aseguró que los trabajadores estarían presentes durante el evento religioso y comentó que, de esa forma, si el Papa le dijera que quisiera conocerlos, él podría responder “aquí están”.
Condiciones justas para los inmigrantes
Hernández, ebanista con siete años de experiencia, es miembro de Don Bosco Workers, una organización en pro de la integración y capacitación de trabajadores inmigrantes en Estados Unidos, con sede en Port Chester, en el estado de Nueva York, y que, al igual que Obreros Unidos Yonkers, organización a la que pertenecen sus colegas Santamaría y Rojas, trabaja por el derecho al trabajo justo de los inmigrantes.
El dominicano, padre de seis hijos, viaja diariamente desde su casa en el Bronx, en el noreste de Nueva York, hasta la sede de Don Bosco Workers, a más de 30 kilómetros, a esperar a que «el trabajo llegue». Relata que ha tenido que pintar, recoger hojas o nieve, y “trastear” como fuente de trabajo y de ingresos.
Pero el ambiente de trabajo durante las dos semanas que tomó la elaboración de la silla papal fue muy distinto. «Fue un ambiente bien bueno porque todos los días en la mañana, antes de empezar a trabajar, leían el Rosario. Y a las tres de la tarde, también cogían media hora para rezar», dice Hernández. «Yo no sé, pero en esos momentos que estaba ahí, espiritualmente me sentía completo, con una fuerza y una tranquilidad enorme», añade.
El dominicano, junto a Rojas y Santamaría, se dirigió al mismo lugar de trabajo todos lo días, durante seis horas cada vez, hasta que la silla estuvo terminada. Allí tuvieron una paga de 20$ la hora, además de dinero para la comida y el transporte
En ese contexto, ante la pregunta de qué le diría al papa Francisco si lo llegase a conocer, Fausto Hernández contesta: «Le voy a decir a ver si toca algo sobre la inmigración. Si le toca el corazón a esta gente para que den una amnistía para uno tener mejor movimiento, para ver si uno camina mejor la cosa», pero asegura que es suficiente con una bendición y un apretón de manos.