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Manuel Malaver: La dictadura electoralista de Maduro en la cuenta regresiva

Nicolás Maduro entra en campaña electoral

“Dictadura electoralista”, por más que los términos parezcan paradójicos e inconciliables, pero es la definición que más cuadra


Manuel Malaver

Quiere la dictadura electoralista de Maduro fraguar el fraude de siempre, si es posible sin observadores internacionales, y, lo más deseable, en silencio.

Por eso, está desesperada en un “Acuerdo Electoral” a lo castrochavista, sin condiciones, de modo que, una vez que el CNE de cartón que preside, Tibisay Lucena, declare sus cifras imposibles, proclamar: “Pero no pueden protestar, ustedes firmaron un acuerdo para respetar los resultados. Así es que, honren su compromiso”.

En la añagaza andan Maduro y su pandilla de cafres civiles y militares, por supuesto que la Lucena y el presidente de la Unasur -una multilateral creada y financiada por el castrochavismo para proteger sus aventura-, Ernesto Samper, por más señas, sin visa de ingreso a los Estados Unidos “por narcotráfico”

Pero si hasta están amenazando con crear una MUD ad hoc, casuística, pret -a- porter, que sería la que se reunirá la próxima semana con el gobierno “en nombre de la oposición”, para declarar urbi et orbi, que aceptan el fraude.

La jugarreta no podría ser más truculenta, pero es a lo que se acostumbró el castrochavismo durante los 15 años en que fue liderado por aquel “Rey del Petróleo Caro” que se llamó Hugo Chávez, contó con el respaldo de regímenes populistas estables, y en ascenso, como los de Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil y los esposos Kirchner en Argentina y una comunidad democrática internacional que, juzgaba imposible que, en sus narices, se restaurara el totalitarismo que yacía bajo los escombros del Muro de Berlín y la caída del Imperio Soviético.

Pero la regresión funcionó, y a punta de elecciones fraudulentas, ya que la nueva estrategia fue sustituir las balas por votos, pero prostituyendo el voto, al personificarlo con nombre y apellido y quitarle su condición de secreto, ya fuera a través de máquinas electrónicas como las captahuellas, o de anular los conteos convirtiendo a las autoridades electorales en piezas del poder partidista, y estableciendo una supuesta “fiesta electoral”, que es la muerte de la democracia.

Por eso, elecciones sí, pero atándole las manos al fraude que representan, Tibisay Lucena y su CNE, a las máquinas captahuellas que destruyen el secreto del voto para convertirlo en un instrumento de terror y manipulación contra los más pobres y con una observación internacional independiente que no permita que la “dictadura electoralista” de Maduro siga consolidándose.

Dictadura electoralista”, por más que los términos parezcan paradójicos e inconciliables, pero es la definición que más cuadra al fraude gigantesco por el que los instrumentos de la democracia, fueron usados para pervertirla, transfigurarla en dictadura y hacerla desaparecer.

Claro, sin mutilarla de su enorme potencial para que funcione como un vehículo que manifiesta cabalmente la voluntad popular que, siempre será a favor de la libertad, la democracia, la justicia, la igualdad y el bienestar.

De ahí que, participar en las cruciales elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, es también cuidar con la mayor cantidad posible de observadores internacionales que el castrochavismo, y su epilogo el madurismo, queden con las manos libres para seguir prostituyendo el voto y las elecciones, haciéndolas el instrumento mas decisivo en su aventura de perpetuarse en el poder.

También deben verlo así, los partidos democráticos y los electores venezolanos, en la idea de convencerse de una vez, que depositar votos sin cuidarlos, es como arrojarlos a las fauces de la dictadura de Maduro.

Y porque no otra es la percepción del castrochavismo, es la razón por la que está pujando contra la presencia de observadores internacionales independientes en el proceso y el acto electoral mismo, un punto de deshonor corrosivo y desligitimador, pero que no desechan ante la ventaja de continuar desolando a Venezuela, mientras Nicaragua, Ecuador y Bolivia siguen la misma vía, y de Cuba no podría decirse después de medio siglo de comunismo que queda otra cosa que ruinas sobre ruinas.

Pero las necesidades y las urgencias apremian, porque ya Chávez, -el constructor junto con los hermanos Castro del modelo-, no está en este mundo, los precios caros del petróleo se fueron para siempre, agonizan los populismos brasileño y argentino, y la comunidad democrática internacional ha entendido que, no solo se restauró el totalitarismo en América Latina, sino una variante de de subespecie ladina, tramposa, camaleónica e ilimitadamente violenta… llegado el caso.

Postmoderno, petrolero, telesocialista o constitucionalista, le dicen, pero creo que la etiqueta que más lo desnuda es la de “electoralista”, pues con la misma, no solo camufló su naturaleza dictatorial, sino que se desempeño cómodamente en la engañifa de que llegaba a instaurar al democracia “participativa y protagónica”.

Que no fue sino la “participación y el protagonismo” del Caudillo, del Gran Hermano, que discurso tras discurso, amenaza tras amenaza y “beneficios” tras “beneficios”, fue rebanando la independencia de los poderes hasta convertirla en herramienta de su real majestad.

Para colmo, Chávez, fue sucedido por un payaso tragicómico e ignorante, arrogante y fanático que, paso a paso, cumple las órdenes de los dictadores más longevos y anacrónicos del mundo, los hermanos Castro, que han localizado en Venezuela la oportunidad de refinanciar los daños catastróficos que después medio siglo dejan como herencia a la isla de Cuba.

Y este es el individuo que está reclamando la firma de un “Acuerdo Electoral” entre gobierno y oposición, para garantizar los resultados de unas elecciones que, en cuanto estarán privadas de observadores internacionales, son todo un viaje al fraude.

De ahí que la MUD y los partidos que la integran, como las organizaciones de oposición independientes e individualidades democráticas de los más diversos rangos y credos, figuras del temple de Luis Miquilena, Pompeyo Márquez, Enrique Aristiguieta, Asdrúbal Aguiar, Enrique Tejera París, Milos Alcalay, Germán Carrera Damas y otros han salido a decirle “NO” al Acuerdo Electoral sin observación internacional, como una forma de gritarle al mundo que en Venezuela impera un régimen tramposo y no confiable.

Pero, es que también la OEA, la ONU, la UE, y parlamentos de América, Europa y Asia se han apresurado a respaldar a la democracia venezolana, definitivamente en el transe histórico de recuperar la libertad y el estado derecho o de perderlos por un tiempo presumiblemente largo.

Lo están diciendo todas las encuestas y sondeos que se realizan desde el año pasado, y de las cuales, no hay una sola que no le de a la oposición ventaja de entre 15 y 20 puntos.

Circunstancia que obliga al madurismo a afinar las cuerdas del fraude electoral que, entre otras marramucias, debe contar con una oposición que se comprometa a respetar unos resultados cualquiera sea su origen y porcentajes.

En otras palabras que, estratagemas de chanchulleros baratos, habituados al engaño y al trucaje, en absoluto cruzados con la verdad y el respeto a la voluntad popular, sino a la engañifa que ejercen como su exacta e irrefragable catadura, y capaces de llegar a cualquier limite antes de abandonar las ventajas de un golpe de suerte que deben a un caudillo que los arrastró tras si.

Pero les llegó la hora, empiezan a sentir la asfixia del cerco y no es una ilusión decir que antes de fin de año estarán ahogados.