En el ánimo popular se ha despertado un fuerte sentimiento de rechazo al actuar oficialista
Absalón Méndez Cegarra
Los venezolanos estamos ya acostumbrados a escuchar de la presidenta eterna del Poder Electoral, en cada proceso comicial, casi uno por año, la famosa frase: tendencia irreversible, para referirse a los resultados electorales. Estos resultados son dados a conocer de manera inmediata por la funcionaria electoral con una seriedad que esconde una sonrisa cínica, cuando los mismos son favorables al partido oficial; pero, tardan, horas y horas, cuando los resultados son adversos a dichos partido, lo que siembra dudas sobre la veracidad de los mismos, pues, la espera infinita parece indicar que algo no muy claro se dilucida en la sala de totalización, hasta que sale el humo blanco del triunfo y, las tarimas desmontadas para la celebración vuelven a montarse o a desmontarse, según el caso.
En esta ocasión, el 6 de diciembre, al parecer, todo va a ser distinto. La población está dispuesta a concurrir al acto de votación masivamente. La población, paciente y pacíficamente, ha entendido las reglas del juego electoral y está dispuesta a aplicarlas, obligando a los jugadores y, principalmente, al árbitro, que el juego sea limpio, claro, transparente. En esta oportunidad no hay chance para ningún tipo de dilaciones ni jugarretas electorales. Todos hemos aprendido la lección.
La calle está anunciando anticipadamente el resultado. La rabia contenida de la población por el engaño constante y permanente. La frustración por tanta promesa incumplida. La manipulación gubernamental. Los inventos para crear situaciones artificiales de conflicto externo que despierten un nacionalismo malsano. El sufrimiento del pueblo para proveerse de los bienes y servicios necesarios para la existencia vital. El costo desenfrenado de dichos bienes y servicios debido al mal manejo de la escasez y el desabastecimiento, consecuencia lógica de un proceso continuo de destrucción del aparto productivo nacional. La pérdida del poder adquisitivo de los salarios. El desprecio por el trabajo y los trabajadores. La incitación al enriquecimiento fácil. La torpeza, mediocridad e incapacidad de los hombres y mujeres del gobierno nacional para resolver, al menos uno, de los tantos problemas nacionales. Todo junto, globalmente considerado, ha dejado huella y ha hecho mella en el ánimo popular que ha despertado un fuerte sentimiento de rechazo al actuar oficialista, aun, dentro de sus adeptos y tarifados, lo que revela, no sólo por lo que hablan las encuestas, sino por lo que dice y opina la gente en cada esquina, una tendencia irreversible en intención de voto, total y absolutamente contraria al gobierno nacional y su partido oficial. Aquí, el 6D, no puede haber fraude, engaño, ni demoras. A la hora oficial de cierre de las mesas electorales, la presidenta del CNE, con su tradicional parsimonia, y, ahora, con una mueca de rabia o dolor en su cara, debe decirle rápidamente al país que los sectores adversos al partido oficial han alcanzado la mayoría de votos que permitirá, a su vez, una mayoría parlamentaria, lo que significa, o, debe significar, sin duda, el inicio del cambio institucional de la vida política, económica y social del país. Para decirlo, de otra manera, la nación venezolana, comienza, de nuevo, a transitar el camino de la civilidad, el pluralismo y la democracia.
Pero, y, este, pero, es muy importante y significativo, la mayoría parlamentaria no puede reeditar la triste página escrita por los diputados que constituyeron, supuestamente, la bancada opositora de la Asamblea Nacional que fenecerá próximamente. El triste espectáculo de la fuerza parlamentaria opositora y la dictadura impuesta por el partido oficial, es lo que ha dado lugar, con razón justificada, al surgimiento de un tercer polo político-electoral, con la cualidad de ser, aparentemente, contrario al gobierno y a la oposición, lo que revela, indiscutiblemente, que la nueva Asamblea Nacional, tendrá tres fuerzas importantes. Ahora bien, la insurgencia de este tercer polo político, permite, preguntarnos, con legítimo derecho. ¿Cuál será su actuar, en caso de la defensa del interés nacional, de la población, del desarrollo soberano e independiente del país, del control gubernamental, de la independencia de los poderes públicos, en fin, del ejercicio pleno de las facultades conferidas por la Constitución de la República a la representación del poder popular? Es decir, ¿A quién, aunará su fuerza el tercer polo? Porque, si no hay un firme compromiso con la sociedad nacional de cambio, todo se reducirá a cenizas, y, el pueblo, por incauto y creído, será engañado, nuevamente, y, la diáspora se incrementará con fuerza inusitada.
El compromiso formal y solemne de cambio de todos los aspirantes a integrar la Asamblea Nacional, no debe hacerse esperar. Debe ser asumido y formalizado de inmediato, sin demora alguna, como mecanismo para fortalecer la firme voluntad de la población de acudir a las mesas electorales a depositar su voto, no otra cosa, que la firme voluntad de salir de esta gravosa, dañina y temeraria situación nacional a la que nos ha llevado 16 años de mal gobierno o, mejor, desgobierno, legado hereditario de un mesianismo tiránico.
La agenda parlamentaria debe ser definida para ser cumplida en el corto, mediano y largo plazo. Un refrán popular, dice: “que lo igual, no es trampa”, para referirse, sabiamente, a la reedición de un acto ocurrido en el pasado. El Congresillo que surgió, abusivamente, de la Asamblea Nacional Constituyente en 1999, acabó con toda la institucionalidad política existente en el país y dio al traste con todos los poderes públicos constituidos; pues, bien, la nueva AN debe hacer, exactamente, lo mismo, con la diferencia, que, ahora, debe hacerlo en el marco de lo preceptuado o establecido en el Título IX, De la Reforma Constitucional, a saber: enmendar, reformar la Constitución o convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, que ponga fin al abuso, arbitrariedad y, por qué no decirlo, a la presente dictadura militar que ha sumido en la miseria y pobreza, desencanto, frustración y desesperanza a millones de venezolanos, quienes, el 6D, obligarán al Poder Electoral, a decir, que la tendencia es irreversible a favor del cambio. La población espera con impaciencia de los candidatos a diputados la firma de este compromiso. No hacerlo, es engaño, significa, más de lo mismo.