Estados Unidos se frota las manos. Está ansioso por unas elecciones que estima favorables a la oposición colonizada y neoliberal
Julián Rivas
Venezuela sufre el acoso de factores imperiales. Tanto Washington como los gobiernos subalternos de Bogotá y Georgetown se coaligan para tratar de alcanzar sus intereses, que van más allá de los objetivos territoriales de Colombia y Guyana.
Se pretende acorralar a Venezuela. Tanto el señor Granger como el señor Santos tienen broqueles que ocultan sus verdaderas intenciones. Esto va más allá de la reducción de un gobierno o un proceso político. Se pretende aplastar a la nación venezolana, desarmarla. Quien no lo vea desde una perspectiva política, lo lamentamos por él.
Cierto es que debemos ampliar nuestra capacidad productiva. Mire que en Bahrein, centro financiero, producen mango en polvo, cien por ciento natural. El mango es importado. En nuestros campos se pierde. No exportamos. Pero ese no es el centro del asunto. La energía y la geopolítica son causa del afán por silenciar a Venezuela.
Hay excusas y simulaciones en Obama y quienes confeccionan la política exterior de Estados Unidos. No vieron la guerra económica. Ahora apuntan a unos resultados electorales que, vista la actual situación económica, pueden llevar a conclusiones típicas de esas encuestas en las que el sesgo muestral es más que evidente. Esto es lo que en estadística llaman sesgo de selección: así el 6D sería un experimento, en un momento en que sus resultados apoyan la conclusión deseada. ¡Terrible!
El gobierno de Estados Unidos, que respalda a la MUD, y a los gobiernos de Guyana y Bogotá, se frota las manos. Está ansioso por unas elecciones próximas en que estima que el malestar socio-económico favorecerá a la oposición colonizada y neoliberal.
Estados Unidos presiona en todos los escenarios, incluyendo Unasur. ¿O ustedes creen que Samper es pendejo? Sabe administrar la carita este sujeto. El discurso de los derechos humanos está a la orden del día. Vale para el caso de los “migrantes” o “refugiados”, o bachaqueros de origen colombiano. Y hasta algunas autoridades nuestras casi piden disculpas públicamente por el cierre de la frontera desde el lado venezolano. Como si fuera pecado y no asunto de soberanía nacional. Así no ganamos ni una montonera.
El gobierno de Obama lleva millones de deportados, nadie lo recuerda. Ese es Estados Unidos: por un lado dice que todo Estado tiene derecho a cerrar su frontera, pero por otro lado se le ve el costillal cuando sacan los postulados de derechos humanos:
“El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, John Kirby, señaló en un comunicado su “preocupación” por la crisis fronteriza entre ambos países, que ha llevado ya a más de 8.250 colombianos, entre deportados y ciudadanos que se han marchado voluntariamente de Venezuela, según datos del gobierno de Colombia”, reportó la agencia Efe”.
Oiga bien, lea bien: Estados Unidos afirma que le preocupa la frontera y establece su juicio de valores. “De acuerdo con Kirby, Estados Unidos reconoce la importancia de proteger la frontera y de garantizar una migración “segura y ordenada”, pero a la vez cree que las deportaciones “deben llevarse a cabo de conformidad con el derecho internacional, el respeto de los derechos humanos de todos los involucrados y en coordinación con el país receptor”. Además, cree que “los refugiados con problemas de protección reconocidos no deben ser deportados”, apuntó el portavoz.
Francisco Thoumi, hace rato, en Economía Política y Narcotráfico, nos ofrece un enfoque del asunto. “La política exterior de los Estados Unidos siempre se ha percibido como inescrupulosa y de doble moral. En una sociedad pluralista como la de los Estados Unidos, la política exterior hacia un país determinado está fuertemente influenciada por la fortaleza de los grupos de presión internos que tienen algún interés en ese país. Por tanto, la política exterior hacia un país, proyectando una doble o múltiple moral es con frecuencia inconsistente con la política hacia otro país, y cuando el gobierno formula un principio general de política exterior lo aplica discriminadamente a varios países”.
No es contemporizando con Estados Unidos ni Colombia como se puede abordar el asunto de la frontera. Se trata de que Venezuela sepa cuáles son sus intereses nacionales. Aquí es donde vemos una casta de intelectuales que nunca ha ido a la frontera, que no pasa de Valencia o Ciudad Guayana, y se van de lengua apoyando a Colombia y Guyana.
El uribismo y la oligarquía colombiana ya han montado un caballo de troya. Hasta en el oriente del país hay células durmientes de grupos irregulares. Ahora esa misma oligarquía presiona en nombre de “su población”.
Estados Unidos protege a las altas jerarquías colombianas involucradas en violaciones a derechos humanos, crímenes de guerra, de lesa humanidad, genocidio y delitos de agresión (como los ataques a territorio ecuatoriano). El objetivo es Venezuela.
Cómo quedan aquellos que hace diez o doce años salieron corriendo a nacionalizar colombianos en la frontera. ¿Qué piensan hoy? Siempre sospechamos que esa era una política errada. Como en el deporte,, esta barajita salió cara.
En ningún experimento socialista se ha olvidado el cuidado de las fronteras. Días atrás, un amigo nos recordaba que la Albania de Enver Hoxha era expresión de la defensa de la soberanía. Asediada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) desde Grecia e Italia; en conflicto con Yugoeslavia, a espaldas de los soviéticos, Albania creó un sistema de defensa nacional. Casi un millón de bunkers eran posiciones de defensa para cada uno de sus ciudadanos. Un pequeño y débil país que aprendió a defenderse. Eso funcionó. La defensa fue factor persuasivo para que los adversarios no agredieran a Albania. Las fronteras no fueron relajo antinacional.
“Hoy Albania es un caos, un país que es la fiesta de Europa: Prostitución, fanatismo religioso, todo en nombre del capitalismo”, recordaba el amigo.
Nuestro pueblo es fuerte y noble. Venezuela es Venezuela. No la doblega nadie. Hay que ponerse duros y el pueblo acompañará. Una cosa es la integración latinoamericana y otra que se pierdan los perfiles del país. El asunto es de firmeza.