Al régimen opresor no le cayó bien la carta y de inmediato activó el acostumbrado lenguaje descalificador
Rubén Osorio Canales
LA CARTA, hay que escribirla con mayúsculas, del señor Almagro a la señora Tibisay, es un documento público del cual deberían tomar nota los mandatarios del mundo y especialmente los de América Latina.
Su contenido es preciso en la descripción de la tragedia que acosa a Venezuela gracias a los métodos despóticos de un régimen militar y comunista. No hay a todo lo largo de ese documento nada que no sea verdad, ni intención distinta al papel que un organismo coma la OEA debe jugar a plenitud, apegada a su razón de existir, si quiere rescatar su prestigio.
La misiva es menos larga que la lista de las violaciones del régimen al estado de derecho y las obstrucciones al libre ejercicio de la oposición consagrada en el texto fundamental de la democracia, tan larga y reveladora como todas las amenazas que el régimen escupe a diario contra la disidencia que hoy ronda el 86% de los venezolanos en edad de votar.
Toda vez que al régimen opresor no le cayó bien esa carta, de inmediato activó el acostumbrado lenguaje descalificador contra su autor entrando en contradicción con el entusiasmo con el que apoyó su candidatura a la Secretaría General de la OEA.
Y claro que no podían caer bien porque, tanto la de Tibisay como la que le enviara a Jaua, constituyen denuncias imposibles de ser desmentidas ni siquiera por una comisión de la verdad cuyos miembros fuesen escogidos por el régimen en su expresión más radical.
Son verdades que reposan en la memoria colectiva curadas del lavado de cerebro que con la técnica de Goebells aplica a diario el régimen con su hegemonía comunicacional.
«¿Es que acaso es una calumnia decir que el CNE nada hace para impedir los abusos del régimen en las campañas?»
Recordarle a Tibisay que la justicia electoral es un requisito indispensable para el buen funcionamiento de la democracia y que esta es una obligación legal y moral no solo del CNE sino también de la OEA, es algo que solo puede trastornar a quienes ejercen el poder con las aberraciones de una dictadura.
En esa carta están expresadas todas las razones que a los venezolanos en edad de votar nos llevan a denunciar, sin eufemismos, falta de transparencia y fraude. ¿O es que acaso es mentira que el régimen usa los recursos del estado venezolano para sus campañas, o que en ningún momento el CNE, desde la llegada de este desastre, ha velado por el fortalecimiento de los partidos políticos, y que más bien ha puesto sus peores esfuerzos en dañarlos?
¿Es que acaso es una calumnia decir que el CNE nada hace para impedir los abusos del régimen en las campañas y que en su conducta subalterna hacia el poder lesiona los derechos de la oposición y si no es verdad, entonces que explique por qué permite confusiones tramposas en las papeletas electorales, como las de Min Unidad inscrita a última hora y colocada al lado de la tarjeta de la MUD y otros deslices similares como cambios continuos en las reglas del juego siempre a favor del régimen o la intervención de los partidos políticos con propósitos muy oscuros por parte de TSJ?
¿O es acaso mentira que el CNE tiene complicidad con el régimen al no denunciar el daño electoral contra el libre ejercicio del voto que tienen los estados de excepción en varios distritos, las actuaciones fascistas de las OLP en comunidades donde el descontento popular ha ido creciendo de manera para el régimen alarmante y los continuos cambios en las reglas del juego siempre a favor del régimen, o el hecho de las inhabilitaciones criminalmente calculadas con la intención de restarle energía al impulso opositor?
Todo en esa carta es verdad y creo que firmada por un hombre probadamente de izquierda, un ex Canciller prestigioso de su país, elegido por unanimidad como Secretario General de la OEA, pueda irradiar estas verdades que marcan la tragedia de Venezuela y su democracia, hacia toda la clase política de nuestro continente, sobre todo aquella que un día fue acobijada por la democracia de este país y que hoy permanece indiferente, silencios y en oportunidades cómplice de este régimen.
En cuanto al régimen y la señora Tibisay, sabemos que no la tomarán en cuenta, como tampoco las advertencias que la ONU le hiciera a Maduro en su propia cara por sus irrespetos continuados a los DDHH y que su capacidad de desprecio se elevará al punto de seguir exprimiendo el cinismo calificándolo todo como acosos del imperialismo, tal y como lo han dicho en el caso de narcotráfico que ocupa la atención mundial.