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Alzheimer

Prohibido Olvidar

Un enfermo de Alzheimer no sabe quién es, ni a dónde va. Y a eso está llegando Venezuela, a no saber qué somos y a dónde vamos


Rubén Osorio Canales

Debe haber algo de cierto en aquella proposición según la cual un país es el reflejo del gobierno que tiene, y si ese gobierno es un régimen dictatorial stalinista, deja de ser una suposición para convertirse en un axioma.

Sucede que, conmovido por varios casos de amigos y familiares afectados por esta pavorosa enfermedad, me di a la tarea de estudiar textos que pudieran darme claridad sobre un mal que se ha convertido en objetivo urgente de políticas públicas a nivel mundial, tal es su crecimiento. Descubrí que así como una vez fuimos felices y no lo sabíamos, este nuestro hermoso y nunca bien valorado país, si nos atenemos a sus diez principales síntomas, podría estar padeciendo alguna enfermedad muy parecida al Alzheimer y no lo sabemos.

Hasta ahora la propia colectividad no ha pasado de esa etapa en la que apela a frases en las que “el alemán”, así lo llamamos sin ningún respeto, aparece como excusa del más pequeño olvido. Como por ejemplo, cuando entre sonrisitas y carcajadas, decimos tengo el alemán a millón, cada vez que olvidamos el nombre de alguien, o cuando nos levantamos a buscar algo en alguna parte de la casa u oficina y al llegar a ella, sencillamente no recordamos por qué fuimos hasta allí y qué andábamos buscando.

«Un enfermo de Alzheimer va perdiendo su capacidad de conectarse con la realidad, y en ese punto oscuro de la enfermedad nos encontramos. El desabastecimiento no es desabastecimiento, es una “ sensación”

Ante todo, es bueno tomar conciencia de que el Alzheimer es la forma más común de la demencia, que estamos hablando de una enfermedad cerebral que entorpece la memoria hasta su total extinción, que interfiere la manera de pensar, que afecta el carácter y que no se trata, como afirman, de una forma natural del envejecimiento.

Es una enfermedad que va mucho más allá y que en este mundo convulsionado en que vivimos, ha encontrado el caldo de cultivo necesario para su desarrollo. Cuando digo que nuestra Venezuela padece la enfermedad es porque todos los síntomas que la delatan andan como perro por su casa en esta nación.

Comencemos con los cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana de una nación. Han sido tantos, nos han inventado tantas historias en tan poco tiempo, nos han cambiado el rostro y los huesos de nuestros héroes, que es imposible saber con exactitud qué hemos sido, qué somos y hacia dónde vamos y me gustaría saber si es que hay alguna forma de extravío mayor que el de no poder reconocerte.

Un enfermo de Alzheimer no sabe quién es, ni a donde va. Y a eso está llegando Venezuela. No saber qué somos y a dónde vamos, hace imposible que podamos planificar acciones que puedan resolver nuestros problemas para poder llegar a buen puerto con seguridad.

Un enfermo de Alzheimer llega un momento en que no está capacitado para desempeñar sus tareas habituales, y así está Venezuela, impedida como sociedad para surcar las aguas del desarrollo y la competitividad capaces de hacerla crecer armónica y victoriosa, superando cualquier obstáculo.

Un enfermo de Alzheimer vive desorientado en el tiempo y en el espacio y Venezuela está desorientada en el tiempo y en el espacio, y por esa razón andamos como los hámsters del circo, dando vueltas como una zaranda en el mismo lugar.

«Un enfermo de Alzheimer no sabe quién es, ni a donde va. Y a eso está llegando Venezuela»

Un enfermo de Alzheimer va perdiendo inexorablemente su capacidad de conectarse con la realidad, y en ese punto oscuro de la enfermedad, para nuestra propia desgracia, nos encontramos. Imágenes, objetos, caminos, voces, todo pierde su razón de ser. Nada significa lo que en realidad es. El desabastecimiento no es desabastecimiento, es una “ sensación”, y hasta las colas para entrar en la rebatiña de un pote de leche, son una “ fiesta”.

Un enfermo de Alzheimer pierde la capacidad de articular un lenguaje capaz de llamar las cosas por su nombre, a la protesta la llaman “desestabilización”  y a la denuncia de crisis “traición a la patria”. Ya estamos llegando a ese punto y de seguir avanzando, toda palabra carecerá de sentido, y un silencio demente decretará nuestro desahucio como nación.

Por último, como un enfermo de Alzheimer, no podemos colocar las cosas en su exacto lugar, vivimos con el humor trastornado, y como si fuese poco, como un enfermo Alzheimer, nos aproximamos aceleradamente a la pérdida del juicio.

Lo único que por los momentos nos salva del abismo es que todavía estamos vivos y no hemos perdido la capacidad de caminar. El 6 de diciembre caminaremos, haremos la cola y votaremos con la esperanza de encontrar la cura que nos saque de la lista de las naciones incapacitadas.