Los medios de comunicación libres e independientes pasaron a ser controlados en un 95 por ciento por “Maduro y sus generales”
Manuel Malaver
Habrá que borronear mucha teoría sobre las causas del auge y caída del castrochavismo, y de por qué, contando con accidentes tan favorables como el ciclo alcista de los precios del crudo (2004-08) y la neutralidad de las democracias occidentales que le permitieron hacer y deshacer con el Estado de Derecho en Venezuela, terminó en la esclerosis múltiple que ya es rutina en el crepúsculo de los socialismos.
Siempre será acuciante, sin embargo, la pregunta sobre el beneficio de la duda que se le concedió a quienes, llegando a la política en el vuelo de un golpe militar, una vez en el poder, fueron mutilando las instituciones de una democracia con casi medio siglo de permanencia, para hacerse aprobar una constitución con la ambigüedad necesaria para que, el Poder Ejecutivo, asumiera una dictadura que con toda propiedad se ha calificado de “constitucional”.
Fue así como, se accedió al objetivo supremo que hoy tiene en vilo la posibilidad de que Venezuela recupere o no su democracia, el fin de la independencia de los poderes, y que después de 17 años de descuartizamiento del país, motiva la furia, el rechazo y la decisión para no permitir que, después de 17 años, “el Socialismo del Siglo XXI” sea otra cosa que una emboscada ejecutada con premeditación y alevosía, pero sin capacidad de extenderse por más de una generación.
No lo percibía así el padre de la criatura, el teniente coronel, Hugo Chávez, quién aseguraba de que gobernaría hasta el 2030 o 2050 y que “su socialismo” seguiría imperturbable por 200 o 300 años.
Y mucho menos, sus amaestradores de lujo, los dictadores cubanos, Fidel y Raúl Castro, quienes, pensando en grande, se dieron a diseñar un sistema económico y político regional calcado del “Comecón” soviético, con el ALBA como punta de lanza, mientras adelantaban la creación de un nuevo orden jurídico interamericano, del cual, la Unasur y la Celac eran las primeras piedras.
Aunque ahora cueste creerlo, los octogenarios caribeños y su pupilo, Chávez, se hicieron adictos del delirio -típico de “perfectos idiotas latinoamericanos”- de crear una Otan revolucionaria y guerrillera, un brazo armado que estaría dotado y entrenado para avanzar contra el norte anglosajón, capitalista e imperialista que caería hecho añicos, en otro Armagedón, por el empuje de estos líderes revolucionarios que se habían propuesto “salvar a la humanidad”.
Los que cayeron, pulverizaron y destruyeron, sin embargo, fueron los dos billones y medio de dólares que ingresaron a Venezuela como producto del ciclo alcista de los precios del crudo (2004-08), los cuales, fueron dilapidados reoxigenando la siempre en quiebra economía socialista de los hermanos Castro en Cuba, auspiciando el ascenso al poder de liderejos del tipo Ortega, Correa y Evo Morales que pasarían a ser presidentes de países clientes como Nicaragua y Ecuador y Correa, convirtiendo al país en importador neto de las materias primas de países aliados, populistas y socialistas como China y Rusia en Asia y Euroasia, y en América Laiina, la Argentina de los esposos Kirchner y del Brasil de Lula y Dilma Rousseff, en tanto desataban una desenfrenada corrupción que en poco tiempo hizo que revolución y narcotráfico, socialismo y delincuencia organizada, fueran una y la misma cosa.
Pero la caída de los precios del petróleo también arrastró al Alba, la Unasur y la Celac que, de proponerse como sustitutos de la ONU y la OEA, pasaron a ser seudomultilaterales fantoches que, solo sobreviven cuando el dictador venezolano, Maduro, el sucesor de Chávez, necesita apoyo para escapar de las arremetidas que, desde Venezuela y el exterior, lo acechan por su violación continua y creciente de los derechos humanos.
“Después de tres años de control casi irrestrictico de los medios tradicionales, el dictador está perdiendo las elecciones parlamentarias”
Ah, porque Chávez, -el “perfecto idiota latinoamericano” creador de la fantasía de restaurar el socialismo que había quedado enterrado bajo los escombros del Muro de Berlín y del colapso de la Unión Soviética y con los recursos de la última oportunidad que tuvo Venezuela para desarrollarse-, murió, no se sabe si en la Habana o Caracas, y un día –tampoco se sabe- si de finales del 2012, o comienzos del 2013, rodeado de las momias aun vivientes de Raúl y Fidel Castro (ya suman 177 años), quienes, lo convencieron, mientras agonizaba de un cáncer terminal, que legara la presidencia de la República a un individuo sin nacionalidad probada, pero agente del G-2, en cuyo curriculum solo se destaca que fue un chofer de autobús “medianamente aceptable”.
Pero con la muerte física de Chávez, y la mental de los hermanos Castro, también se desplomaron los regímenes corruptos de los esposos Kirchner en Argentina y de Lula y Dilma Rousseff, en Brasil, naufragan las tiranías clientelares de Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador y Morales, y Venezuela, la Cueva de Alí Babá, sin precios altos del petróleo, es un país en ruinas e indigente, que compite con Cuba en desabastecimiento de alimentos y medicinas, servicios públicos, una hiperinflación del 500 por ciento, una paridad bolívar-dólar de 800 Bs por 1 dólar y una caída del PIB de más del 20 por ciento.
Tiempo, entonces, de arreciar la dictadura, de apretar las tuercas de la represión, de liquidar los últimos reductos de la democracia y de los derechos humanos y jugárselas a establecer un sistema totalitario, de la clase stalinista y castrista, que sea el primero en volver a la historia después de la Caída del Muro de Berlín y el colapso del Imperio Soviético.
Y como parte de la receta, el fin de la libertad de expresión, de los medios de comunicación libres e independientes que, de mantenerse en pie, a pesar del acoso, primero chavista y después madurista, durante 12 años, pasaron a ser controlados en un 95 por ciento por “Maduro y sus generales”.
Conviene recordar que, en esta arremetida contra libertad de expresión, el castrochavismo “innovó”, lució especialmente “creativo”, pues no procedió, como en los totalitarismos ortodoxos, como en las dictaduras de izquierda y derecha tradicionales, a cerrar medios a la fuerza, deteniendo, e incluso, torturando y matando a los comunicadores, sino enjuiciándoles por violaciones de leyes de desacatado, o lanzándolos a la quiebra después de negarles publicidad y dólares para la adquisición de papel, y al final, comprándolos a través de testaferros que los convirtieron en herramientas del régimen.
Es así que, salvo poquísimos medios impresos y radioeléctricos, no existe libertad expresión en Venezuela, pues, tanto como el 95 por ciento de espectro mediático (50 televisoras, 200 emisoras y 500 medios impresos) solo difunde mensajes gubernamentales que con frecuencia toman la vía de cadenas, a través de las cuales, Maduro trasmite los discursos más disparatados, incoherentes, mentirosos y aburridos de la historia.
Un carnaval de insultos, amenazas y calumnias que, en cuanto no tienen competencia ni en este ni en ningún país, ha significado que el rating del total de medios oficialistas no alcance al 8 por ciento.
Y que la opinión pública se lance a buscar información independiente y creíble en la Internet, en las páginas Web, e mail, mensajes de texto, redes sociales y de televisión digital que, han terminado siendo un sucedáneo de los medios tradicionales que, sin exagerar, cada día están más distantes de la verdad aún en las democracias más abiertas.
Y por esa vía, Venezuela, así como sucedió y sucede en países, donde se han impuesto el “periódico único, la emisora única y la televisión única” (casos: las sobrevivientes Cuba y Corea del Norte, la China políticamente comunista, y económicamente capitalista salvaje, Rusia y dictaduras del Medio Oriente y de África) ha mantenido su capacidad para dar y recibir noticias no interferidas, información de calidad y una conexión interpersonal que es la nueva forma de organización política para enfrentar a las dictaduras.
Y cuán eficaces, son las herramientas de la comunicación digital y vacunadas contra las quiebras y la compras de Maduro, que, después de tres años de control casi irrestrictico de los medios tradicionales, el dictador está perdiendo las elecciones parlamentarias del 6D con más del 70 por ciento de los votos.
Un nivel de rechazo como no se vio en otras elecciones, donde la oposición contaba con un acceso restringido, pero acceso la fin, a los medios tradicionales, pero que ahora, cuando Maduro se ha gastado cerca de 1000 millones de dólares comprando marionetas y ventrílocuos, se ha encontrado con la sorpresa de que será derrotado y de manera catastrófica.
¿Quiere decir que los medios digitales le harán el trabajo a la oposición de llevar los electores a votar, cuidar las mesas de votación y hacer respetar la voluntad popular?
Por supuesto que no, pero no es necesario, porque ya nos ayudaron a ganar una batalla decisiva que demostrará que la libertad de expresión se trasladó a otras aérea y escenarios donde no pueden ni asomarse autócratas y dictadores.