, ,

Arrancó la guerra sucia

La alianza opositora dirigida por el MAS ha comenzado a ser agredida por los delincuentes armados del Gobierno


 

Luis Fuenmayor Toro

La desesperación gubernamental ya alcanza niveles gigantescos. Sus cuentas no les dan. Sus encuestas les dicen que serán derrotados. Se desesperan porque saben lo que significaría una derrota. Recordemos que en los barcos que naufragan las ratas son las primeras en abandonarlos, y es que hay demasiadas ratas en el Gobierno, y no me estoy refiriendo al alto Gobierno sino a los funcionarios que están por debajo de éste en todos los niveles. Me refiero también a esos funestos personajes que apoyan la gestión gubernamental como mercenarios o como simples adulantes; esos articulistas sombríos que se dedican a escribir suciedades, a mentir y calumniar a quienes saben opositores intelectualmente peligrosos, a quienes no tienen forma de enfrentar de otra manera que no sea a través de lo que se conoce como guerra sucia. Sus conocimientos y sus cerebros no les dan para algo distinto a desacreditar al adversario, enlodarlo y para ello aprovechan las ventajas de medios financiados por el Gobierno, que se prestan para ello.

La cúpula roja rojita sabe que mucha de la gente que tienen como suya en el Poder Ejecutivo y en el resto de los poderes e instituciones del Estado, se irá corriendo, como lo que son, ante los albores de un cambio; ante cualquier indicio que señale que el final del Gobierno puede estar cerca. No esperarán. Su suciedad es grande y su cobardía es mayor. Ése es el problema que tiene por delante la alta dirigencia gubernamental y partidista. Una derrota electoral, que en otras condiciones podría ser perfectamente asimilada, puede significar el desmoronamiento del Gobierno y acelerar un final, que no tendría, en otras condiciones, por qué producirse antes de las elecciones presidenciales venideras. Esta certeza de saber que buena parte de su respaldo es en realidad muy débil, lleva al Gobierno a una desazón que se transforma en peligrosa locura. Recurre entonces a todos los medios posibles para tratar de no perder las elecciones, entre ellos la guerra sucia.

Pero adicionalmente sigue traficando con la esperanza de los venezolanos. Los anota en cuanta lista tenga de misión existente e inventa nuevas misiones y nuevas metas, que ahora sí llevaran a todos los venezolanos a tener una casa en el año 2037, a los taxistas a recibir un vehículo en el 2028 y a los estudiantes de la Misión Robinson a ser bachilleres. Los 17 años de gobierno y 1,3 billones de dólares no pudieron cumplir el mandato constitucional de 1999, que declaró obligatoria la obtención del título de bachiller por los venezolanos. La Misión Robinson, creada precisamente para ello, ahora resulta que fracasó en su objetivo y se tiene entonces que producir un nuevo programa para alcanzar, en algún año del próximo siglo, lo que se ha debido lograr en todo este tiempo. Y esas promesas se hacen con bombos y platillos, por televisión, con el Presidente como protagonista, acompañado por supuesto de los candidatos a diputados, que son “los mejores porque tienen un proyecto histórico”, sin que nadie sepa que significa ese mensaje.

Pero como esto no basta, hay que continuar los mensajes atemorizantes. Esos que dejan entrever que se tiene la fuerza y la decisión para desconocer los resultados electorales. “Saldremos a la calle a defender la revolución ante una posible derrota”. “Crearemos un gobierno cívico militar para garantizar la continuidad del proyecto revolucionario”. El Presidente hace lo mismo que le censuró a Capriles hace algún tiempo; lo mismo que le endilga a Leopoldo López y por lo que lo condenó a 13 años de prisión. Pero él sí puede hacerlo sin ser delito, porque tiene el poder para ello, porque abusa del mismo. Sus bandas armadas han comenzado a actuar aterrorizando a quienes hacen campaña electoral contraria al Gobierno. Y no me refiero sólo a las acusaciones de la MUD sobre hostigamiento de sus activistas, las cuales pudieran ser parte del juego polarizador con el Gobierno, con el que tienen engañado a una porción de los venezolanos. La alianza opositora dirigida por el MAS ha comenzado a ser agredida por los delincuentes armados del Gobierno.

Con motivo de una entrevista exitosa que tuve por VTV, en la que no permití que me acorralaran unos jóvenes que no tienen la menor idea de cuál es la función del periodista, ya algunos mercenarios han comenzado a dirigir sus inmundicias hacia mí. No teniendo ningún argumento para rebatir mis posiciones recurren a la ofensa, la calumnia y la amenaza en mi contra. Ya mi correo electrónico es blanco de interferencias y el Facebook dejó de funcionar correctamente, impidiéndome responder a los miles de mensajes positivos que se generaron con motivo de la entrevista señalada. En lugar de ser autocríticos y reconocer que los planes que tenían para emboscarme fracasaron, recurren a lo único que saben hacer: agredir y difamar. Las respuestas de las ratas cuando se sienten amenazadas.

Como se los dije a los mocosos que quisieron emboscarme, tengo 70 años de edad, de los cuales por lo menos 53 han sido de luchas contra gobernantes esbirros, antinacionales, traidores a los intereses del pueblo, ignorantes, corruptos y generalmente cobardes, muy cobardes, que actúan prevalidos de su poder y pretenden silenciar toda crítica y opacar toda disidencia. Nada me va a hacer cambiar ni atemorizar a esta edad. Que lo sepan los mercenarios cercanos y lejanos; saltaré por encima del excremento que vomitan sus entrañas sin que me toque, como lo he hecho siempre que animales de esa calaña, en el pasado y en el presente, han tratado de manchar mi reputación y enlodar mi vida.