El chavismo oficial no sólo ha visto esfumarse en un solo acto su legitimidad política, sino que también ha perdido su condición de fuerza hegemónica
Oscar Battaglini
El resultado electoral del pasado 6D ha introducido una modificación cualitativa en la situación política del país. Si algo demuestra ese resultado es que el chavismo no sólo dejó de ser la fuerza mayoritaria dentro del espectro político nacional, sino que perdió su legitimidad en el imaginario político de la inmensa mayoría de la sociedad venezolana.
Con la nueva correlación de fuerzas dentro de la Asamblea Nacional queda sin efecto la práctica de no discutir los problemas fundamentales que aquejan al país, para no revelar la naturaleza y alcance de la crisis nacional. Del mismo modo queda atrás el ejercicio gubernamental chavista de tomar decisiones arbitrarias y sin control alguno, lo cual hizo de la Asamblea Nacional un poder complaciente y sin ninguna relevancia política institucional, ocupada por lo general de los pequeños asuntos políticos-administrativos o financieros que le son remitidos por el ejecutivo para su aprobación. Cambiar radicalmente esa situación es una de las medidas que con urgencia debe tomar la nueva Asamblea a fin de constituirse en un poder del Estado con capacidad para participar activa y eficazmente en la superación de la grave y profunda crisis que padece nuestra nación. Esto, entre otras cosas, es lo que la inmensa mayoría del pueblo espera de esta nueva Asamblea.
Es indudable que este resultado electoral ha modificado radicalmente el cuadro político nacional. Lo primero que aparece claramente evidenciado, es que el chavismo oficial no sólo ha visto esfumarse en un solo acto su legitimidad política ante la conciencia mayoritaria de la sociedad venezolana, sino que también ha perdido su condición de fuerza hegemónica con capacidad para seguir imprimiéndole a ésta su particular sello político-ideológico. A esta privanza le puso término la acción política-electoral ejecutada por la inmensa mayoría del PUEBLO el pasado 6D. Lo que todavía posee a este respecto, también llegará a su fin o cesará el próximo 5 de enero, cuando se instale e inicie sus funciones la nueva AN.
A partir de ese momento el ejecutivo madurista no podrá tomar ninguna decisión político administrativa que tenga incidencia sobre los intereses generales de la sociedad venezolana sin el control y la aprobación de la Asamblea Nacional.
En la práctica se ha construido en el país una especie de dualidad de poder en la que la nueva AN, puede desempeñar un papel de primer plano en la implementación de políticas dirigidas, por un lado, a resolver los problemas de fondo planteados en la actualidad, particularmente los económicos, y por otro hacer menos gravosos los efectos negativos de esos problemas sobre el conjunto de la población. Se comprende perfectamente que esto es lo deseable, así lo reclama la inmensa mayoría de los venezolanos sobre cuyas espaldas gravita cada vez con mayor fuerza, la crisis general en desarrollo. Pero, avanzar en esa dirección sin muchas dificultades, requiere de la cooperación internacional del madurismo gubernamental. Esto es que, ni el poder ejecutivo, ni las otras instancias de los poderes públicos distintos a la nueva AN, pongan en práctica una política obstruccionista con lo que desde allí se intente hacer para corregir la grave situación existente. Hasta ahora no está suficientemente clara cuál habrá de ser la actitud que finalmente asuma el chavismo oficial en este sentido. De momento por lo que se sabe de boca de Maduro y de otros de sus voceros, es que no estarían dispuestos a prestar su colaboración en los términos aquí planteados. De todas maneras será preciso esperar que se instale le nueva AN para conocer a cabalidad la posición que en definitiva asuma el chavismo oficial en relación a este importantísimo asunto político, Aunque en su interior han comenzado a levantarse voces en relación con la necesidad de rectificar su orientación política, nada hace suponer que eso tenga alguna forma de concretarse. Se imaginan los que se oponen esa rectificación –los jefes de la nomenklatura burocrática oficial- que muy pronto habrá de producirse una recuperación de la fuerza perdida por el “proyecto chavista”. Se equivocan porque no han terminado de entender, asimilar o internalizar el contenido del mensaje político enviado por la inmensa mayoría de pueblo venezolano el pasado 6D. En dicho mensaje se dice de la manera más categórica, que hasta ese día el pueblo se vio forzado a convivir y soportar en el ejercicio del poder público a una camarilla autoritaria inescrupulosa e inepta, y sin nada que la califique o la acredite para el cabal desempeño de tal investidura.
Esa determinación popular no saca definitivamente al chavismo del poder, por tratarse en este caso de unas elecciones parlamentarias, pero le asesta un duro golpe del cual no podrá reponerse, que lo condena en lo sucesivo a existir en medio de una gran precariedad política, y así, hasta su completa extinción. Esto lo sabe o al menos lo presiente claramente la nomenklatura burocrática chavista, pero durante un buen tiempo la veremos escenificando la comedia de su “pronta recuperación”, y de su rebelión ante el adverso resultado de las pasadas elecciones parlamentarias.
Se está pues -es necesario insistir en esto- ante una nueva situación política en la que tanto los más diversos agrupamientos partidistas de oposición, como los sectores mayoritarios de la sociedad, han devenido actores de primer plano en el escenario del quehacer nacional. En lo sucesivo la nación entera será testigo de la inevitable declinación y progresiva desaparición de la anomia chavista, y también de las enormes posibilidades que como consecuencia de ello se abrirán para la sociedad venezolana, no sólo para la tan deseada superación del insoportable estado de cosas impuesto por la acción gubernamental chavista, sino para las grandes realizaciones a favor de la democracia y para el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad; convencidos como estamos de que se puede vivir mejor. Eso es lo que todo el país está esperando que ocurra. Esa es la aspiración suprema de todos los venezolanos en el presente momento.