Esclavos económicos, esclavos sociales, y esclavos mentales, que no ven frente a sus narices y lloran con películas de nazis
Tamer Sarkis Fernández (Barcelona, España)
“Los españoles hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. De todos los chistes racistas, éste es el peor. Sólo que, me temo, es más que un chiste. Es la inmunda verdad racista que se nos ha impuesto desde Nueva York y que los portavoces locales vienen traduciéndonos del alemán desde hace unos años.
Salir de la zona roja de la tarjeta de crédito; dar a los niños de comer carne o pescado con mínima regularidad, o siquiera tener niños; llevarlos mañana a la universidad; ir al cine; la ducha con agua caliente; tomar transporte público a precios decentes; acceder a un techo (sin herencias de por medio y sin que te caiga encima el techo o el cuerpo de antidisturbios); cobrar como pensión al menos parte de ese salario diferido que el fisco nos deduce año tras año; comprarte unos zapatos que estos te hacen daño al andar…; irte de vacaciones sin suspensión temporal de sueldo y con la certidumbre de conservar el empleo a la vuelta; regalar a los que quieres sin tener que recurrir al todo a cien; beberse unos vinos; acceder a cuatro duros del banco para poner al día el pequeño chiringuito; ser operado de viejo sin empeñar hasta la dentadura…
¿Quién le había dicho a usted que eran ésas sus posibilidades?. No tan rápido, señor PIG (denominación despectiva vertida hacia la Europa mediterránea por la burguesía burocrática germano-franco-neerlandesa, y que significa “cerdo”). Si hablamos de los vecinos del Norte, entonces ésas son obvias posibilidades y perogrulladas (“derechos humanos”, “derechos humanos” básicos, se bala y se aplaude). Pero ustedes… ¿Qué se han creído ustedes?. Les queda a ustedes lo más preciado, lo que en el anuncio no tiene precio, lo gratis: el sol, el arte, risas, fiesta, guitarra y jarana. Si es que son ustedes de otra pasta: artistas y tauromantes, quienes ni saben de economía, ni quieren saber, ¡ni falta que les hace!. Quemen ustedes alegremente las páginas informativas de Economía, como en aquel anuncio futbolístico de la Coca-Cola sobre idiosincrasia de pandereta. Puro savoir-vivre español.
Además, les queda el sexo. El sexo es gratis. Aunque cuidado, señor PIG, con tener pigcitos. No sea usted irresponsable portador de más pobres al Mundo. Ante el peligro, hemos reservado para ustedes el dramático derecho de quienes tienen extirpados todos los demás derechos materiales o sociales: pueden ustedes abortar. Y pueden ustedes comprar loterías y quinielas. Y la lotería europea. Y los puentes y las azoteas para hacer puenting sin correa. Y “la roja”, no se olvide de animar a “la roja” (epíteto que hace unos años la socialdemocracia española popularizó para referirse a la selección nacional de fútbol, en un ejercicio de doble sentido entre la simbología política y el color de la camiseta).
“No se olvide de animar y póngase de felpudo, PIG, que las posibilidades, en el Cortijo Banaña, son para otros. Más rubios, más altos y más blancos que ustedes. No me culpen a mí. Cúlpenle a Darwin”.
“Un coche a letras, carretera y manta, hacer turismo. ¡Irresponsable!. Se salieron ustedes de sus posibilidades: paguen la multa. Aquí, el turismo, se lo hacemos nosotros a ustedes, y por donde duele. Y las inversiones y super-beneficios en su territorio acaban y empiezan también en nuestras rascacielas latitudes”. “Europa empieza en los pirineos, señores PIG. ¿O acaso se les había olvidado a ustedes?”.
¿Cómo íbamos a vivir los españoles, por tiempo dilatado, como parásitos imperialistas, si no lo somos?. ¿Y cómo íbamos a vivir como un pueblo libre y productivo, que goza de su propia riqueza gestada, si tampoco lo somos?. “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Lo más aberrante de esta aberración es que, en substancia, y a diferencia de lo que algunas stars “críticas” y “alternativas” del espectáculo nos hacen creer, va mucho más allá de la mera falacia socio-económica. Se trata del axioma que el orden mundial de la “raza de los Señores” (en nietzscheanas palabras), aplica realmente a los “pueblos de esclavos”, como se nos llama entre bastidores. Téngase en cuenta: hoy, a la lucha contra el vil metal y al combate contra la chistera y sus asesinos locales, no se los puede separar de otra inextricable dimensión: la lucha de los tonos oscuros contra el rostro pálido delineante del compás. Y aquí los colores son metáforas evocativas; no se asuste, buen PIG, si es usted pálido de piel.
Lo más repugnante es oír en cualquier lugar a la masa peninsular repitiendo el axioma, casi como un procedure de programación cibernética que tuviera que internalizar: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Esclavos económicos, esclavos sociales, y esclavos mentales, que no ven frente a sus narices y lloran con películas de nazis.
Una de las líneas vertebradoras de la geopolítica hitleriana consistía en arrebatar a Inglaterra la hegemonía sobre el arco mediterráneo. Nada más saberse los primeros resultados de la desastrosa Campaña italiana en los Balcanes, Hitler ordena socorrer a Mussolini. ¿Cumplimiento de los pactos inaugurales del Eje Roma-Berlín?. ¿Sacarles las castañas del fuego a los fascistas por empatías ideológicas?. No en lo profundo. Los nazis, entrando en la península balcánica, estaban ayudándose sobre todo a sí mismos. Si los partisanos del Pueblo vencían y se fortalecían, lo puesto en riesgo por los italianos sería el propio proyecto alemán.
Así que allá fueron. Y arrasaron. Aun a sabiendas de que esa “intervención” (como ahora las llaman) iba a retrasar por varios meses la puesta en marcha de la Operación Barbarrossa contra Rusia. La retrasó, de hecho, seis meses. Y a los nazis, literalmente, se les congelaron los esfínteres en mitad del crudo invierno estepeño. En última instancia, más aún que en Stalingrado, los nazis perdieron la guerra en Serbia.
Pero Hitler asumió tamaño riesgo por lo mismo que había bombardeado Guernika o Almería: la mar. Había visto en la victoria de Franco la llave alemana del candado occidental mediterráneo. Cuando constataron que Franco pasaba bastante del tema, los jerarcas nazis diseñaron la Operación Fénix: blitzkrieg sobre España y ocupación-relámpago de Gibraltar. Ni inglesa ni española: del Reich. Esta operación había de asestar, de rebote, un duro golpe a la portentosa marina británica, que anclaba numerosos navíos en puerto gibraltareño, así como catapultar la armada teutona hacia la toma de puertos insulares que funcionaban de facto para el imperio inglés, como Malta.
Alegrémonos: Hitler no consumó finalmente sus planes de atravesar estas tierras ibéricas y domeñar a “esa raza de bastardos de mil cruces”, como el Führer nos llamaba. ¿O acaso sí lo ha hecho?. Mirad a Merkel, sonriente y taimada, sofística, cerebral como HAL el gran ordenador de abordo en Una odisea espacial. Martín Lutero, otro alemán, se nos reiría también con su aforismo: “La Razón: esa astuta mujerzuela”. Y Federico Nietzsche nos advertiría, contrastando al histriónico Hitler con Merkel la serena y sonriente, que “no mata el enfado; mata la risa”.
El autor es cicedirector de Diario Unidad