Durante muchos años dirigentes chavistas como Jorge Giordani fueron culpables de recomendar al presidente Hugo Chávez medidas que no eran socialistas
Jesús Silva R.
Siempre he pensado que la ética de las revoluciones puede medirse por el trato dado a sus más humildes colaboradores, esos cuya única riqueza es su intachable hoja de conducta y cuyo único poder es el sacrificio de luchar toda la vida por el socialismo junto a los pobres.
Soy de Aragua, toda mi vida he militado en el socialismo y el comunismo. Aunque hace 11 años me vine a Caracas buscando nuevos horizontes, tengo vigente en mi memoria el nombre de la abuela Emma Ortega; en mi región esta camarada es referencia de las luchas revolucionarias de agricultores y campesinos.
La inocente Emma no necesitaba convertirse en la primera ministra de Agricultura Urbana de Venezuela para brillar porque su trayectoria de lucha popular se basta por si misma; por eso sé que no buscaba el cargo.
Igualmente tengo certeza que no es un episodio agradable para los revolucionarios de a pie que Emma ahora se convierta en la ministra más breve que ha tenido la Revolución Bolivariana, pues a sólo días de haber sido designada terminó siendo removida.
Se cumple mi teoría de que hay revolucionarios que por ser rebeldes y francos como son, sirven más en las calles que en las oficinas y ciertas jerarquías insolentes. La burocracia suele ser prepotente, chismosa y malagradecida, suele ser también el talón de Aquiles de las revoluciones porque en esencia burocratismo significa privilegio para pocos oportunistas que chupan del Estado y eso se parece mucho al privilegio sacado del capital por los capitalistas.
Ojalá cada día sea menor la influencia del burocratismo en nuestra Patria y florezcan los actos, gestos y tratos revolucionarios. Cultivos organopónicos y gallineros verticales en viviendas urbanas no tuvieron tiempo de dar los románticos frutos ofrecidos por Emma porque antes llegó la Gaceta Oficial relevándola del cargo y regresándola a su granja. En cualquier caso, Emma se va con la frente en alto.
Ahora bien, en cuanto a la noción de «agricultura urbana» la misma está basada en pequeños cultivos caseros y debemos advertir no sirve como modelo económico principal para Venezuela en el siglo XXI porque su producción es artesanal, débil y a baja escala, de modo que no satisface la inmensa demanda alimentaria de treinta millones de venezolanos.
Sólo consolidando una moderna industrialización basada en la instalación de cientos de empresas nacionales y mixtas que produzcan bienes a escala industrial y en diversas categorías, podrá nuestro país alcanzar la seguridad alimentaria prevista en el artículo 305 de la Constitución Bolivariana. Lograrlo implica superar ideas atrasadas y populistas del siglo pasado, para no seguir malgastando recursos del Estados en micro planes de producción marginal y entonces avanzar a una economía fuerte y competitiva con apoyo de aliados extranjeros, es decir, hace falta promover con pragmatismo un modelo económico industrializado y diversificado.
Durante muchos años dirigentes chavistas como Jorge Giordani fueron culpables de recomendar al presidente Hugo Chávez medidas que no eran socialistas, tampoco capitalistas, sino más bien pre feudalistas, es decir, ideas pertenecientes a un modo histórico de producción colonial donde se desarrollaban gallineros verticales y cultivos organopónicos que hoy son totalmente insuficientes para saciar el hambre del pueblo frente a la escasez alimentaria.
No invertir 17 años de billonaria renta petrolera en industrializar el país fue el error inexcusable de ministros como Giordani en contra del sueño socialista. Hoy Venezuela sufre escasez de alimentos y medicinas que pudieron haber sido fabricadas en Venezuela sin necesidad de importaciones. Solo humildad y eliminación del sectarismo entre revolucionarios pueden salvar al gobierno de una nueva y fatal derrota electoral en 2016.
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