Maduro no quiere hundirse solo. Él quiere que lo acompañe el Poder Judicial y la Fuerza Armada
Tamara Suju Roa
La planificación estratégica es básica para consolidar un buen gobierno, ganar una batalla, o sacar adelante a una nación a mediano y largo plazo. Cuando teníamos gobiernos de alternancia democrática, en las décadas de los 60, 70, 80 y mediados de los 90 aunque ya “tocado” por la sombra del golpismo, existían los planes de la nación, presentados anualmente y realizados por expertos en todas las ramas, que cumpliéndose o no, por lo menos tenían un rumbo por el cual guiar las políticas publicas y reclamar cuando no se cumplían.
Hoy, ni el propio Maduro sabe a dónde va. Los “planes de la Patria” no son más que plastilina amoldable a como le convenga al Presidente. El presupuesto anual de la nación se transforma en letra muerta entre el papelillo que es ahora la moneda venezolana y, además, a Nicolás y su séquito le encanta improvisar en aquello de “como vaya viniendo vamos viendo”.
Lo que sí tiene claro el régimen son los “frentes” que debe mantener para tratar de someter a la oposición democrática y controlar a la población. La Fuerza Armada, los magistrados y jueces, la impunidad de los grupos armados de la revolución, el control de la moneda y las divisas, el control de los medios de comunicación y lo que éstos pueden informar, el control de la distribución de alimentos y medicinas, pero sobre todo, el continuo enfrentamiento, el discurso violento y las amenazas contra empresarios y gremios, contra periodistas y cualquiera que les reclame.
Para “ejemplarizar” su poder y demostrarle a la gente el control que tiene sobre el Poder Judicial, el régimen mantiene encarceladas a 79 personas, políticos, diputados electos, militares, estudiantes, jóvenes, mujeres, tuiteros, y gente común. Cada uno de ellos es un “motivo”. Y, además, son sometidos a tratos crueles, inhumanos y degradantes para que los venezolanos sepan lo “vil y malos” que pueden ser y sembrarles temor.
Que Vasco Da Costa haya bajado 30kg y tome agua de la poceta porque no hay agua en la cárcel donde está, que Efraín Ortega tenga tromboflebitis en miembros inferiores, haya padecido hepatitis B y C y esté muy mal de salud, que Gerardo Carrero tenga más de 32 abscesos infectados en la piel, o que presos hayan sido torturados con asfalto caliente en sus genitales, que le hayan dado comida descompuesta y con gusanos, que les hayan restringido los alimentos hasta llevarlos al punto de la desnutrición, que los mantengan a 15 metros por debajo de la superficie terrestre en La Tumba, no es casualidad, ni mala administración carcelaria, ni “descuido”. Es parte del terror psicológico y social que el régimen impone para dominar y para demostrarle a la mayoría opositora que todavía manda y que si no le importa maltratar de esta forma a quienes están bajo su custodia a pesar del escándalo porque son presos políticos reconocidos, qué pueden esperar el resto de los mortales venezolanos.
De este modo, Maduro mantiene su frente de guerra. Y reta públicamente a los militares a que den “un paso al frente” en defensa de un sistema fracasado, hambreador, hazme reír del mundo entero y además, la Asamblea Nacional saliente, la que estaba controlada por Diosdado y su combo, le hizo el regalo final al nombrar los últimos días, a los magistrados que conformarían el frente contra las decisiones de la nueva Asamblea Nacional. Claro, Maduro no quiere hundirse solo. Él quiere que lo acompañe el Poder Judicial y la Fuerza Armada.
Quien está perennemente tratando de fortalecer y consolidar sus frentes de batalla para mantenerse en el poder a costa de lo que sea, no cree en la amnistía y mucho menos en la reconciliación. La amnistía le libera y devuelve al país a quienes por años han dado una férrea lucha por la democracia y el Estado de derecho, y la reconciliación entre los venezolanos le quitaría el porcentaje de ciudadanos que todavía “domina” a cuenta de dádivas, del miedo que les impone al decirles que les quitará lo que el gobierno les ha dado, o amenazarlos con sus puestos de trabajo en la administración pública.
Solo un gobierno fuerte, sólido y que cree en sí mismo, es capaz de aceptar sus culpas y remediarlas, de aplicar justicia donde tenga que aplicarla, de llamar a la reconciliación del pueblo para intentar remar hacia delante con todas las fuerzas hacia la transición, y buscar la forma de salir de los atolladeros profundos en los que se encuentra sumergido. El Salvador, Guatemala, Chile, son ejemplo de esto. En cambio, el débil gobierno venezolano que se mantiene a la fuerza, que reprime y persigue en todas las formas a la población, no tiene ningún interés en ceder, en escuchar, en llamar al diálogo.
Lo que nunca se imaginaron es que se enfrentarían por primera vez en mucho tiempo, a un frente mayoritario escogido por el pueblo. Que perderían estrepitosamente el 6 de diciembre su mayoría en la Asamblea Nacional. Que el pueblo, harto de tanto circo y poco pan, le dijo sí al cambio y votó por la alternativa democrática. Ahora, Nicolás tiene quien le responda, quien le exija, quien lo controle y quien denuncie y procese las arbitrariedades, la corrupción y la ineptitud de 17 años de atraso para nuestro país.
Tampoco previó el régimen de Maduro, por la ceguera y sordez que siempre han padecido para enfrentar los verdaderos males del país, que su frente opositor más contundente es la población hambrienta y desesperada, esa gran masa que está buscando leche para sus hijos, porque ahora ya no lloran porque se cayeron o porque otro niño les pegó… ¡ahora lloran porque tienen hambre!