El profesor de la Universidad de Chile, José Noguera Santaella, afirma que la economía venezolana tiene 40 años que no crece
Enrique Meléndez
El economista José Noguera Santaella considera que lo primero que hay que hacer frente a una economía inflacionaria y recesiva como la de Venezuela es establecer un sistema de libre convertibilidad cambiaria, pero, además, apelar a tres principios básicos: información, transparencia y rendición de cuentas.
¿Qué piensa de la forma como se ha venido manejando la economía venezolana?
La economía venezolana tiene problemas muy severos, tanto coyunturales (escasez, altas tasas de inflación), como estructurales, ya que la economía venezolana tiene 40 años que no crece. Si tú te vas a la historia económica de Venezuela, ves que cuando reventó el Pozo Barroso en el año 1922 la economía comenzó a crecer de una manera casi lineal hasta el año 1977.
En ese año baja en términos de ingresos per cápita bruscamente hasta el año 1983. El nivel del año 1983 fue el mismo de 1956, es decir, retrocedimos 20 años. A partir de allí la economía ni crece ni decrece, se ha mantenido en ese nivel. A pesar de eso nosotros estamos peor, porque en el año 1956 la gente no compraba pañales desechables, no compraba celulares. Es decir, no compraba muchas cosas que nosotros sí adquirimos.
¿Está de acuerdo con la tesis muy generalizada entre los economistas de que hay que ir al Fondo Monetario Internacional para una asistencia financiera?
No es que es necesario un financiamiento del FMI, pero es posible. El problema es que Venezuela tiene una caída de su ingreso enorme, brutal. Estamos hablando de que hace cuatro años los ingresos pasaban de los cien mil millones de dólares. El año pasado eran 37 mil, algo así registra el FMI, y este año ellos prevén que vamos a tener ingresos de 18 mil millones de dólares, de los cuales hay que pagar 10 mil millones de deuda.
Eso significa que estás limpio, y si estás limpio tienes que sacar plata de algún lado. Ahora, tú para poder pedir prestado tienes que darle condiciones a quien te va a prestar. No solo garantizar que vas hacer buen uso de ese dinero, sino que vas a pagar. Yo dificulto que algún financista en el mundo internacional, excepto el FMI, le preste plata a Venezuela. Hasta los mismos chinos, a quienes el gobierno les pidió postergar el pago de la deuda por dos años, dijeron que no.
¿A cuánto pudiera llegar ese financiamiento?
Eso yo no lo sé, porque no hay cifras. Yo he hablado con amigos que tengo en la Cepal, en el FMI, en el Banco Mundial, de la OSD, y ellos han obtenido informaciones y estimaciones de terceras partes, y que por eso ellos consideran que no son muy exactas estas estimaciones. De modo que nadie sabe a ciencia cierta cuánto es lo que necesita Venezuela, excepto el BCV y el Gobierno, que son los que tienen las cifras en la mano.
¿Está en una situación hiperinflacionaria la economía venezolana?
El problema aquí es que todas esas son cifras subjetivas: si yo digo que hiperinflación es de 30% en adelante, ¿quiere decir que 29% no lo es? Esas son estadísticas que se usan para, de alguna forma, tratar de inferir información que te permita hacer un análisis económico. Pero lo relevante no es tanto si es 20 o 40 por ciento, como sí que la inflación es muy alta y se te está escapando de las manos.
“Aquí se hace todo lo contrario a lo que indican los libros”
Hay dos escuelas económicas que tienen un punto de corte: unos dicen el 50% mensual, otros el 30% mensual. Pero eso es una discusión internacional, de modo que cuando tú me preguntas cuáles economías están en hiperinflación, yo te digo cuales. De todas formas, de acuerdo a esos estándares, Venezuela no ha llegado ni al 30 ni al 50 por ciento mensuales.
El economista Ángel García Banchs dice que no hay hiperinflación, sino hipermafias, es decir, una inflación inducida. ¿Qué piensa usted?
Si tú no tienes plata, tú no puedes comprar, y si tú no puedes comprar, el vendedor no puede vender y te va a bajar el precio. Entonces, ahí no influye la mafia. En macroeconomía 01, una de las cosas que más se fija es lo que se llama la ecuación cuantitativa: M x B = P x I. Eso lo que quiere decir es, sencillamente, que a largo plazo el crecimiento de la cantidad de dinero se refleja en los precios.
Cualquier otro movimiento es temporal. Afirmaciones de este tipo son muy temerarias. Nosotros tenemos una mala experiencia en la América, desafiando la teoría cuantitativa, que es como se llama todo esto. Esta es una teoría que aparece en la Edad Media, la rescata John Locke en el siglo XVII. Después la rescata Irvin Fisher a principios del siglo XX, y se murió hasta que la rescata Milton Friedman en la década de 1940.
En reacción a Friedman la gente de izquierda comenzó a decir que la inflación no era causada por la cantidad de dinero, y con base a eso aparecieron varias escuelas neo-marxistas, estructuralistas, que nos llevaron a las experiencias de las inflaciones en Sudamérica desde la década de 1950, acentuándose con la caída de Salvador Allende, cuando comenzamos a tener inflaciones de mil por ciento. Fue el momento en el que se dijo: esto no es así. La inflación se trata de un fenómeno monetario.
Pero, por ejemplo, a los contrabandistas les conviene la inflación, porque a medida que se golpea el bolívar hacia la baja, más litros de gasolina pueden comprar. ¿No le parece?
Durante la gran depresión en la década de 1930 en EEUU hubo gente que hizo grandes fortunas. Lo mismo ocurrió durante la gran depresión alemana, donde la inflación se ubicaba en 50 mil por ciento al mes. Pero porque alguien haga una fortuna, tú no puedes decir que esa es la regla. Hay situaciones que se parecen y tú tienes hoy en día una situación que permite ese tipo de cosas.
Eso es como el bachaqueo. El gobierno subsidia y te da una cuota, y hay gente que está en el mercado afuera que está dispuesta a pagar más. El bachaquero compra barato y vende caro. Lo mismo sucede más allá de la frontera. Gente que compra barato y vende del otro lado más caro. Pero eso no es inflación. Eso es un fenómeno distinto. Eso es lo que se conoce como arbitraje, y ese fenómeno es consecuencia de que tienes unos mercados que están en desequilibrio. Eso es fundamentalmente lo que ocurre.
¿Usted cree que con una unificación del tipo de cambio y la legalización del mercado negro de divisas se pueden lograr los equilibrios macroeconómicos?
El objetivo de un banco central es corregir la inflación y generar empleo, y para lograr esas dos cosas el Banco Central de Venezuela necesita tomar dos decisiones que son fundamentales: una, cuánto dinero va a haber en la economía que tenga capacidad de comprar la oferta de productos que existe en el mercado, pero el problema con nuestro BCV es que no informa sobre cuánto se está produciendo en este momento.
La segunda decisión que hay que tomar, que es vital, es lo que se conoce como el trilema, pues todo gobierno quiere estabilidad, que haya flujo de capitales y que el Banco Central pueda tomar decisiones. Por ejemplo, con una política monetaria que corrija determinada recesión. El problema es que tú puedes conseguir hasta dos de las tres, pero nunca las tres. Eso es un principio básico.
Entonces en manos del Banco Central queda la decisión de dejar una por fuera, y la que va a dejar por fuera va a depender del tipo de cambio. Cuando adoptas un control de cambio como el que tenemos hoy en día, se está dejando por fuera a la libre movilidad de capitales, es decir, no se pueden comprar dólares u otra divisas extranjeras. El Gobierno lo ha dicho varias veces: la decisión de mantener el control de cambio es política, no económica.
“Yo dificulto que algún financista en el mundo internacional, excepto el FMI, le preste plata a Venezuela”
La política del control de cambio se adoptó después de la II Guerra Mundial, cuando las economías de Europa estaban totalmente arruinadas, pero al poco tiempo todos esos Estados comenzaron a restablecer la libre convertibilidad, como se había establecido desde los tiempos de Alejandro Magno, que es cuando se comienza a utilizar la moneda como medio de pago y apareció el primer tipo de cambio entre el oro y la plata. De modo que cuando tú adoptas un control de cambio, entonces vas a tener un mercado negro de divisas y va a seguir el mismo cuento. Es decir, no se va a resolver nada de fondo.
El otro sistema cambiario es el tipo de cambio fijo. Históricamente también desde los tiempos de Alejandro Magno, y hasta 1973, los gobiernos se empeñaban en que el tipo de cambio tenía que ser fijo. Eso se rompe cuando de los sistemas de Bretton Woods los países comienzan a desertar, y dejaron fluctuar libremente sus respectivas economías, y los países desarrollados van a disfrutar del hecho de tener un tipo de cambio flexible.
Porque el sistema de cambio fijo presenta el inconveniente, por ejemplo, que cuando tú tienes un boom petrolero, como los hemos conocido a lo largo de los años en Venezuela, comienza a entrar una masa de dólares que se van convirtiendo en bolívares, los cuales, por consiguiente, van a ir creciendo, y a continuación pasan dos cosas: primero, los precios van a ir subiendo y, al hacerlo, la gente comienza a darse cuenta de que el producto importado resulta más barato. Ese es el fenómeno del “ta’ barato, dame dos”.
Cuando eso ocurre, además, la gente de una manera espontánea comienza a comprar dólares y a comprar dólares, y la única forma de mantener eso es que el precio del petróleo suba y suba, sólo que el día que deje de subir, entonces vas a comenzar a tener problemas.
La otra cosa es que cuando tú le metes demasiado dinero a la economía, ese dinero va a los bancos y de alguna forma los bancos lo tienen que prestar, porque ese es su negocio. Para atraer a los clientes bajan las tasas de interés, y al bajar las tasas los inversionistas observan que, aun cuando el banco le da determinado interés por el depósito de su dinero, todavía colocando su dinero en el extranjero gana más, y entonces compra dólares.
Esto es lo que se conoce como la fuga de capitales. En consecuencia, así como entra el dinero, así sale. En otros términos, se ha producido un ataque especulativo contra la moneda, y que, posiblemente, se convierta en un problema financiero. Esto constituyó precisamente uno de los problemas más severos que dio origen a varias teorías del llamado ciclo económico de las crisis recurrentes en Europa en siglo XIX, y que es lo que hace que el sistema de Bretton Woods fallezca.
Cuando tú adoptas un tipo de cambio fijo, entonces tú estás renunciando a utilizar la política económica que tú quieres, sobre todo la política monetaria, por ejemplo, para combatir el desempleo. Ese es el problema, y el otro problema son las recurrentes crisis cambiarias que ocurren cuando tú tienes un sistema de cambio fijo.
El otro es el tipo de cambio flexible: oferta y demanda, sube y baja. Por supuesto, tú renuncias a la estabilidad de la moneda, pero tienes una gran ventaja y es que puedes utilizar la política monetaria como herramienta para combatir la recesión. Aparte de que con este esquema libre, a pesar de que entren muchos dólares, el Banco Central no puede vender ni uno, ya que la oferta y la demanda dirán cuánto vale eso. De esa manera se controla la tasa de inflación, y esa es una ventaja.
La otra ventaja es que si tú imprimes un bolívar, ese bolívar entra y no se puede ir, porque al comenzar a comprar dólares, el precio del dólar sube, pero el bolívar no se va, lo cual comienza a estimular la economía. La gran desventaja que tú tienes es que la moneda deja de ser estable. Pero en Chile, Perú, Colombia las tasas de inflación siguen siendo muy bajas. Han subido un poco: de 3 a 5 por ciento. Las monedas se han depreciado porque todas la economías que se basan en “commodity” han visto depreciada su moneda, pero uno no ve una inflación de mil por ciento como aquí. Lo cual quiere decir que el problema no está allí.
Hay otras economías que, así como uno ve de libre mercado cambiario, como la chilena, hay otras que no lo son tanto: en general las asiáticas, la misma Alemania. Ellos sí dejan fluctuar mucho, pero hasta cierto punto, entonces intervienen un poquito más.
Lo importante es que tú no puedes tener una moneda rígida, cuando la moneda está en el precio que no es. Eso es mala política. Hoy en día en el mundo entero, en lo que se refiere a poner un mal ejemplo de política monetaria, lo primero que sale a relucir es el caso de Venezuela.
Todo lo que indican los libros desde el primer nivel, cuando se comienza a estudiar economía, aquí se hace lo contario.
El economista Francisco Faraco dijo en entrevista con “La Razón” que, en lugar de hablarse de un default financiero, se debería hablar más bien de un default de hambre, que el gobierno le ha declarado al pueblo. ¿Qué piensa usted?
Las dos cosas son muy graves. El FMI estima unos ingresos este año para Venezuela de unos 18 mil millones de dólares, de los cuales hay que pagar 10 mil millones en deuda. Eso no lo estoy inventando yo. Esas son las cifras de ellos. Aquí el gobierno no ofrece cifras, y todas las que tú ves por ahí son inventadas, en el sentido de que son al ojo por ciento: parapeteando las cosas.
Entonces a este gobierno no le queda más camino que seguir recortando las importaciones o declararse en default, con todas las consecuencias que ello acarrea con la justicia internacional. Esa no es la solución, sino que la solución pasa por establecer una política monetaria creíble, que implica darle flexibilidad al tipo de cambio, y dar señales concretas de que tú vas a reactivar la economía.
¿Cómo controlar el problema de la inflación?
Yo he escuchado mucho aquí en Venezuela que lo primero que hay que hacer aquí es impedir que el gobierno siga financiando el déficit fiscal, emitiendo billetes. Ese es el origen de la inflación, ciertamente. Pero esa no es la solución, y te lo digo en forma gráfica: si hay cinco peras y tú tienes cinco bolívares, tú puedes comprar las cinco peras, pero ¿qué pasa si no tienes sino tres bolívares? Se quedan dos sin comprar, y por ahí comienzan los problemas en la economía.
El gran problema de la inflación es la emisión de dinero, eso es verdad; pero lo más grave es la inercia. La inercia consiste en que en aquella economía, en la cual continuamente están subiendo los precios, continuamente están subiendo los salarios. Entonces, volviendo al ejemplo de las peras y los bolívares: tú tienes que imprimir dinero, para que aquellas dos peras puedan ser adquiridas, y no quiebren las empresas. Claro, a la larga eso se te transforma en una bola de nieve que va creciendo, pero tú no puedes cortar eso de un solo golpe.
Si tú lo haces entonces la economía entra en una recesión. Tiras un millón de tipos a la calle, desempleados. De modo que esa no puede ser la solución. Porque tú le cortas al BCV la posibilidad de manejar la inflación. Esa es la receta ortodoxa: cortar esa fuente de dinero. Eso se aplicó en la década de 1980, ocasionando grandes recesiones en varios países. El neoliberalismo, y hubo una reacción contra eso.
A principios de la década de 1990 se comenzó por Nueva Zelanda a ensayar un esquema en el cual el banco central asumía una estimación de la inflación, por ejemplo 50%, y entonces todo se ponía a girar en función de ese 50%: salarios, producción económica. Ahora, esto requiere credibilidad, y la credibilidad consta de tres patas: información, transparencia y rendición de cuentas. Este es un modelo que han adoptado más de treinta países, y han controlado la inflación.