Chávez y Maduro mantuvieron durante 17 años un Estado, que lo menos que se puede calificar es de exitoso y revolucionario
Luis Fuenmayor Toro
Las contradicciones gubernamentales entre lo que dicen y lo que hacen son hoy tan grandes, que no puede sino causar estupefacción que alguna gente llegue realmente a creer y a defender lo que afirman. No me refiero a la mafia dirigente del país ni a sus cómplices; ellos tratan de engañar y confundir a la mayor cantidad de venezolanos, para mantenerse en el poder y seguir disfrutando de sus mieles. Tampoco hablo de quienes hacen jugosos negocios con o a través del Gobierno; estos están conscientes de las falsedades y la manipulación, pero sus intereses económicos están siendo muy favorecidos y se empeñarán en que la situación continúe sin mayor cambio. Dejo aparte también al lumpen, a los desclasados, a quienes viven generando desgracias, muchas veces a sus vecinos y familiares, otras a desconocidos que tienen el infortunio de cruzarse en sus tétricos caminos; es la escoria social que se vende al mejor postor.
Recientemente, los opinadores oficiales, cuya lúgubre tarea es poner a circular los contenidos del discurso oficial mentiroso, que se refresca periódicamente para aparecer como nuevo, comenzaron a denunciar al “rentismo” como el responsable del fracaso gubernamental. Básicamente se trata del mismo expediente de siempre: responsabilizar a otros de las culpas propias. El causante de nuestros males es el señor rentismo, no son nuestros gobernantes que durante 17 años asumieron una política rentista, pese al fracaso de la misma en manos de los gobiernos adecocopeyanos, a los cuales supuestamente superaría el chavecismo. En este discurso ya hay una contradicción, que puede hallar cualquiera medianamente despierto: se estaría aceptando que los gobiernos adecos y copeyanos fueron también víctimas del señor rentismo como Chávez y Maduro, y no malos gobernantes como han sido acusados.
El discurso remozado, ahora sobre las culpas del rentismo, llega a calificar al Estado venezolano actual de burocrático, ineficiente e improductivo, lo cual significa que Chávez y Maduro mantuvieron durante 17 años un Estado, que lo menos que se puede calificar es de exitoso y revolucionario. Si este discurso es cierto, el propio Maduro está negando la existencia de la revolución que tanto pregonan y está aceptando un estrepitoso fracaso. Es tan clara la contradicción, que debería hacer recapacitar a los izquierdistas que todavía apoyan al gobierno chavecista. Pero hay más; seguidamente, sin pasar muchos días, Maduro anuncia la explotación minera del llamado arco de Guayana, con la invitación a una serie de empresas extranjeras a participar en la extracción de diamantes, oro, coltán y otros minerales. De nuevo el mismo señor “rentismo”, que saca simplemente del subsuelo materias primas para exportarlas.
Materias primas muy apreciadas, como el petróleo, pero que al no ser procesadas en el país no significan nada desde el punto de vista del desarrollo nacional. A lo sumo se obtendrá un ingreso de divisas mientras dure la explotación y los precios sean favorables, lo mismo que ha ocurrido siempre con el petróleo y que había sido denunciado, por el gobierno chaveco, como la causa de los males actuales. Mientras ese ingreso no se utilice prioritariamente en el desarrollo industrial del país, en ciencia y tecnología nacionales y en capacitar al trabajador venezolano, para realizar trabajo calificado, permanente y bien remunerado, seguiremos en el subdesarrollo, la miseria y la ignorancia, que sólo han beneficiado a quienes nos han gobernado por lo menos desde 1959 para acá. Es más que evidente la contradicción; no hay que ser muy inteligente para comprender que se trata de un discurso falso y manipulador.
Pero la manipulación perversa va más allá del discurso. En su lucha contra la oposición agrupada en la MUD, con la cual curiosamente ha llegado a acuerdos como el de la integración ilegal del Parlatino y el Parlasur, moviliza a grupos poco numerosos de partidarios fanatizados, amenazados o comprados, para que manifiesten su descontento y rechazo a leyes que incluso los favorecen. Estas manifestaciones organizadas por el Gobierno, que no por la gente ni por el PSUV, se pronuncian insólitamente contra que se otorgue la propiedad de los apartamentos de la Misión Vivienda a sus adjudicatarios. Con los argumentos más pueriles denuncian que esas viviendas van a ser pasto del capitalismo salvaje. Otra manifestación enfrenta una ley de la Asamblea Nacional sobre la producción venezolana, esta vez con denuncias de que dicho instrumento legal privatizaría Pdvsa, Cantv, la CVG y las empresas expropiadas por el Gobierno en estos 17 años, la inmensa mayoría paralizadas.
Mientras el público se entretiene con estos “conflictos”, el Gobierno privatiza con empresas transnacionales las explotaciones de oro, diamantes, coltán, bauxita, hierro, del Arco Minero del Orinoco, y lo hace inconstitucionalmente violentando la soberanía nacional. Si hay algún capitalismo salvaje es el de empresas como la canadiense “Gold Reserve”, que demandó a Venezuela en el CIADE por 750 millones de dólares por la eliminación de su concesión minera en 2009. Hoy, a esta más que conocida depredadora del ambiente, el gobierno “revolucionario” y “antimperialista” le devuelve la concesión y establece una asociación en la que el Estado venezolano se queda con sólo 55 por ciento. Pregunto: ¿Quiénes son los privatizadores? ¿Quiénes están hipotecando las riquezas minerales del subsuelo? ¿Quiénes siguen instrumentando políticas rentistas, ahora con los minerales de Guayana?
Es claro que el discurso oficial es mentiroso, manipulador y esconde acciones antinacionales del Gobierno. La codicia de la claque gobernante es infinita. Así como desaparecieron 1,3 billones de dólares del petróleo, también evaporarán los 200 mil millones de dólares de esta explotación minera. Nada quedará de infraestructura industrial, sólo destrucción de la naturaleza y frustración.