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Cabeza fría y análisis objetivo

Elecciones parlamentarias 6D

Para el PSUV lo ideal sería que no hubiera elecciones hasta 2019, para ver si con la entrega antinacional del Arco Minero del Orinoco y una posible recuperación de los precios del petróleo, obtiene suficientes recursos


Luis Fuenmayor Toro

En los momentos más difíciles es cuando hay que ser lo más cerebral posible, lo que significa que el juicio no debe ser nublado por pasiones de ningún tipo. Ciertamente, como la terapéutica médica, el quehacer político no es en términos estrictos una ciencia, pero para ser exitoso tiene que basarse en una visión lo más científica posible de la realidad, lo cual está muy lejos de ser una tarea fácil pues la realidad sociopolítica es complejísima y, a diferencia de las ciencias naturales, sus leyes no tienen el mismo carácter objetivo y constituyen aproximaciones, a parte que depende de demasiados factores totalmente incontrolables. La terapéutica médica tiene como base cierta una ciencia: la farmacología, y aún así, en casos de gran dificultad puede fallar, pues, como la política, depende de factores no reconocidos científicamente todavía. En ambos casos pesa mucho la experiencia, en el caso de la terapéutica, la de los médicos, y en el caso del quehacer político, la de los políticos, de quienes se han pasado su vida dedicados al “arte de la toma del poder”.

La situación política actual de Venezuela tiene estas características de dificultad, por lo que los grupos políticos actuantes, me refiero a todos, incluyendo a quienes luchamos por vencer la exclusión política que se nos quiere imponer con la polarización, deben afinar su exploración de lo que sucede en todos los sectores y niveles, para saber en qué sentido avanza el proceso de descomposición, las fuerzas actuantes y su real poderío, los intereses en juego, tanto nacionales como internacionales, pero además deberían despojarse de creer que los “deseos empreñan”. En muchísimas ocasiones oímos y leemos opiniones, que se producen en función de lo que los opinadores consideran el deber ser, como si alguna fuerza sobrenatural estuviera impulsando los distintos procesos. Otros análisis no son más que arengas, que recuerdan a los boxeadores cuando dicen que le quitarán la cabeza a su contrario en determinado momento del combate.

En “De Frente con Venezuela” seguimos creyendo que independientemente que existen en el país distintas posibilidades en el devenir de la realidad política, las probabilidades de ocurrencia de los distintos escenarios conocidos está muy lejos de ser la misma. Tenemos las mismas dificultades que tienen muchos de quienes están en la lucha política venezolana actual, la más importante de todas es que no tenemos acceso a toda la información existente, por lo que debemos intuir o suponer cosas a partir de las declaraciones y conductas de los actores principales, quienes se supone tienen acceso a mayor información. No sabemos, por ejemplo, lo que ocurre dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cuya dirección actual parece respaldar en forma firme al gobierno de Maduro. Ni siquiera podemos estar seguros que ese aparente monolitismo sea verdad. Tampoco conocemos de primera mano el proceso de descomposición interno del PSUV, las luchas internas por el liderazgo, las distintas opiniones y confrontaciones en relación al rumbo que se le debe imprimir al proceso en esta coyuntura.

Otro tanto podríamos decir de la oposición restauradora agrupada en la MUD. Para todo el mundo es claro que tiene muchas contradicciones internas y que está fracturada en por lo menos dos grupos, pero no sabemos la intensidad de estas contradicciones, ni si la necesidad de acabar con este gobierno es capaz de opacar las luchas internas. Tampoco estamos enterados de las conversaciones y los acuerdos que su cogollo o parte de él realizan con el PSUV y el Gobierno o con sectores de los mismos. Los otros partidos, motivados por una existencia autónoma independiente de la MUD y del PSUV (incluyo a los grupos disidentes del chavecismo), son agrupaciones pequeñas, con poca influencia en la población y, aunque algunos realizan esfuerzos por constituir movimientos unitarios, están demasiado dispersos como para transformarse en fuerzas con cierta influencia en el país. Si quieren serlo, deberán establecer y acordarse sobre un programa único inmediato para la coyuntura, independientemente de que discutan en relación al quehacer a mediano y largo plazo.

De todos los escenarios posibles, seguimos pensando que el más probable es el de las elecciones de gobernadores y consejos legislativos regionales a fines de este año. Éste es un escenario que tiene existencia propia, que no requiere de la voluntad de alguien en particular, como es el caso de la renuncia del Presidente, que no necesita de aprobaciones especiales o particulares de determinados organismos, como si requieren los escenarios de la enmienda, el revocatorio y la constituyente. Es un escenario en el que no debe estar interesado el Gobierno, pues sabe que recibirá una aplastante derrota. Para el PSUV lo ideal sería que no hubiera elecciones hasta 2019, para ver si con la entrega antinacional del Arco Minero del Orinoco y una posible recuperación de los precios del petróleo, obtiene suficientes recursos, para volver a engañar y manipular a los venezolanos con las limosnas a que los tiene acostumbrados, y ganar nuevamente las elecciones presidenciales.

A esas elecciones y a todo proceso electoral que surja, antes o después de las mismas, como consecuencia de cualquiera de los escenarios existentes hoy, hay que ir con una ley electoral que garantice la proporcionalidad entre los votos recibidos y los puestos otorgados en el organismo deliberante de qué se trate. Sería la única manera de darle mayor pluralidad al escenario político existente, de erradicar la nociva polarización actual y de que nuevos actores comiencen a asumir un papel distinto al de los payasos actuales.