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La relación política cubano-venezolana con los Estados Unidos

Ya la burocracia cubana dejó de mirar al imperio como el causante de todos sus males

 


Oscar Battaglini

El mundo en el que hoy vivimos continúa siendo en lo fundamental, el mundo surgido del desenlace de la Segunda Guerra Mundial, hecho este que le otorgó definitivamente a los Estados Unidos el lugar preponderante o hegemónico -para decirlo en un término más preciso- que ha ocupado desde entonces. El despeje político militar producido por las dos guerras mundiales, le abrió el camino a ese país para convertirse en la indiscutida potencia mundial en la que luego se convertiría.

La Conferencia de Bretton Goods, que tuvo lugar entre el 1º y el 22 de julio de 1944 en New Hampshire, Estados Unidos, hacia el final de la SGM, contó con la participación decisiva del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y tuvo como propósito la regularización del sistema monetario y el orden financiero internacional. Pero de allí no sólo emerge el dólar como divisa internacional, sino que derivan otros hechos de consideración, como fueron, en lo político: el considerable aumento de su influencia geopolítica; en lo económico: la globalización de su economía con el incremento de los mercados internacionales; en lo bélico: la expansión de su dominio militar a gran escala mediante la instauración de bases estratégicamente distribuidas alrededor del mundo; en el área de las comunicaciones: la telefonía, radio, televisión, comunicación satelital; en lo científico-tecnológico: su innegable desarrollo de en muchas áreas; en lo cultural: mediante la expansión de su modo de vida (way of life) y la inserción a escala planetaria de su modelo cultural a través del cine, la televisión, la literatura, la música (el jazz, el rock, etcétera). A esto debemos añadir que con la implementación del Plan Marshall Estados Unidos se convierte en el financista reconstructor y principal acreedor de los países europeos devastados por la guerra. Éste plan estaba además destinado a contener el avance del comunismo en el viejo continente, lo que inevitablemente deriva en un enfrentamiento con la antigua Unión Soviética, cuya tensión se tradujo en la llamada “Guerra Fría”. En su conjunto, estos factores contribuyeron vigorosamente a consolidar su poderío de superpotencia.

Por otra parte, el desarrollo de ese proceso acentúa y profundiza en Latinoamérica su condición de dependiente sub desarrollada y neocolonial de los Estados Unidos. De esa manera se crean los elementos que iban a permitirle a ese país, la reafirmación de su dominación económica y en general sobre un área que desde comienzos del siglo XX venía proporcionándole ingentes beneficios, como lo fue y aún sigue siéndolo en su condición de seguro y confiable proveedor de materias primas de la más diversa índole, particularmente aquellas de carácter estratégico, o como mercado cautivo tanto para la colocación de sus productos, como para la inversión segura de capitales. En las nuevas circunstancias generadas por la guerra, para los Estados Unidos se hacía todavía más imperiosa la necesidad de mantener a América Latina bajo su control omnímodo, dada las enormes exigencias que tenía que afrontar debido al papel preponderante que pasa a desempeñar en la determinación de la dinámica general de la economía mundial, y sobre todo por la urgencia de dotarse de un mercado cada vez más amplio para las exportaciones de bienes y capitales. Esto explica el intento de los Estados Unidos de impedir a toda costa la industrialización de América Latina o de permitirla en alguna medida, sólo en concordancia con sus intereses de gran potencia

Es durante este período de confrontación gélida con la Rusia stalinista, que Estados Unidos impulsa a todo lo largo y ancho de la región, la implantación de un considerable número de dictaduras militares y gobiernos autoritaristas y represivos de cosmética apariencia democrática, sujetos a su dominio y control. Demás está decir que todo esto pudieron hacerlo con la complicidad de tales regímenes y la activa participación de las clases propietarias de la región, las cuales preferían verse privadas definitivamente de su independencia y autonomía con tal de conservar alguna participación en sus respectivas economías nacionales y mantener el control del aparato del Estado subordinado al todopoderoso influjo de la geopolítica estadounidense. Para ello, la política norteamericana se revistió una vez más de la proverbial simpleza, pragmatismo y brutalidad que tradicionalmente ha caracterizado tanto su política exterior como la conducta que en éste sentido han observado históricamente los círculos gobernantes de ese país.

Esa es en parte la brecha que intenta cerrar Obama en medio de los conflictos bélicos que irónicamente los Estados Unidos promueven alrededor del mundo (Afganistán, Irak, Libia, Siria, etcétera). En América Latina, en general, podemos decir que se ha impuesto un cierre a los golpes de Estado militares tanto como a los regímenes dictatoriales promovidos por el país del norte. Esto es lo que hace posible que las diferencias políticas con los países del Alba sean procesadas diplomática y pacíficamente. Se trata de una tendencia que seguramente habrá de aumentar al concretarse definitivamente los tratados de paz que actualmente discuten las Farc y el gobierno de Colombia, y por efecto de las negociaciones que vienen adelantando Cuba y los Estados Unidos en procura de la regularización de sus relaciones políticas y el desarrollo de planes económicos que persiguen la implantación en el espacio insular, de un modelo económico semejante al que actualmente existe en China que, cómo se sabe, ha sido impulsado por capitales aportados por transnacionales de los Estados Unidos, la Unión Europea y de otras áreas del mundo capitalista desarrollado.

Ahora Cuba no representa ninguna amenaza para la seguridad de los Estados Unidos, ni forma parte de los países promotores del terrorismo en el mundo, y si quedaba alguna duda a este respecto, la presencia de Mr. Obama en la mayor de las Antillas, se encargó de barrerlas, con lo cual quedó asegurado el éxito de las negociaciones en marcha. Tanto es así que ya la burocracia cubana dejó de mirar al imperio como el causante de todos sus males; en la nueva visión que se tiene de éste, Obama aparece como un hombre “honesto” -según la afirmación de Raúl Castro- quien además -sigue diciendo- “ha venido tomando en relación con Cuba, decisiones positivas aunque insuficientes”. Esa es la visión que mejor se acomoda con su interés de salvarse de la crisis terminal que lo acogota, y de perpetuarse en el poder con la ayuda del imperio.

Llama la atención que mientras la burocracia cubana se conduce de esta manera frente al imperio, en Venezuela, el gobierno madurista sigue utilizando en su contra el mismo lenguaje estereotipado que el stalinismo moscovita impuso en el seno de la izquierda tradicional de nuestro país y de toda América Latina. Es tal la sumisión que Maduro y su gobierno practican con respecto a la burocracia que después de más de medio siglo sigue gobernando en Cuba, que en su último viaje a la isla, en vísperas del viaje de Obama, tuvo que haberse enterado suficientemente de la verdadera intencionalidad de dichas negociaciones y sin embargo, no ha sido capaz de formular ningún juicio crítico, ninguna objeción, ninguna mención al internacionalismo revolucionario con los pueblos hostigados, nada de Guantánamo, nada. Probablemente a eso se deba el poco respeto que Obama y el imperio sienten por Maduro y su gobierno.