Las arengas guerreristas son muy preocupantes, porque lucen irresponsables, sobre todo al provenir de quienes tienen el poder
Luis Fuenmayor Toro
Como dice el gran amigo y compañero de luchas Marcos Gómez, dentro de este desastre, que algunos insisten en llamar revolución, hay muchísima gente que tiene fuego, pero sólo en la lengua y más nada. Recientemente, uno de estos “aguerridos” combatientes dijo con grandes aspavientos que les “sabe a un pito que se acabe el carácter pacífico pero la revolución se mantendrá en el poder”. No sé de dónde le salió al amigo, venido de Acción Democrática y con militancia posterior en el MEP, esta disposición guerrerista tan arrojada, muy parecida a la de quienes dicen que “no se dejarán arrebatar sus libertades”, para inmediatamente exhortar al pueblo a luchar contra las “invasoras fuerzas imperiales” o contra las huestes de la derecha, que sí existen pero que son fácilmente controladas con la simple policía.
Estas declaraciones son muy parecidas al “como sea” del presidente Maduro, y posiblemente fueron estimuladas por el infinito deseo de halagar al poderoso, como una forma de agradecimiento a quien le entregó un partido construido sobre el prestigio de otra persona. La importancia de estos grupos para el Gobierno no radica en el respaldo popular que tienen, pues éste es muy bajo, lo que significa que no son los votos los que soportan la necesidad del Gobierno de tenerlos como aliados. Realmente son sólo la fórmula que le permite al chavecismo presentarse ante el país y ante la comunidad internacional como un gobierno “amplio y plural”, producto de una coalición de numerosos partidos políticos, muy “representativos” de la sociedad venezolana. También le permite mantener la ficción nacional e internacional de la existencia de una democracia participativa y protagónica.
Las arengas guerreristas son muy preocupantes, porque lucen irresponsables, sobre todo al provenir de quienes tienen el poder. El problema de la paz no puede tratarse en forma tan ligera, como si no significara nada para el país. No es lo mismo la guerra que jugar a la guerra. Si se desencadenara una violencia fratricida se generaría muerte y destrucción en niveles muchísimo mayores que los alcanzados en estos 17 años de chavecismo pseudorrevolucionario, y la sufrirá precisamente el mismo pueblo que hoy sufre las consecuencias de la irresponsabilidad, la ignorancia y la soberbia de quienes tienen en sus manos las riendas de nuestros destinos. Llamar al pueblo a defender la revolución, como si ésta fuera una creación popular o el pueblo hubiera sido beneficiado en algo por ella, es una cobardía de marca mayor, pues los causantes del desastre lo que hacen es escudarse detrás de la gente común.
Así cualquiera es muy valiente, pues hace descansar en otros, precisamente en quienes han sido atropellados por este gobierno, la defensa del régimen, mientras sus jefes y dirigentes, políticos y partidistas, estarán muy lejos, a buen resguardo, con el dinero producto del robo descarado de nuestras riquezas, en cualquier país o isla paradisíaca, sin peligro ninguno. El pueblo que ponga los heridos y los muertos, que sus hijos sean quienes sufran las consecuencias. Los jefes estarán tranquilamente esperando el desenlace para regresar “triunfantes”, en el improbable escenario de una victoria para Venezuela, o para fundar un gobierno en el exilio, que les permita de alguna manera seguir disfrutando de privilegios, apareciendo como nuestros legítimos representantes y chupando como sanguijuelas lo que todavía queda.
Cuando vemos una micro movilización efectuada por el Psuv o el Gobierno (al final es lo mismo) en Caracas, realizada hace pocos días, donde supuestamente se harían unos ejercicios militares para enfrentar la invasión imperial, con Aristóbulo a la cabeza de la misma, inmediatamente nos percatamos de la indefensión en que estamos ante un verdadero ataque de ejércitos extranjeros, y no me refiero al Estadounidense sino al colombiano o al mismo guyanés. No es con unas marchas escuálidas ni con arengas destempladas que puede tenerse alguna mínima posibilidad de disuadir al enemigo imperial. Estas payasadas lo que significan es que estamos en propaganda de guerra y no en guerra, que no se cree realmente lo que se denuncia y que simplemente es parte de la lucha electoral con la MUD. Pero jugar con fuego puede hacer que terminemos en un incendio.