Venezuela está en manos de un tirano que se mantiene en el poder porque los militares así lo permiten
Tamara Suju Roa
No hay nadie, en todos los países que he visitado, que haya dejado de preguntarme cuándo será el momento en que los venezolanos dirán “ya basta” a tanta injusticia, calamidad, zozobra y caradurismo. Nadie. Políticos, parlamentarios, periodistas, gente en los foros, en las calles, en los taxis, en las aduanas de los aeropuertos… nadie se explica cómo en un país petrolero, los bebes, los enfermos terminales y los pacientes de las emergencias están muriendo por falta de insumos médicos, cómo niños están muriendo por desnutrición, cómo venezolanos están cruzando las fronteras desesperados por alimentos, y peor aún, cómo están siendo encarcelados por hacer colas para sobrevivir.
La explicación que hago, es que Venezuela está en manos de un tirano que se mantiene en el poder porque los militares que conforman el alto mando y la sumisión del Consejo Electoral y del sistema de justicia encabezado por el TSJ, así lo permiten.
Hoy, el Gobierno venezolano es un Gobierno para militares, para que se distribuyan los ministerios que deberían estar en manos de civiles, para que asuman el control del sistema de alimentos y su distribución, para que controlen los puertos y aeropuertos, para que se hagan cargo de la Pdvsa paralela creada por Maduro y así poner en control de ellos el tema de minas e hidrocarburos, para que controlen el sistema eléctrico e incluso, para que controlen las largas colas de personas que pacientemente esperan conseguir lo que sea en los supermercados.
Así pues, el Gobierno que ha creado Maduro para los uniformados, les permite hacer uso de la fuerza para controlar el malestar social a todo nivel y en todo el país, están presentes en la boca de las empresas básicas y productoras, en las puertas de los supermercados y abastos, en las calles y avenidas donde se realizan manifestaciones diarias, en las universidades, en los hospitales y clínicas, y si se descuida usted, estimado lector, los tendrá en la puerta de su casa, por si acaso se le ocurre cacerolear en la ventana.
Lograrlo ha sido solo cuestión de tiempo, represión, torturas y malos tratos, encarcelamiento ejemplarizante de líderes opositores e incluso muertos. No en vano, balas han atravesado las cabezas de nuestros muchachos. No en vano, cientos han sido heridos, terriblemente torturados, sometidos a procesos penales, vigilados y señalados.
Ya el mundo ha cambiado su percepción sobre quienes son los que se apoderaron de Venezuela y la llevaron al atraso económico y social que hoy vive
La persecución sistemática contra la población venezolana ha sido el método utilizado por la “revolución del siglo XXI” para someterlos, con miedo, con terror, con intimidación, y llegar así al momento histórico que estamos viviendo, donde el poder civil gobierna con el poder de las armas, en un nuevo modelo de “Tiranía cívico-militar del siglo XXI” que explica porque Maduro continúa en el poder.
A esto hay que sumarle, por supuesto, la conchupancia y complicidad de años de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos, contando sobre todo aquellos que recibieron la “beca” del Gobierno venezolano a cambio de su apoyo irrestricto y hoy están siendo acusados de corrupción y despilfarro. Algunos aún no quieren aceptar el fracaso de un proyecto que pretendió extenderse por Latinoamérica de la mano de los hermanos Castro, como siempre lo soñaron.
El tema del efecto Leopoldo López es importante de tomar en cuenta para entender la actitud de muchos venezolanos. La crueldad descarada con que el régimen trata al principal líder de un partido democrático, a pesar de los reclamos de las organizaciones nacionales e internacionales de DDHH, de presidentes de gobierno, ex presidentes, parlamentarios y personalidades que han pedido su liberación, han hecho mella en quienes quieren salir y manifestar su descontento, exigir sus derechos constitucionales, pero temen a la represión.
La Tiranía cívico-militar del siglo XXI se da el tupé, no solo de mantenerlo encarcelado, sino también de tenerlo aislado, realizándole cobardes y violentas requisas, acorralándolo contra una pared con un arma en el rostro para robarles sus escritos, quitándole la visita de su esposa, sus hijos, su madre, su familia, y hasta prohibiendo que cualquiera que pase por enfrente de su celda le hable.
Gente con la que he podido conversar me han dicho cosas como esta: “si le hacen a Leopoldo lo que le hacen, qué quedará para uno, que no es nadie”. La gente teme… y así se mantiene Maduro con sus uniformados, por esto los ha puesto a gobernar con él.
Pero esto durará hasta que reviente la cuerda que está estirada como una plastilina. El expediente de excesos y violaciones de DDHH aumenta, la corrupción, el blanqueo de capitales y las denuncias sobre funcionarios públicos y miembros de la Fanb metidos en el narcotráfico se consolidan, y ya el mundo ha cambiado su percepción sobre quienes son los que se apoderaron de Venezuela y la llevaron al atraso económico y social que hoy vive.
Cuando el pueblo ya no tiene más nada que perder, porque ha tenido que cerrar su negocio, ha perdido su puesto de trabajo, le han matado a su hijo o ha perdido un familiar porque no consiguieron la medicina o como operarlo, y además se acuesta con hambre, lo único que le queda es la dignidad y el instinto de supervivencia, y ambas son fuerzas que han marcado en el mundo la historia.
El pueblo venezolano esta hoy llamado a rescatar el futuro de sus hijos y los hijos de sus hijos y la meta es salir del régimen por la vía democrática, sin miedo.