Ha habido una guerra económica donde no ha importado el pueblo, ni los animales. Nada. Se ha pretendido destruir a Venezuela
Julián Rivas
Siguen matando negros en Estados Unidos. Debemos condenar los crímenes raciales en Norteamérica. Pero los intelectuales rajaos no se dan por enterados. Los periodistas y articulistas al servicio de la banca tampoco se dan por enterados.
El mundo es campo de agresión fascistoide. Tampoco se dan por enterados. En Venezuela no hay libertades, aseveran los intelectuales rajaos y los que escriben como “demócratas”, ocultando que la banca les paga. Aplausos.
Cuánta falta hace un debate realmente revolucionario en Venezuela. Los temas banca y comercio, la naturaleza del sistema financiero venezolano, la fuga de capitales, deben ser abordados seriamente.
Hay un problema con cierto giro en los valores con los que se conformó Venezuela y el resto de las sociedades latinoamericanas, desde las colonias ibéricas hasta inicios de los años ochenta del siglo XX. De las élites tradicionales, que usufructuaban el trabajo agrícola, la explotación minera, o un intercambio marítimo desigual, hemos pasado en este siglo XXI a algo peor, a una amenaza: vemos a una nueva derecha que no le da pena pedir injerencia de Estados Unidos en sus asuntos internos. Hay que meterle coco a esto: ya no faltan terratenientes, sino dueños de partidos. Algo de eso hace Henry Ramos con AD; Capriles y Borges con Primero Justicia; y Leopoldo López con su franquicia Voluntad Popular. Es grave, porque Ramón Guillermo Aveledo va a Washington, como figura de la MUD, y ofrece rebanar a la Fuerza Armada.
Por supuesto que hay que discutir sobre la matanza de negros en Estados Unidos y el ascenso del fascismo en esa nación, que se debate entre los proyectos reaccionarios de Hillary Clinton (anglosionista) y Donald Trump (racista). Habrá que considerar el silencio de negros como Agustín Blanco Muñoz, un intelectual rajao que ahora gusta viajar a Estados Unidos. ¿Qué dirán los negros “Chúo” Torrealba y Claudio Fermín?
Por cierto, hace unas cuatro semanas estaba en Maiquetía, sentado en un avión que iba a Barquisimeto. Llegó Claudio Fermín. Y como cosa curiosa apareció la presidenta de Consecomercio. Caramba, pero si esta señora parece la representación en vivo de las estampitas de imágenes demoníacas que aparecen en los libros de brujería.
Es una señora que siempre suelta declaraciones fuera de lugar. Según ella Venezuela está en una recesión y se trabajan 8 horas diarias “deberíamos tener 12 horas de trabajo diario porque tenemos que recuperarnos”. Otra perola, pide una tripartita entre trabajadores, patronos y Gobierno, al estilo cuatrorepubliano. “El Estado es el que le pone orden a todo, en este momento solo tenemos un maridaje con los trabajadores porque nos reunimos solo con los sindicatos”. Ja.
De antología es aquella expresión en la cual Cipriana condena la Ley del trabajo. “La Ley Orgánica del Trabajo no puede ser para beneficiar al trabajador”, dijo ella. Se suma a Gonzalo Barrios y aquello de que se roba porque no hay razones para no hacerlo. O de Ciliberto, “a las mujeres les encantan que la secuestren”. O el cucurucho de maní del viejo Miquilena. En 1994, Rafael Caldera permitió que Rafael Poleo quebrara su empresa para no pagar a los periodistas. Un viceministro dijo que no se podía hacer nada porque “la Ley se agotó”. Eso quiere Cipriana, que no haya leyes que protejan al trabajador.
Hace una docena de años desde Cuba llegó a San Fernando de Apure un ingeniero agrícola. Martín se llamaba el hombre. El gobernador de entonces le pidió a un amigo que provisionalmente fungiera como chofer y le facilitara la instalación en la entidad llanera, lo entretuviera, lo llevara a comer carne asada, le mostrara los campos para la posible siembra de caña, y lo movilizara puntualmente a las reuniones de trabajo, por supuesto. Entrado en confianza, el cubano le dijo al acompañante que su estadía iba a ser larga, que esperaba a su esposa, proceso complejo porque había que hacer varios trámites ante las autoridades de La Habana. Llevaba tiempo.
El acompañante, hombre de buen humor, le dijo con cierta picardía: “Bueno, pero mientras esperas a tu esposa puedes tener una novia por aquí. No se puede estar todo el tiempo solo. Te voy a presentar una prospecto. Tú decidirás”. Y una tarde lo llevó ante la dama, que no sabía nada de la trama del jodedor. Hubo la presentación de rigor, tómese el café, los chistes antillanos. Y la despedida, con la promesa de una futura visita. Ya en el carro el chofer preguntó: “Mira, Martín, ¿qué te pareció la jeva? Martín torció la cara. “Oye tú: en fealdad, solamente le gana… la muelte. ¡La muelte!.
Ja. Esta Cipriana va por lo mismo. Qué reaccionaria. Oponerse a los Clap, un instrumento de asistencia de alimentos, provisional, evidencia falta de juicio. Solamente una mujer así, desalmada, puede estar al frente de un gremio que en este momento se ha decidido hambrear al pueblo. Pudiéramos decir, las desgracias nunca vienen solas. O como El Quijote, un mal llama a otro.
Ya habrá más de un mojigato, falso demócrata, asegurando que uno es falta de respeto. Verdugo no chilla. A esta señora hay que denunciarla como enemiga del pueblo. Qué bárbara. Lo que ha pasado en Venezuela es grave. Consecomercio tiene mucha responsabilidad en este desmadre. La banca también.
El daño es obvio. Ha habido una guerra económica donde no ha importado el pueblo, ni los animales. Nada. Se ha pretendido destruir a Venezuela, el salario de los trabajadores, la moneda nacional, los símbolos patrios. Todo.
Una sociedad se construye con los ciudadanos y respetando el entorno. No es destruyendo una nación, para que un bloque imperialista burgués se adueñe de sus riquezas. No es viendo sufrir al pueblo en colas y acaparando, bachaqueando y evadiendo los impuestos que de paso el pueblo paga por IVA. No es poniendo a perros y gatos a pasar trabajo. Porque hasta el alimento para animales fue desaparecido. Se corre el riesgo de que sus dueños los lancen a la calle (lo que debería ser sancionado). Por lo demás, advertimos: las alcaldías de Acarigua y Araure deben tener un plan de emergencia para la atención de los animales domésticos abandonados. Mucho perro y gato deambulando por las calles de las ciudades gemelas.
Pero se requiere debate revolucionario. Dice Henry Lefebvre: “Las relaciones fundamentales de toda sociedad son las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a las relaciones de producción, sea las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre en si en el trabajo”.
Bueno, qué fu, Cipriana. Viva Venezuela, viva el pueblo, viva la clase trabajadora.