Realmente debemos preocuparnos por el estado mental de quienes están tanto en la dirección de estos organismos represivos, como de los que ejecutan las órdenes
Tamara Suju Roa
Cuando pienso en cómo definir la actitud de aquellos que con maldad son capaces de poner la cabeza de un joven de 18 años bajo sus botas, ponerle electricidad en su cabeza, golpearlo una y otra vez en todo el cuerpo y tirarlo al piso en interiores y puyarlo con un palo en sus genitales, trato quizás erróneamente de encasillar como llamarlos, pero una sola definición no basta, porque cada uno de estos “funcionarios de seguridad” pagados por el Estado, es decir, por todos los venezolanos, tienen algo de psicópatas, sádicos y morbosos.
Las últimas denuncias que se han recibido sobre torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes contra manifestantes y detenidos, entre ellos los apresados el 18 de mayo en la manifestación que hubo en Caracas, nos dice que realmente debemos preocuparnos por el estado mental de quienes están tanto en la dirección de estos organismos represivos, como de los que ejecutan las órdenes, agregando a los custodios de las cárceles, los fiscales y jueces a los que no les da ni un temblor de parpado escuchar los relatos de los torturados y a los supuestos comunicadores sociales afectos al oficialismo que además se burlan del dolor ajeno y hacen fiesta con ello.
El Sebin, el Cicpc, el Dgcim, la PNB y la Fanb tienen en sus filas a psicópatas a los que no les ha importado matar, herir, torturar y maltratar para servir a la “revolución chavista”, que no solo los alaba, sino que también los condecora, guindándole chapas en el pecho como si hubieran participado en grandes batallas, cuando lo único que han hecho es maltratar a una población que, sin armas, se defiende exigiendo sus derechos. El enemigo del régimen de Maduro no es una potencia extranjera, no son “marines” ni fuerzas especiales de la Otan, ni siquiera son guerrilla armada -como la que el mismo régimen mantiene con sus grupos irregulares violentos- no… el enemigo son los venezolanos, los jóvenes que siguen saliendo a las calles, las mujeres y ancianos desesperados que buscan comida o medicinas, los líderes políticos de la oposición democrática, los periodistas y trabajadores de los medios de comunicación y, en general, los ciudadanos que reclaman en la calle sus derechos, que exigen respuestas y rendición de cuentas.
Pero 17 años del chavismo-castrista los ha entrenado para tratar a los ciudadanos como enemigos de guerra. Para ejemplarizar con casos específicos de castigo y tratar con esto de atemorizar a la población. Ellos ya mostraron al mundo que están dispuestos a matar a nuestros jóvenes con tiros en la cabeza. También nos dijeron que pueden disparar a quemarropa para desfigurar a las personas o causarles heridas irreversibles de por vida. Nos dijeron que pueden torturar a mujeres indefensas, aplicarles electricidad o arrancarles el cuero cabelludo. Nos mostraron que son hasta sádicos, jugueteando con los genitales de los detenidos, violándolo a alguno o diciéndoles que los van a violar.
Tan envalentonados se sienten que además desobedecen órdenes de jueces, como por ejemplo el caso de Inés González, a quien a pesar de haberse ordenado su libertad, la mantuvieron presa en El Helicoide, o el más reciente, el caso de Lorent Saleh, que se encuentra en La Tumba, y a quien hace más de un mes el tribunal que lleva su causa ordenó su traslado al hospital para que fuera atendido de urgencia; el Sebin simplemente desconoce la orden y no lo ha trasladado. En un país con Estado de Derecho es impensable el desconocimiento de la orden de un Juez. En Venezuela, se burlan.
Es decir, estimado lector, tenemos dentro de los organismos de seguridad del Estado, funcionarios que por sus actos pudieran ser calificados como enfermos mentales, psicópatas y además envalentonados y apoyados desde el Ejecutivo por ser parte del sostén de la “revolución”, que a través del ejercicio de la represión para el control de las masas quiere silenciar la terrible crisis humanitaria que se está viviendo en Venezuela actualmente. También tenemos a sus creadores y benefactores, algunos de los cuales se pasean abiertamente entre la oposición y el gobierno, fingiendo ser ahora “agentes de paz” cuando miles de compatriotas les conocen el alma negra que llevan a cuesta y lo que son capaces de hacer.
No les importa el escándalo de las denuncias, no les importa que organizaciones internacionales de protección de DDHH conozcan sobre sus actos, no les importa incluso que sus propios familiares les reclamen por sus acciones y que hasta les dé pena que se les reconozca como familia de ellos –sobran testimonios que me hacen llegar- porque, al parecer, lo único que les interesa es demostrar obediencia al régimen, sin recordar que esto no los exime de su responsabilidad penal por delitos que son considerados de lesa humanidad, como las torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes.
No me cabe duda que la depuración de todos los organismos de seguridad debe estar entre las prioridades cuando Venezuela recupere su democracia. Nunca más se debe permitir que nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros hombres y nuestros ancianos sean tratados como prisioneros de guerra en su propia patria, aplicándoles técnicas de torturas importadas del comunismo, que algún día serán conocidas por toda la humanidad y sus gestores deberán ser juzgados.