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Editorial | Escuchar en lugar de reprimir

Tan grave como la crisis que padecemos es querer negar su existencia a la fuerza


EDE

La protesta es un derecho irrenunciable y los venezolanos deben ejercerlo cuando así lo crean necesario. Estos derechos se ejercen con valentía y nadie tiene que dar permiso para ello.

Cuando la gente alza su voz, un buen Gobierno debería prepararse para escuchar, para entender los reclamos, para resolver lo pertinente en lugar de planear un operativo represivo, de intimidación.

Gastar recursos en sabotear es no entender la dimensión de los reclamos, es estar de espaldas a la nación. Es tapar el sol con un dedo, engañarse cuando el resto del mundo lo ve todo muy claro. Lo sensato es que la protesta sea pacífica, es obvio.

Y, a decir verdad, no hay motivos para que sea de otra forma. Los venezolanos han aguantado con un vigor heroico la peor de las crisis que ha vivido la nación en las últimas décadas, lo han hecho en el marco de las leyes, soportando atropellos, padeciendo con civilidad, incluso, que su voluntad, expresada con claridad en las urnas el pasado 6 de diciembre, sea torcida por las decisiones de un tribunal que con sus acciones se ha transformado en un ente minúsculo, que será juzgado por la historia con una dureza proporcional al tamaño de sus desmanes.

Los racional es que los gritos que llevan a que la gente viaje por kilómetros, abandone la comodidad de sus casa, ponga a un lado su trabajo, sean escuchados, sean encauzados con responsabilidad.

El principio de buena fe nos obliga pensar que después del 1 de septiembre el país tiene oportunidad para cambiar para mejor. En lugar de una ruptura, Venezuela debe aprender a convivir.

Habrá país después de ese día y la nación seguirá, con sus virtudes y sus inocultables problemas. Queda de la dirigencia toda salir de las trincheras y poner el rostro hacia el sol.

Venezuela no soporta más indolencia. La inmensa mayoría de los ciudadanos merece ser escuchada, tomada en cuenta.

Las minorías deben ser respetadas y entender la importancia de su rol dentro de la sociedad.

Basta de triquiñuelas, de trampas y de la escalada represiva. La solución a los problemas debe ser democrática, con votos. Es un buen inicio. Escuchen a la gente que está por todos lados.