Imaginan Maduro y Padrino López que mediante el reparto miserable de bolsas de comida se van a recuperar política y electoralmente
Oscar Battaglini
La decisión en la que Maduro le exige a todos sus ministros que se sometan a la voluntad del ministro Padrino López en todo lo relacionado con la producción y distribución de alimentos en el país, no sólo convierte a este caballero en un superministro, sino que prácticamente sustituye a Maduro en la Presidencia de la República.
Se nos ocurre que si eso pasa con el Presidente, qué quedará para el pobre Aristóbulo, que de por sí, con esa decisión, ha sido convertido en un “mirón de palo”.
El propósito de esa malhadada decisión es, en apariencia, contribuir a resolver el problema de la alimentación que mantiene a millones de venezolanos sumidos en un estado de desesperación colectiva, haciendo colas gigantescas para ver qué consiguen para aliviar a sus respectivas familias.
En función de lo visto en anteriores oportunidades, seguros estamos de que esta nueva trama gubernamental para resolver este problema no alcanzará ningún resultado favorable, como ya ha ocurrido con todo lo demás que se ha ensayado con ese mismo propósito.
El negro Aristóbulo ha dicho -en su proverbial jaquetonería- que en lo que falta de año el Gobierno le torcerá el cuello a la situación planteada, pero eso no pasa de ser otro de los tantos desplantes a los que nos tiene acostumbrado su rol de baladrón.
En las manos de este Gobierno la crisis alimentaria no tiene solución. En primer lugar, porque todo cuanto acomete lo hace de manera improvisada y con piratería.
En segundo lugar, porque la estabilización productiva de la economía de cualquier país del mundo requiere de la puesta en ejecución de un plan nacional estratégico (de largo plazo) que el chavismo oficial no posee; y en tercer lugar, porque la economía venezolana está asentada o encuadrada dentro de un sistema dominado por el modelo económico colonial (de raíz extractivista y rentístico) que impide que en las condiciones actuales se pueda impulsar un proceso de desarrollo económico normal, es decir, productor de bienes y servicios transables.
Esto quiere decir que lo que está planteado hacer en materia económica, no se consigue con sólo “soplar y hacer botellas” como creen Aristóbulo, Padrino López y toda esa inepta camarilla burocrática.
En el caso de este último la cosa es peor. Él cree, como todo individuo imbuido de una mentalidad militarista (aunque lo niegue en público), que se trata sólo de un problema de orden, de obedecer y mandar.
Piensa Padrino que basta con impartir instrucciones para que la economía funcione, para que la distribución de los bienes se realice de manera adecuada, para que todo marche sobre ruedas.
Es lo que nos ha querido decir cuando habla de que todo comenzará a responder debidamente en el momento en que la burocracia de la que él forma parte, comience a gobernar de la manera que ahora se piensa, o que piensa el círculo militarista que lo acompaña, incluido el propio Maduro, que fue quien lo invistió formalmente de todos los poderes.
El resultado de todo esto –se puede anticipar- no será distinto al que ya hemos tenido oportunidad de conocer en relación a los cinco motores de Chávez, y en el presente con los quince motores de Maduro: un rotundo fracaso.
Lo más que puede lograrse con la jefatura de Padrino López, es hacer más efectiva la distribución de las bolsas de comida de los Clap, pero en ningún caso se conseguirá aumentar significativamente la producción efectiva de bienes y servicios.
Es muy probable que lo que se busca con la designación de Padrino en la ejecución de la “política económica” del Gobierno madurista, no se reduzca simplemente a eso.
Con toda seguridad lo que se persigue, en última instancia, es hacer avanzar todavía más el proceso de militarización que desde un principio se ha venido imponiendo en el país. Esto es lo que verdaderamente le interesa a Gobierno en medio de la crisis terminal a la que se enfrenta.
Imaginan Maduro y el propio Padrino López, que escondiéndose en el militarismo lograrán salvarse de la caída inminente que los espera.
Imaginan, igualmente, que mediante ese reparto miserable de bolsas de comida entre las legiones de pobres que aumentan con los días, debido a la gestión del mismo Gobierno, se van a recuperar política y electoralmente, y que las cosas volverán a ser como antes, cuando gozaban del favor electoral del pueblo venezolano. Como hemos afirmado en otra parte, evocando “La Renuncia” de Andrés Eloy Blanco, “son vapores de la fantasía”.
Es tanto el daño que este Gobierno le ha infligido a nuestro pueblo, que no caben atenuantes ni existe la más mínima posibilidad de que éste deponga su irrevocable determinación de expulsarlos definitivamente del poder de la forma que sea, bien sea por la vía de los votos o por la vía de una presión de calle que rompa las ataduras que aún los mantiene en la dirección política del país. Este, además del electoral, es el contenido más profundo del resultado eleccionario del 6D.
Ese resultado, como ya lo hemos dicho en otras entregas, indica con una gran precisión, cuál es la posición de nuestro pueblo en relación con la presencia chavista en el poder.
Sobre todo, ese hecho deja suficientemente esclarecido que el pueblo venezolano aspira a una salida de la actual situación mediante procedimientos pacíficos, democráticos y constitucionales, pero no existe ninguna garantía de que éste no cambie de posición, si el Gobierno madurista persiste en su actitud de poner piedras en el camino para obstruir las vías constitucionales.
Esta es justamente la situación que se ha venido planteando con respecto al referendo revocatorio adelantado por la oposición.
Todo hace suponer que los días por venir serán de una gran intensidad en este sentido, para lo cual debemos estar preparados.