Lograr las firmas en esas condiciones ya ameritaría obligar a renunciar a Nicolás Maduro, sin llegar al revocatorio mismo, por la sola naturaleza épica del intento
Humberto González Briceño
La decisión del CNE de imponer condiciones casi imposibles a la oposición para recolectar el 20% de las firmas, es una negación técnica del referéndum revocatorio.
Lo único es que el régimen lo quiere hacer de una manera que le permita lavarse la cara ante la comunidad internacional.
La estrategia del Gobierno es desmotivar suficientemente a la oposición para que esta renuncie y así le haga el trabajo sucio al régimen y le ahorre el costo político de quedar como lo que en esencia es, una dictadura.
La situación es compleja ya que técnicamente hablando no es fácil reunir el 20% en cada estado, en centros de votación reubicados en zonas de alta criminalidad y con menos de 15 mil captahuellas.
Lograr las firmas en esas condiciones ya ameritaría obligar a renunciar a Nicolás Maduro, sin llegar al revocatorio mismo, por la sola naturaleza épica del intento.
Esta dificultad es lo que ha llevado a muchos opositores y algunos dirigentes a considerar no ir a la recolección de firmas ante una casi segura derrota por la manera como el CNE ha manipulado el proceso. Pero no ir plantea opciones no menos inciertas y complejas.
¿Cuáles son los caminos? ¿Cómo se aplica el 350? ¿Enmienda Constitucional? ¿Nacionalidad forjada?
La fuerza del revocatorio es que en su proceso de convocatoria permite movilizar a toda la sociedad y eventualmente ofrece la posibilidad de concretar la voluntad de las mayorías a través del voto.
No aceptar el revocatorio ante la casi certeza de perder es lo mismo que está haciendo el régimen al negarse a un conteo por el solo hecho de saberse perdedor.
Claro, la diferencia es que en este caso es el mismo régimen quien manipula y se procura todas las ventajas.
Pero además no ir al revocatorio es justamente lo que el régimen quiere que la oposición haga. Esto le restaría fuerza a la causa democrática en el ámbito internacional donde la preocupación por la situación de Venezuela aumenta cada día.
Lo que el Gobierno no logró con su engañoso diálogo lo quiere hacer a la fuerza tratando de intimidar y desmovilizar la oposición.
A pesar de que el objetivo es difícil, casi imposible, hay que hacer todos los esfuerzos necesarios para lograrlo, entendiendo desde ya que si no se logra se trata de una extraordinaria oportunidad para dinamitar la legitimidad del régimen en lo interno y destruir su credibilidad en el plano internacional.
Es en este momento cuando la dirigencia opositora tiene que sacar lo mejor de sí misma para demostrar claridad ante la coyuntura y precisión para articular una estrategia inclusiva que asegure la derrota de la dictadura.
Todo comienza por preguntarse qué es lo que el régimen quiere que la oposición haga. Y hacer exactamente lo opuesto.