La indignación que recorre las calles de Venezuela es tan grande que el régimen no podrá contener la avalancha de firmas en su contra
Humberto González Briceño
Cada día se ve con más claridad la estrategia del gobierno. Detrás de las declaraciones estridentes y la ferocidad de la represión selectiva siempre estuvo disimulada la intención real: hacer desistir a la oposición en su empeño por convocar el revocatorio.
Para lograr esto el régimen ha usado diversas tácticas que combinan la represión física con la psicológica. La persecución selectiva de dirigentes de la oposición, la producción de decisiones judiciales contra la Asamblea Nacional y las arbitrariedades orquestadas desde el CNE envían un mensaje directo de desaliento a la oposición y a la sociedad. Aunque tengan la mayoría cualquier intento será inútil porque tenemos el poder para impedirlo.
Con esta lógica el régimen ha tratado de desmotivar e inmovilizar a las fuerzas democráticas. El efecto más inmediato es la propagación del pesimismo ante lo que pareciera una causa perdida. Esto pone a la oposición en situación no solo de invertir energía en las tareas propias de la convocatoria sino también en mantener flameante la llama de la esperanza en esa lucha.
Por eso todas las declaraciones de los dirigentes del PSUV cuestionan el revocatorio desde el ángulo “no se puede hacer este año” o “si se hace sería el próximo año y nosotros ponemos al presidente.” Pero ningún dirigente oficialista ha podido cuestionar el argumento de la legitimidad de convocar al soberano para que decida esta crisis política. Algunos tan osados como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez han llegado al extremo de asegurar “es que si vamos al revocatorio lo perdemos.”
Ante una derrota que parece inminente, pero al mismo tiempo con fuerte presión desde las Fuerzas Armadas y la comunidad internacional al régimen no ha quedado otro camino que tratar de “disuadir” a la oposición de su propósito o empujarla por una vía distinta al revocatorio o inclusive distinta a la democrática.
La condición impuesta por el CNE de exigir el 20% de las firmas por cada estado y no por la circunscripción nacional buscaba exactamente eso. Lo mismo que la dramática disminución de captahuellas y otras medidas similares que seguramente vendrán en los próximos días.
Frente a estas tácticas que pretenden ayudar al régimen a ganar por forfait la respuesta correcta es insistir por la vía civilista y jugar dentro del esquema democrático, sin abandonarlo a pesar de las presiones del gobierno.
La indignación que recorre las calles de Venezuela es tan grande que el régimen no podrá contener la avalancha de firmas en su contra. Esa expresión masiva y contundente desafiando todas las trampas y los fraudes puede enderezar la torcida voluntad del CNE y obligar a que el revocatorio se realice este año como corresponde. Esa será la conversación del 28 de octubre en la noche.