En 2013 de disponía de 58 moléculas de psicofármacos, en mayo el número se había reducido a siete. La Sociedad Venezolana de Psiquiatría asegura que solo se dispone de un antidepresivo, un antipsicótico y dos ansiolíticos para todos los trastornos mentales
Patricia Marcano
Dayana describe su situación con una palabra: terror. No encuentra otra que se ajuste mejor a lo que siente. “Ahora estoy funcionando, tengo dos años sin crisis pero tengo el terror del siglo de entrar en una crisis. ¿Por qué? Porque soy madre, tengo tres niños, tengo familia, y no quiero que mis hijos me vean así, quiero que me vean como una luchadora, así no”.
Desde hace tres meses no consigue litio y desde hace dos no encuentra alprazolam. Tampoco quetiapina. Los tres forman parte de la medicación que requiere para controlar su trastorno bipolar y su trastorno obsesivo compulsivo.
Tiene 40 años y es profesional, pero prefiere no dar su nombre completo por los prejuicios y discriminación que aún existen hacia las personas con enfermedades mentales; “creen que uno no puede ser productivo y claro que podemos. Por controlar mis crisis pude estudiar una carrera y egresar de la universidad”, comenta.
«los pacientes se están complicando innecesariamente y, en otros casos, se están condenando a cronificarse en sus enfermedades mentales»
La quetiapina (antipsicótico) solo se consigue en el Sefar (Servicio de Elaboraciones Farmacéuticas) del Ministerio de Salud, “a través del Motor Farmacéutico”. Pero el suministro no es regular y actualmente están dando de 25mg. Dayana toma 350mg. “Cuando llegas al Sefar con el récipe que indica esas dosis altas, no te lo dan, te quedas sin medicación”.
Un familiar le consiguió una caja de 30 tabletas de 25 mg, que solo le alcanzará para dos días, y en pocas semanas le llegará una donación desde el exterior. Algo que no la tranquiliza. “¿Por qué, si tengo el derecho a conseguirlo, no lo consigo? No digo que sea gratis, es que exista y se consiga en las farmacias, pero no, así tengas el dinero no lo puedes comprar porque no hay”.
Sin esos fármacos lo que le puede pasar es una crisis depresiva que le dure seis meses, o una manía o hipermanía, donde viva un estado eufórico, y a esto último es a lo que más le teme porque hasta ahora tiene algunas reservas de antidepresivos pero no tiene medicamentos para controlar la manía, como el carbonato de litio y la quetiapina.
“La principal preocupación que tenemos es la crisis que hay con los medicamentos para las enfermedades mentales. Es una situación que calificamos como dramática y extremadamente delicada porque los pacientes se están complicando innecesariamente y, en otros casos, se están condenando a cronificarse en sus enfermedades mentales. Si no tratas la fase aguda de la enfermedad, se puede cronificar, y con eso estamos aumentando el volumen de pacientes enfermos mentales en la población general”, señala Wadalberto Rodríguez, presidente de la Sociedad Venezolana de psiquiatría.
“Es muy rudo. ¿Qué opción tengo”, pregunta Dayana, aunque sabe la respuesta.
Una bola de nieve
Rosemary Rodríguez, psicólogo clínico especialista en crisis, detalla que la incidencia mundial indica que entre 10% y 12% de la población, en cualquier país, padece alguna enfermedad mental.
Es espectro es amplio, están la esquizofrenia, el trastorno bipolar, trastornos de ansiedad, depresión, trastornos de la personalidad, déficit de atención en niños y adultos, los trastornos del desarrollo (incluye la discapacidad intelectual y autismo) y la demencia, según la Organización Mundial de la Salud.
Lo que está ocurriendo en Venezuela se aleja de lo que pueda ser rutina en un país normal. Psiquiatras y psicólogos han visto cambios en los motivos de consulta en los últimos años, así como conductas y deterioros que no eran esperables.
“Antes los motivos de consulta eran personales: un divorcio, problemas de pareja, con un hijo. Luego la principal preocupación fue la inseguridad, los pacientes consultaban por estrés postraumáticos por haber sufrido secuestros o robos, o un familiar. Ahora todos los motivos de consulta están matizados por la situación del país: ‘no me alcanza el dinero, no consigo comida’. Vemos ataques de pánico porque la persona no encuentra la medicina para la diabetes o para la hipertensión”, relata Rodríguez.
El psiquiatra y psicoterapeuta Luis Madrid, quien es coordinador del Comité de Abordaje de Trastornos Afectivos de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP), precisa que según estadísticas obtenidas con base en los pacientes que atiende junto a sus colegas en la Unidad Grupo Tamanaco, en Caracas, se han incrementado las consultas por insomnio 14 veces más que hace 5 o 10 años, las de ansiedad han aumentado 12 veces más, las de depresión y consumo de drogas se han multiplicado por ocho y las consultas por estrés postraumático son ahora 18 veces más que en 2006.
El estrés postraumático es un trastorno de ansiedad que se ve en países en situaciones de guerra, donde ocurren catástrofes naturales o hechos de terrorismo, explica Madrid. “Esto era inusual”, asegura.
La última vez que el Min-Salud publicó cifras oficiales sobre los principales motivos de consultas psiquiátricas fue en 2008; entonces punteaban los trastornos de ansiedad, trastornos de la personalidad, las disfunciones sexuales, el déficit de atención en niños y adultos, y la depresión.
Ahora se han sumado otras. El consumo de alcohol y drogas como “automedicación” por no conseguir los medicamentos está ocurriendo.
“Siempre se ha sabido que el consumo de drogas es una manera de automedicarse por algún malestar, pero ahora se ve con más frecuencia por la ausencia de psicofármacos y eso es terrible, porque la persona caerá en otra patología. Si antes tenías una depresión ahora tendrás una depresión más un abuso de sustancias”, explica Madrid, quien además es profesor de Psicopatología en la UCV.
«Sin medicación es técnicamente imposible tener una vida»
También están viendo trastornos por somatización (síntomas somáticos por problemas de ansiedad, estrés crónico depresión), que se manifiestan con dolores de espalda, gastrointestinales, migraña, problemas respiratorios.
“Y lo que más nos preocupa es que estamos viendo en este momento trastornos neuropsiquiátricos asociados a desnutrición”, apunta Madrid. Son cuadros de depresión o ansiedad asociados a la pérdida de peso por no estar comiendo bien, aunque también hay pacientes con depresión o ansiedad que por su desnutrición o malnutrición no mejoran, porque no tienen una buena ingesta de proteínas y carbohidratos para aumentar los niveles de neurotransmisores.
Además del paciente con alguna patología mental, se está enfermando su entorno. “Los familiares se estresan y suman nuevas patologías, tienen crisis de ansiedad, ataques pánico, depresión, consumen drogas, alcohol o tabaco. Esto es como una bola de nieve, no es un problema puntual sino colectivo, de salud pública”, sentencia Rodríguez, psicólogo clínico.
Y desde la junta directiva de la SVP, aportan otro dato: la angustia de tener a un paciente enfrente, saber lo que tiene y cómo tratarlo pero no saber qué medicamento mandarle porque no hay, les angustia, igual la descompensación, pero además la misma crisis del paciente la vive el doctor.
“Antes era raro cuando te pegaba. Ahora cuando te cuentan que no tienen arroz tú piensas ‘yo tampoco tengo arroz’; que su hijo se fue del país, ‘mi hijo también se fue’; que no tienen cómo pagar la inscripción del chamo en el colegio, ‘yo tampoco tengo’. Ya distanciarnos cuesta”, relata Adelle Mobilli, psiquiatra, secretaria de la SVP.
No todos son iguales
La escasez de medicamentos de uso psiquiátrico llega 85%, sostiene la SVP. Luis Madrid recuerda que en mayo logró precisar que de las 58 moléculas existentes en psicofarmacología en el año 2013, solo se tenían siete medicamentos (12% de las opciones que podían usar solas o combinadas)
Hoy, en vísperas del Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre), la SVP indica que se consigue un solo tipo de antidepresivo (llegaron a existir 14, precisa Madrid), un solo tipo de antipsicótico y dos ansiolíticos, “que además aparecen de manera espasmódica. La situación está sumamente comprometida”, advierte el presidente de la SVP, Wadalberto Rodríguez.
Los medicamentos psiquiátricos tienen un perfil específico, hay medicamentos para determinadas particularidades de un cuadro de depresión, por ejemplo, porque todas no cursan igual. Esas especificidades no existen y todas las depresiones se tratan con lo mismo, igual las psicosis y todos los trastornos.
«Siempre se ha sabido que el consumo de drogas es una manera de automedicarse por algún malestar, pero ahora se ve con más frecuencia por la ausencia de psicofármacos»
La farmacéutico Anaí Escontrela, coterapeuta de Catesfam Caracas (Centro de Atención al Esquizofrénico y Familiares), explica que los esquemas terapéuticos adecuados ya no se pueden cumplir, los medicamentos innovadores dejaron de existir en el país y han debido usar los más viejos, que ahora tampoco se consiguen. No hay fármacos de primera generación ni de vieja generación.
Aclara que un mismo medicamento no le funciona a todos los pacientes aunque tengan el mismo trastorno. “Mi biología molecular no es igual a la biología molecular de mi hijo, yo puedo tomarme algo para la fiebre y a él puede no funcionarle. En patologías más serias como el trastorno bipolar, esquizofrenia, o enfermedades cardiovasculares no todo sirve igual, no es lo mismo.
En este contexto de escasez se están presentando cuatro problemas, señala Luis Madrid. Los pacientes toman el tratamiento de manera intermitente, o lo suspenden porque no encontraron el fármaco, o reducen las dosis para que les rinda, o son sometidos a cambios frecuentes del tratamiento ante la ausencia de los fármacos.
Esos cuatro factores aumentan las recaídas y las hospitalizaciones, así como los gastos del paciente y de sus familias porque deben comprar nuevos medicamentos, con el agravante de que estos psicofármacos también han llegado al mercado negro y son ofrecidos por bachaqueros. En paralelo disminuye la productividad de la persona.
“Tenemos pacientes de 25 y 30 años, que están en control desde niños, y ahora tienen crisis. Están en la etapa de ir a la universidad, de estudiar y trabajar, pero es muy difícil para una persona que entra y sale de una crisis ir a clases y entender lo que dice el profesor. Sin medicación es técnicamente imposible tener una vida”, comenta Escontrela.
«Tengo pacientes que han tardado hasta 4 y 5 meses en salir de la fase aguda. Eso es insólito»
Los lapsos de recuperación, por ende, también se han alargado. El tratamiento de los trastornos afectivos, del ánimo, ansiedad, depresión y trastorno bipolar se dividen en tres fases: aguda, continuación y mantenimiento.
En la fase aguda, explica Madrid, se saca al paciente de la crisis en 4 o 6 semanas, según protocolos internaciones, de manera ambulatoria, no necesariamente hospitalizado.
Luego entra la fase de continuación, donde se “pule” el tratamiento, se quitan medicamentos o bajan dosis según la mejoría de los síntomas y se indica psicoeducación y psicoterapia con el paciente y familiares. Toma unos 6 meses.
Después se entra en la fase de mantenimiento, donde ya tienen su tratamiento permanente como un el hipertenso o un diabético.
“Se estima que 80% de la población no tiene salud mental»
“Con esta intermitencia de tratamiento, suspensión, dosis subterapéuticas y cambios frecuentes de tratamiento los períodos se han prolongado. Tengo pacientes que han tardado hasta 4 y 5 meses en salir de la fase aguda. Eso es insólito. Y cuando están saliendo de la crisis vuelven a caer porque se les acabó el medicamento o hubo que cambiárselo, o bajó la dosis para rendir las pastillas”, comenta Madrid.
Así, los periodos de 4 a 6 semanas se prolongan a meses, la fase continuación demora 1 o 2 años y “entrar a la fase de mantenimiento es imposible en este momento en Venezuela”.
Por ello, la farmacéutico es tajante al decir que ajustarse a los medicamentos que están en el mercado no es lo ideal, porque sacar al paciente de una crisis va a costar mucho y ameritará más días de hospitalización
“Ahorita en Venezuela se estima que 80% de la población no tiene salud mental, según estadísticas informales”, indica Rodríguez, psicólogo clínico. “Somos como un gran hospital de receptoría de enfermedades que vienen como efecto colateral de esta crisis social, económica y política”.
Con lo mínimo
Regresar a una psiquiatría de hace 40 años, “manicomial”, y aplicar métodos como la contención mecánica (amarrar o aislar a un paciente en un cuarto, sin su ropa, para que no se haga daño por las alucinaciones por no tener medicamentos), es algo que lamentan los especialistas.
“Eso está pasando en hospitales psiquiátricos, y muchos han dado de alta a los pacientes en mal estado porque no hay comida, no solo no hay medicamentos sino que no hay comida ni personal, pero esto no se dice, no se ve”, denuncia Rosemary Rodríguez.
En agosto fue cerrado el Sanatorio Mental La Paz, un centro subsidiado por el Ministerio de Salud, ubicado en la vía a San Diego de Los Altos (Miranda) tras verificarse la muerte de 23 pacientes por desnutrición, desde febrero. Los que permanecían en el sanatorio fueron trasladados a otros centros de salud, uno de ellos fue el Centro de Salud Mental El Peñón, ubicado en el municipio Baruta (Miranda).
Tres fallecieron allí. “Llegaron demasiado delicados de salud”, informó el director de El Peñón, Daniel Grau, quien aseguró que actualmente tienen 20 pacientes hospitalizados que reciben “medicinas, alimentación y pañales”.
«Aquí vienen personas de todo el país, si vienen con un récipe de otra institución y el informe médico, lo evalúa un psiquiatra y si hay disponibilidad del medicamento se lo damos. Aquí se le da un trato humanitario y miltidisciplinario al paciente, yo creo en el socialismo como una manera de humanizar y mejorar la salud del pueblo», comentó el director de El Peñón, quien es psicólogo.
Pero varios trabajadores del centro informaron que los medicamentos escasean, al igual que la comida, que hay 10 hombres y ocho mujeres hospitalizados y que los ingresos están restringidos. De tener hasta 100 camas disponibles ahora disponen de 48, pero no hay comida ni medicamentos para esa capacidad de personas. «Y cuando no hay medicinas se quedan sin medicación, ¿qué familiar les va a traer algo si a muchos los dejan abandonados aquí», relató otro trabajador. Ninguno quiso identificarse por temor a represalias.
La semana pasada la señora María González acudió a este hospital a buscar medicamentos. Consiguió quetiapina (le dieron tratamiento para dos meses) pero no había diazepan. Desde junio no lo consigue y lo necesita para mantener a raya su depresión. Viajó desde Monagas hasta Caracas porque allá no consigue nada. Otro paciente corrió con mejor suerte y le entregaron carbamazepina y disperidona. Viajó desde Guárico.
Grau rechaza las denuncias de escasez, asegura que dan tres comidas y merienda a los hospitalizados (están máximo 3 meses), que Mercal les envía los alimentos suficientes para 20 personas y que a pesar de que “la guerra económica nos ha afectado, ahora tenemos mayor contraloría social y un comité de salud que verifica todo lo que llega”.
Reconoce que les falta una ambulancia (los traslados de pacientes se hacen en carros particulares, al igual que en el psiquiátrico de Lídice) y mejorar la infraestructura, hecho que será atendido por la Fundación de Edificaciones y Equipamientos Hospitalarios (Fundeeh), del Min-Salud.
En el Psiquiátrico de Caracas (en Lídice), que cumplió 124 años en septiembre, se ha reducido la capacidad de unas 200 camas a 60, y de 30 psiquiatras que deberían tener hay 11 disponibles. La intermitencia en el tratamientos afecta a quienes están allí hospitalizados por cuadros psicóticos (17 personas) y de depresión (nueve pacientes).
“No hay olanzapina, quetiapina, risperidona, escitalopram, sertralina, mirtazapina, o llegan y se agotan. El suministro es intermitente. El problema es que al no tenerlos el paciente aumenta su deterioro, la muerte celular se acelera y va disminuyendo la capacidad de atención, concentración y memoria. Se ha demostrado que en las psicosis, depresión y bipolaridad hay deterioro cognitivo y esto se traduce en más hospitalización. Es un círculo vicioso”, comentó uno de los especialistas del hospital.
Allí la hospitalización es de máximo 45 días pero a buena parte de los pacientes los abandonan y duran años; los familiares dan número y nombres falsos y luego no aparecen. Cuando fallece alguno, el cadáver dura hasta 3 días en el centro porque en otros hospitales con morgue no los quieren aceptar, ni en el Jesús Yerena, que queda a pocos metros, ni en el Vargas, porque saben que nadie va a reclamar el cadáver.
Todos los traslados son en vehículos particulares porque la única ambulancia nueva que llegó, en tiempos en los que Alfredo Peña era alcalde metropolitano de Caracas (entre 2000 y 2004), pero se la llevaron para rotularla y nunca más regresó a los predios del sector Manicomio, en la parroquia La Pastora. La comida tampoco es regular y no se ajusta a la patología de los pacientes.
«Estamos en crisis pero resistiendo», expresó un doctor.
En el psiquiátrico Jesús Mata de Gregorio, del IVSS, ubicado en Los Chorros, la situación no es mejor. La semana pasada solo había dos medicamentos en la farmacia: risperidona y leptazine (trifluoperazina), un antipsicótico de los años 50.
De este hospital están egresando pacientes con décadas hospitalizados, en estado de desnutrición y con escaras por exceso de medicación, comentó el familiar de un paciente, que buscará cupo en otro psiquiátrico y que no quiso dar su nombre por miedo a que se lo nieguen. Es paciente mental desde los años 90. «Me pedían que le trajera comida y medicinas, hace tres semanas me lo dieron de alta y no sé qué hacer», comentó uno de sus familiares mientras buscaba información en el psiquiátrico de El Peñón.
Se solicitó una entrevista al IVSS con la directora de este hospital pero hasta el cierre de la edición no se obtuvo respuesta.
Miguel Ángel De Lima, vicepresidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría, asegura que «se están vulnerando los derechos humanos de los pacientes psiquiátricos».
«¿Por qué para el Ministerio de Salud la salud mental es la pariente pobre? En el Plan de la Patria no se dice nada de la salud mental, y en el Plan de Salud 2013-2019 tampoco. En 2013 había 23 mil pacientes psiquiátricos hospitalizados y para 2015 había 5.558. ¿Dónde están? ¿Los echaron a la calle?”, denuncia De Lima.
Advierte que la crisis no es solamente de psicofármacos, es general de la salud mental porque no hay psiquiatras ni psicólogos clínicos, trabajadores, sociales, psicoterapeutas ni enfermeras psiquiátricas, y reclama que no se hayan construido nuevos psiquiátricos ni exista ninguno en proyectos. El país cuenta con 12 hospitales psiquiátricos y nueve establecimientos psiquiátricos de larga estancia (Eples) que dependen del Ministerio de Salud.
«El postgrado de psiquiatría y de psicología clínica de El Peñón lo cerraron, y más de la mitad de los cargos que ofrece la UCV para el postgrado de psiquiatría quedan desiertos. ¿El Ministerio ha evaluado esto? Es preocupante», agregó.
En El Hospital Luis Ortega de Nueva Esparta, por ejemplo, pasaron de tener siete psiquiatras a uno solo, entre 2015 y lo que va de 2016. Y a la junta directiva de la SVP han llegado denuncias de despidos de psiquiatras por haber firmado para el 1% del revocatorio presidencial, en el estado Carabobo.
Y para los niños y adolescentes no existe ningún centro psiquiátrico para hospitalizarlos; el que funcionó en el Psiquiátrico de Lídice fue cerrado hace más de 12 años porque desde los tribunales enviaban adolescentes transgresores; no había cómo controlar los abusos sexuales que estos cometían contra los pacientes más débiles, recordó uno de los psiquiatras que trabaja en el hospital.
Para los más pequeños tampoco hay garantía de psicofármacos; los de uso pediátrico también escasean.
De lo que no se habla
Además de las recaídas de los pacientes psiquiátricos por la escasez de medicamentos, el aumento de las hospitalizaciones y el deterioro de la calidad de vida del paciente y sus familiares, la crisis actual también está aumentando el riesgo de suicidio en quienes padecen enfermedades mentales.
Luis Madrid, psiquiatra y psicoterapeuta, comenta con preocupación que al menos en las últimas dos semanas los intentos de suicidio “se han incrementado dramáticamente”. Entre colegas se están prendiendo las alarmas por la cantidad de pacientes con ideas suicidas, “estamos en tensión permanente quienes manejamos volúmenes de pacientes no vivíamos con la tensión que tenemos ahorita, de que los pacientes se reagudizan, recaen e intentan suicidarse”.
«La mortalidad por suicidio y por deterioro es la que ocurre en psiquiatría»
Comenta que por lo general no se asocia a la psiquiatría o a las enfermedades mentales con mortalidad, pero lo cierto es que la escasez actual de medicamentos puede llegar hasta ese extremo.
“La mortalidad por suicidio y por deterioro es la que ocurre en psiquiatría. 10,2% de los pacientes que sufren de depresión recurrente mueren por suicidio. 15% de los bipolares muere por suicidio y la cifra puede llegar a 20% si tienen crisis muy frecuentes. Estas son estadísticas mundiales. En las condiciones actuales nosotros debemos estar pegados del límite”, señala Madrid, coordinador del Comité de Trastornos Afectivos de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP).
Si quieres contactar al autor de esta historia, escribe a: patricia@larazon.net