,

Editorial | Votar para conseguir la paz

Esquivemos el conflicto y vayamos directo a una solución de nuestro drama particular de la mejor forma, con el pueblo en las urnas


EDE

El pueblo es el que tiene la última palabra en las democracias y esa lección es la que ha llevado a los colombianos a que sea el voto popular el que refrende el acuerdo de paz ya firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, liderada por Timoleón Jiménez.

No existe una paz perfecta, pero sí la voluntad manifiesta de cambiar el rumbo de las cosas. Y eso hay que aplaudirlo.

No es fácil aceptar que se estaba equivocado, que se ha sido prisionero de los dogmas. Colombia ha llorado durante demasiadas décadas ya por un conflicto que parecía no tener fin.

Las bombas, las minas antipersonales, las balas han dejado su marca en una sociedad que ha malvivido con las heridas profundas del enfrentamiento entre hermanos. El perdón es el próximo estadio que tendrán que superar los colombianos.

Tendrán que convivir asesinos y víctimas de todos los bandos en un poderoso esfuerzo por permitir que la civilización se abra paso ante la barbarie.

Los rencores muy vivos tendrán que ser superados y el futuro lo agradecerá.

De Colombia tenemos que aprender lo bueno y rechazar los vicios, como víctimas colaterales que también somos de una guerra ajena de la que nos debe quedar una lección.

Ahorremos llanto a las madres de hoy y a las que están por venir, evitemos el horror entre prójimos, esquivemos el conflicto y vayamos directo a una solución de nuestro drama particular de la mejor forma, con el pueblo en las urnas enseñando a los líderes que esa es la vía.

No relevemos a Colombia como protagonistas de una pesadilla de la que ellos han logrado despertar.