Lo más aterrador es que Maduro informó que los asuntos del diálogo pasarán a cuatro comisiones, y que sus resultados se conocerán el próximo año, o quizá el otro
Manuel Malaver
En un artículo que publiqué en este mismo medio el 18 de septiembre pasado, y que titulé “Dialogando con Maduro”, decía que a la entrada de cualquier diálogo con el gobierno del “hombre que habla con los pájaros” debía colocarse la advertencia que, según Dante Alighieri en “La Divina Comedia”, se leía a las puertas del Infierno: “!Oh, los que entráis, dejad toda esperanza!”.
Verso que debería resultar absolutamente persuasivo (aparte de muy hermoso), para todo aquel que en cuestiones de política, historia y moral traspasa las fronteras que dividen la luz y la oscuridad, lo racional y lo irracional, el bien y el mal, pero dado que, no pareciera ser el caso de la oposición venezolana que aceptó el domingo pasado sentarse otra vez a dialogar con el dictador Maduro, me atrevo a subirle el tono y recordarle el saludo que, según Suetonio, dirigían los gladiadores al César romano antes de entrar a un combate en el que, con una enorme probabilidad, les iba la vida: “Ave, César, los que van a morir te saludan”.
Y aclaro que no estoy suponiendo que el diálogo gobierno-oposición venga después de una guerra donde las partes, después de desgarrarse, tengan que cuidar sus pasos en un acuerdo que podría significarle males peores, sino al hecho de que, el diálogo de Maduro es otro de los tantos que se realizan en el país después de una crisis política que dura 18 años, y después de los cuales, siguen los mismos actores, los mismos discursos y las mismas tragedias.
Mejor dicho, “los mismos”, pero en todos los sentidos exponenciados, ya que cada día Venezuela es mucho menos, y los venezolanos otra raza de humanos que ha visto destruidos sus sueños, sus expectativas y deseos de escapar del horror, porque, sorprendentemente, ni en este ni en otros continentes, hay ojos ni oídos para otras crisis que no sean las que se ejecutan de manera ortodoxa, rutinaria y convencional.
Es decir que, somos víctimas de lo singular, de lo típico, de lo exótico, por más que Chávez, y su sucesor Maduro, cuentan casi 20 años en el poder, tanto uno como otro han proclamado que no están dispuestos a dejarlo por otra forma que no sea la fuerza, y como nunca antes, en la historia de Venezuela, se ha robado, dilapidado y corrompido.
Porque de matar, mueren 28 mil venezolanos al año por violencia política y social, hay más de 100 presos políticos por delitos de conciencia y la tortura ya no usa la picana eléctrica, ni los fusilamientos simulados, pero si el retardo procesal, y la desaparición por días y hasta semanas de los presos.
Pero lo peor quizá resida en el quiebre de la libertad de expresión y su sustitución por un sistema de medios, en el cual, los que fueron en un pasado reciente prensa y medios radioléctricos libres e independientes, son hoy instrumentos controlados, tarifados y autocensurados por las compras, interferencias o amenazas del régimen.
Y a todo eso, hay sectores, instituciones e individualidades que piensan se le puede poner fin a través del diálogo, y la verdad es que, sería muy deseable que así fuera, pero en Venezuela, diálogo y permanencia del régimen, son sinónimos.
Otros muy interesados en que los diálogos se convoquen, son los gobiernos de los últimos 18 años, el de Chávez primero y el de Maduro después, y ya todos conocemos que son diálogos para no resolver nada, para que todo siga igual, pero en la perspectiva de que, una de las partes desaparezca y la otra, al final, quede dueña del terreno, como se dice en el béisbol o en el fútbol, creo.
Y habló del chavismo, que primero fue chavismo y ahora es madurismo, pero que, en lo que se refiere a dialogar, se olvidan del mismo cuando están fuertes, y lo recuerdan, y hasta lo sacralizan, cuando están débiles y a punto naufragar.
El madurismo culminó el 2015, y entró al 2016, en la segunda gran crisis de su breve historia (la primera fue en los primeros cinco meses del 2014), puesto que el 6D, la oposición se hizo con la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional y empezó a gobernar para que, antes de fin de año, Maduro y su catastrófico gobierno dictatorial y socialista, fueran desalojados de Miraflores y del país.
Y ha estado a punto de lograrlo, sino fuera porque Maduro, cual dictador bananero de comiquita, ha comprado a punto de corruptelas a buena parte de la oficialidad de la FAN, se ha rodeado de colectivos paramilitares y de tropas de ocupación cubana que usa como mercenarios.
Pero así y todo, el pueblo con la MUD a la cabeza, ha seguido presionando y con la realización del Referendo Revocatorio como bandera, de septiembre a octubre, ha avanzado hasta lanzar a Maduro a defenderse con un diálogo desesperado.
Anotemos que, no le ha resultado fácil imponer esta vez la añagaza, que, en un primer esfuerzo, intermediado por los expresidentes de España, Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández de República Dominicana, y Martín Torrijos de Panamá le fracasó, pero que, un esfuerzo realizado a comienzos de mes en la Santa Sede, Roma, rindió sus frutos y ahora el diálogo es patrocinado por el propio Papa Francisco en persona.
¿Cambió por eso la naturaleza, característica y destino del diálogo madurista? En absoluto, está peor y, tal como lo hemos denunciado en otras oportunidades, se ciñe al guion predecible e incorregible de empezar con una gran puesta en escena, en la cual, Maduro es el ganador, la oposición la perdedora, y el futuro es un laberinto, donde, todas las propuestas se pierden para que la dictadura crezca, se consolide y eternice.
Para resumir, contaría que ya el pasado domingo, en el Museo Alejandro Otero Rodríguez, de la Rinconada, se realizó el Gran Acto, con Maduro oficiando de ancla o inquisidor, el enviado de su Santidad, monseñor, Claudio María Celli, bendiciendo a los presentes, el Secretario Ejecutivo de Unasur, expresidente de Colombia, Samper, pronunciando un discurso de ocasión, y los representantes de la MUD silenciosos, y de pocas pulgas pero, al parecer, resignados, a jugar un papel que ya han representado otras veces.
En otras palabras, pasar una semana llevando insultos de Maduro, oyéndolo decir que se olviden si creen que en la próxima cita que es el miércoles 11 ocurrirá algo, y que a él nadie lo saca del palacio de Miraflores “ni con votos, ni con balas”.
Lo más aterrador, sin embargo, es que informó que los asuntos del diálogo pasarán a cuatro comisiones, y que sus resultados, se conocerán el próximo año, o quizá el otro.
O, lo que es lo mismo, que Maduro no está interesado en ningún diálogo, y por eso le es indiferente acabarlo o continuarlo, pues lo que de verdad le interesa, no es otra cosa que evitar verse rodeado por un millón de indignados que se muestren dispuestos a mandarlo para Cuba, y, definitivamente, lo logró, por ahora.
En cuanto a la oposición, también dirá lo que otras veces, que Maduro, al igual que Chávez, es un tramposo, un dictador de los de la estirpe de Lenin, Stalin, Hitler, Mao y los Castro y, por tanto, se retira del diálogo y vuelve a la calle a continuar su agenda de protestas, tomas y manifestaciones.
Vuelve a la calle… ¿pero la encontrará?… ¿No estará demasiado vacía, neutra o indiferente después que la AN suspendió el juicio político a Maduro y la MUD arrugó con la marcha a Miraflores programada para el 3 de noviembre pasado?
Seguro que así será, ¿pero por cuánto tiempo? Por qué hay dos elementos que continuarán encendiendo la rabia de los venezolanos: la catástrofe humanitaria que seguirá precipitándose en caída libre y la presencia de Maduro que no se apartará de sus discursos ramplones, sus cadenas de radio y televisión y su humanidad aparatosa, volumétrica y estentórea.
Claro, siempre y cuando quienes lo rodean y protegen se apiaden de él, lo destituyan, manden a Cuba y de paso le proporcionen una gran alegría a los venezolanos.