El presidente de la FCU asegura que los estudiantes son un “referente moral” y no cree que la manifestación pacífica deba detenerse aunque exista un diálogo entre el Gobierno y la oposición, mediado por el Vaticano
Andreina García Reina
El jueves 3 de noviembre los estudiantes universitarios salieron a la calle a marchar pacíficamente, desafiando la decisión que tomara la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de desconvocar la marcha al palacio de Miraflores que había llamado para ese día, como respuesta a la suspensión del proceso de recolección de firmas que llevaría al referendo revocatorio.
La presencia del Vaticano, como mediador en el diálogo que sostiene la MUD con el Gobierno, llevó a ambas partes a hacer una suerte de tregua hasta el 11 de noviembre.
El presidente de la Federación de Centros Universitarios (FCU) de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Hasler Iglesias, ha manifestado públicamente el desacuerdo de los estudiantes frente a esta decisión porque el movimiento estudiantil desconfía “profundamente” del Gobierno.
A juicio del joven estudiante de ingeniería química no se justifica seguir “perdiendo el tiempo, seguir haciendo el papel de gafos en una mesa de trabajo, que al final es lo mismo que una mesa de diálogo, que no va a tener resultados”.
¿Qué saldo obtuvieron de la manifestación del pasado jueves 3 de noviembre?
Dimos varias demostraciones. La primera es que los estudiantes no caemos en el chantaje de creer que manifestar es un delito o es un crimen como lo han querido hacer ver, sino que la manifestación pacífica es posible y la ejecutan los estudiantes. Es posible salir a la calle en paz y es posible retirarse de la calle en paz. Fuimos recibidos en el Municipio Libertador, en la Nunciatura Apostólica, por Monseñor Giordano, a quien le expusimos nuestras exigencias, que son la liberación de los estudiantes, el recibimiento de la ayuda internacional para solucionar la falta de medicinas y la convocatoria urgente a elecciones. Él nos dijo que esas tres preocupaciones de los jóvenes eran también sus preocupaciones e incluso del Papa. Nos manifestó que tanto él como el Vaticano consideran que la manifestación pacífica es un derecho y es una herramienta que tienen los pueblos para conquistar los cambios que solicitan. No va en contraposición a un diálogo, sino que es un derecho que debe seguir ejerciéndose y agradecemos esta aclaratoria porque muchas personas creían que por estar dialogando no se puede manifestar. Eso no es así.
“No se justifica seguir perdiendo el tiempo”
¿Qué tipo de soluciones han trabajado tanto para la Universidad como para la situación el país? ¿Han hecho mesas de trabajo?
— Hemos trabajado con las uñas dentro de la Universidad, con lo que se pueda, con apoyo de la empresa privada, con el trabajo de los mismos estudiantes. Hemos visto estudiantes que pintan las paredes, estudiantes que cambian los bombillos, que barren los pasillos porque no hay manera de mantener la planta física. Al Gobierno nosotros lo descartamos. No tenemos la intención de ir a mendigar migajas. Nuestro trabajo con el Gobierno es exigirle que cumpla sus funciones hasta que estén ahí, pero trabajar todos los días para que dejen de estar ahí. Ya no se justifica ir otra vez a una mesa de trabajo después de 20 años y 20 mesas de trabajo para discutir la beca, para discutir el trasporte. El gobierno todo esto lo sabe y no se justifica seguir perdiendo el tiempo, seguir haciendo el papel de gafos en una mesa de trabajo, que al final es lo mismo que una mesa de diálogo, que al final no va a tener resultados. Estamos trabajando a lo interno con lo que se puede y luchando para tener un Gobierno que cambie su enfoque hacia el tema educativo.
Tengo entendido que es militante de Primero Justicia, ¿tiene aspiraciones de una carrera política a su salida de la Federación de Centros Universitarios?
— No soy militante de ningún partido. Sí, yo creo que uno se enamora del servicio público, ya desde antes de entrar a la universidad estaba dedicado a la acción social, creo que la política es el mejor camino para ayudar a las personas. Evidentemente el camino para ello en Venezuela son los partidos políticos, pero eso será una vez que salga de la FCU. Mientras uno es dirigente estudiantil, y es un reclamo que le hemos hecho a muchos compañeros, los partidos políticos buscan meterse en el movimiento, guiar sus decisiones, y eso es algo que no hemos permitido y que no vamos a permitir.
¿En los últimos meses han sentido vulnerado ese derecho a manifestar?
En los últimos años. Creo que desde que los estudiantes hemos estado en la calle, hemos visto cómo nos ponen condiciones supralegales para manifestar, como la autorización del alcalde de la jurisdicción, que no aparece en ninguna ley venezolana. Con esa excusa de no tener el permiso se nos impide, se nos reprime, se nos acusa de delincuentes, de terroristas, sufrimos persecución, amenazas.
¿Qué tipo de amenazas?
A mí me lanzaron unos volantes en casa, que recibió mi mamá por cierto. Decían que de seguir convocando manifestaciones estudiantiles iban a tomar acciones drásticas en mi contra. Los volantes estaban identificados con los símbolos de las Fuerzas Bolivarianas de Liberación.
¿Sus compañeros también han recibido amenazas?
Permanentemente. El caso del estado Táchira es el más grave, porque el gobernador Vielma Mora permanentemente, por su programa de radio, por sus redes sociales, acusa al presidente de la Federación de la Universidad del Táchira, al presidente del Centro de Estudiantes de la Universidad de Los Andes (ULA) del Táchira de terroristas, de propiciar hechos violentos, de incluso tener armas y toda una serie de acusaciones bastante delicadas. También los compañeros de muchos estados han recibido amenazas. En Margarita, el caso de Pedro Morando, dirigente estudiantil de la Universidad de Oriente (UDO), que fue citado por el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin). Estudiantes del estado Bolívar y Carabobo denuncian seguimiento por autoridades del Sebin, e incluso en su residencia. Es decir, todo un entorno hostil contra quienes dirigen manifestaciones. En definitiva, la siembra de miedo para que las personas no manifiesten. Todo eso lo hemos denunciado ante las Naciones Unidas. Hace un mes estuvimos en una delegación de venezolanos allá y denunciamos todos los impedimentos que utiliza el Estado para reducir, mitigar, violar el derecho a la manifestación pacífica.
¿Desde el Gobierno central han recibido amenazas o amedrentamiento?
En el programa de Diosdado Cabello nombran permanentemente a dirigentes estudiantiles. Los cuerpos de seguridad, cuando tienen comunicación con nosotros, nos han hecho incluso amenazas de cárcel. Es un entorno bastante hostil. Sin embargo, hemos asumido ese riesgo, porque no estamos cometiendo ningún delito. Estamos convencidos de que tenemos la verdad de nuestro lado, la Constitución y las leyes de nuestro lado y que todo eso que pueden montar para impedir que nosotros cumplamos nuestros derechos no tiene por qué hacer que nos retiremos de esta lucha, sino más bien que la profundicemos.
¿Cuál es el papel que tiene el movimiento estudiantil, los estudiantes, en la lucha política que se desarrolla en el país?
Nosotros tenemos un doble rol. Primero somos víctimas de este sistema. Somos víctimas de ver cómo el futuro se nos escapa de las manos, somos víctimas del hambre, de la falta de medicinas, de la escasez de oportunidades, de tener que retirarnos de las universidades por no tener cómo sostenernos, de la delincuencia. Por ser víctimas queremos luchar por cambiar nuestras realidades y nuestro futuro. En otro sentido también somos un referente moral para todo el país, somos esta referencia de una voz independiente, que no tiene ataduras, que no tiene intereses, que es capaz de decirle las verdades a quienes se las tiene que decir. A eso en este momento le damos muchísimo valor, porque vivimos en una Venezuela donde decir la verdad a quien se le tiene que decir implica represalias. Mucha gente se calla, se inhibe de participar, se inhibe de alzar su voz, de manifestarse contra la injusticia y el hecho de ver cómo un grupo de cientos, miles de jóvenes, se atreven a hacerlo, nos ayuda a que el pueblo de Venezuela despierte y haga respetar la Constitución.
Históricamente el movimiento estudiantil ha sido protagonista o muy relevante en los cambios políticos del país y se ha caracterizado por ser muy combativo, por estar en las calles. En las décadas de 1970 y 1980 se caracterizó por ser mucho más combativo de lo que ha sido en los últimos años. ¿Qué opina? ¿Es un cambio de tiempos? ¿Es una lucha diferente?
Los mecanismo de lucha cambian respecto con los años. En aquél momento era común ver las manifestaciones estudiantiles con capuchas, quema de autobuses, enfrentamientos con la policía. Nosotros hemos asumido la lucha pacífica, la lucha no violenta como nuestra herramienta. Eso efectivamente cambia el tono de nuestras manifestaciones. Estamos convencidos de que es el camino correcto y el jueves lo demostramos. Cuando Caracas estaba repleta de motorizados del oficialismo, cuando incluso en Pdvsa La Campiña montaron una tarima del Gobierno, nosotros fuimos capaces de pasar por al lado con mucho respeto, sin necesidad de generar ni un insulto de este lado hacia aquél. Teníamos bien claro a qué íbamos y por qué íbamos. Creo que la combatividad no se traduce en la violencia, en la agresividad, la combatividad no se traduce en lo duro que se pueda herir a un sistema, a una persona o a una institución, sino en lo contundente de las ideas y del planteamiento y cómo se realizan esos planteamientos y cómo se presentan estas ideas.
“Los estudiantes no caemos en el chantaje de creer que manifestar es un delito o es un crimen como lo han querido hacer ver”
¿Por qué asumir la lucha pacífica como una bandera?
Es un tema de principios. Primero, abrazamos la Constitución, que dice clarito que el derecho es a la manifestación pacífica. Segundo, no tenemos armas y aunque las tuviésemos no está en nuestros valores usarlas. Tercero, es un tema de efectividad. En Venezuela, con un Gobierno que es una dictadura, que controla por completo a los cuerpos militares, sería una estupidez que alguien se alzara en armas contra toda la fuerza del Estado en términos militares. Sin embargo, hablamos de una lucha o una guerra psicológica, de decir quién puede más, quién puede quebrar al otro. En definitiva el pueblo tiene mucha más fuerza que el Gobierno.
¿Qué opina del diálogo que se desarrolla entre representantes de la Mesa de la Unidad Democrática y del Gobierno?
En esa mesa hay tres actores: los partidos de oposición, el gobierno y el intermediario que es el Vaticano. De los tres actores desconfiamos profundamente del Gobierno. Nos cuesta creer que un Gobierno que durante años no ha movido ningún dedo para solucionar absolutamente nada vaya a hacerlo ahora. Además, los estudiantes universitarios, que nuestra institución depende económicamente del Estado, hemos tenido mesas de trabajo, de resolución de conflictos, de diálogo, con los nombres habidos y por haber durante años y eso no se ha traducido en ninguna mejora para las condiciones de vida de los universitarios. Nos cuesta creer que esta vez vaya a ser diferente. Sin embargo, la actividad del jueves era enfocada en eso, en entregarle al mediador nuestras exigencias para que pueda garantizar que estos temas sean tocados en estas mesas y puedan ser tomados en cuenta.
¿Están de acuerdo con la postura que ha tomado la MUD con las concesiones que ha hecho y lo que ha cedido para que el diálogo siga marchando?
En lo absoluto. Posterior al inicio del diálogo hicimos un llamado a la MUD a que mantuviera el juicio político [contra Maduro] en la Asamblea Nacional, a que mantuviera el establecimiento de la responsabilidad del Presidente en el abandono de sus funciones y mantuviera la convocatoria a Miraflores. Cuando ambas cosas fueron suspendidas, nosotros los estudiantes dijimos que no necesitamos de nadie para tomar acciones. Fue cuando convocamos nuestra marcha.
En el desarrollo del “juicio político” a Maduro que hizo la Asamblea previo al diálogo con intermediación del Vaticano, usted dio un discurso…
En ese discurso quisimos hacer ver las áreas en las que los jóvenes de Venezuela están sufriendo y cómo el Gobierno no le ha dado respuesta a ninguna de esas áreas. Una de ellas es la alimentación evidentemente, la escasez que todos conocemos. Otra de ellas es la educación, a tener por el suelo las instituciones educativas y además tener un déficit en la oferta educativa. Además, todas las condiciones que generan desigualdades, que reducen la calidad, que impiden el acceso de los más pobres al sistema educativo en igualdad de condiciones. Hablamos de los derechos humanos, de todos los jóvenes afectados por detenciones arbitrarias, tratos crueles e inhumanos, torturas, desapariciones forzosas, incluso, asesinatos en las manifestaciones, los que han sido heridos por el uso excesivo de la fuerza. Por cuestiones de tiempo no pudimos incluir otros temas, pero queríamos hablar de la generación de empleo o la capacidad que tiene un joven para tener un empleo que es prácticamente nula, o posibilidad que tiene un joven de formar una familia y tener acceso a una vivienda, que es aún más nula. Todas las condiciones de vida que los jóvenes sufren y que el Gobierno no ha hecho absolutamente nada. Ese era nuestro argumento fundamental para colaborar con la declaratoria del abandono del cargo del Presidente.
¿Siente que los jóvenes que se oponen al gobierno aún se sienten representados por la dirigencia de la MUD?
Creo que los jóvenes fuimos un pilar fundamental para la elección de esta Asamblea Nacional, que es ahora el poder público más legítimo que tiene Venezuela. Es el más representativo y cuenta con el respaldo de los venezolano e incluso de los jóvenes. En ese sentido y desde las universidades, que es la voz más visible de los jóvenes de Venezuela, hemos manifestado en cantidad de veces el respaldo a las acciones que allí se han tomado. Ahora, en este entorno de diálogo es un terreno más gris. Es un terreno en el que no todos conocemos qué está pasando, donde no todos conocemos qué se está cediendo y qué se está ganando. Por eso nadie mete las manos en el fuego. Sin embargo, el respaldo a esa institución por la que todos votamos y que hemos defendido durante este año, a pesar los ataques que ha recibido, se mantiene. Mantenemos la confianza, la esperanza en la Asamblea Nacional.
¿Cómo se financia el movimiento estudiantil? ¿De dónde sacan los recursos para hacer movilizaciones de calle e incluso para poder comunicarse?
Las condiciones económicas son bien delicadas. Las manifestaciones salen muchas veces por la misma organización estudiantil o préstamos o donaciones de personas particulares, familiares, amigos, conocidos, que quieran apoyar. El estudiante que se mete al movimiento estudiantil busca las maneras o tiene algún nivel para poder sostenerse y dedicarse a esto. En todo caso, si ves en nuestras manifestaciones nunca hemos tenido grandes tarimas, ni pancartas mandadas a hacer. Todo es hecho con nuestras manos, con pintura, con marcadores, con telas, con papeles. Con eso nos salen las actividades.
“La combatividad no se traduce en lo duro que pueda herir a un sistema, una persona o una institución, sino en lo contundente de las ideas y del planteamiento”
Sobre la situación de la Universidad, se sabe que las autoridades no se han renovado en mucho tiempo, que hay un éxodo masivo de profesores y que no hay suficientes recursos ¿Qué opinión tiene al respecto?
Esa es la radiografía de la Universidad Central de Venezuela y es producto de una decisión estratégica del Gobierno, de ver a las universidades autónomas como un enemigo. Un Gobierno militar ve al enemigo como algo que hay que destruir, que hay que reducir a su mínima expresión y que hay que aislarlo y quitarle todas sus capacidades. Eso es lo que han querido hacer con todas las universidades, condenando a los jóvenes a la ignorancia, a la pobreza y condenando a los jóvenes a no poder crecer profesional y económicamente. Eso es un componente. Lo otro es el desinterés por la educación. Las misiones educativas que venden como un logro, las mismas aldeas universitarias que venden también como un logro, los estudiantes que están allí sufren las mismas penurias que nosotros. Incluso peores, porque nosotros por lo menos podemos reclamar, ellos no pueden reclamar so pena de ser expulsados. Es un Gobierno que en definitiva no le interesa la educación y mucho menos la educación libre.