Venezuela tiene que entrar en otra etapa, con mayor democracia y equilibrio en el desarrollo de sus regiones
Julián Rivas
Estos son tiempos de discusión política en toda Venezuela. El pueblo es la fuente de la democracia. Ojalá muchos terminaran de comprenderlo. Pero vemos que muchos equivocados siguen creyendo que el pueblo solamente sirve para emitir votos. En elecciones ofrecen maravillas y como autoridades son la decepción. Ejemplo de mandatarios fraudulentos lo vemos en el alcalde de Valera, estado Trujillo. El “gordito calidad” es visto ahora como “el cochinito calidad”. La basura, la ineficiencia y el desorden administrativo colapsaron la alcaldía de Valera.
Hoy el municipio que es centro económico de esta entidad andina vive una situación nada gratificante con este alcalde que surgió de las filas de la oposición.
En Trujillo, por lo demás, hay una guerra sórdida en la oposición. Es que tenemos una oposición compuesta por gente que se muerde entre ellos mismo. Ahí está la Asamblea Nacional, con Henry Ramos y Julio Borges en choque de intereses.
Estos días los he pasado en Trujillo. También pasé por otras entidades como Lara, Portuguesa y Barinas. Pero el acento va con Trujillo. Los trujillanos están de pláceme con la noticia de que los restos de Fabricio Ojeda serán llevados al Panteón Nacional. Merecido. Por cierto, la ocasión ha sido oportuna para recordar a un trujillano que igualmente debe tener su nombre en el Panteón Nacional: Pedro Chipía.
El próximo 11 de abril se conmemora el Bicentenario de la muerte del coronel Chipía, otro de los olvidados de la Independencia de Venezuela. Visto hoy, Chipía tiene un lugar prominente en la historia venezolana. En la Primera República el nativo de Carache combatió en su región, donde destacaron Antonio Nicolás Briceño y Manuel Gogorza Lechuga, jefe del Batallón de Exterminio de Conciliadores, Desertores, Delatores, Judas, Traidores, Bandidos y Delincuentes.
Chipía, por su parte, estuvo en La Campaña Admirable, acompañó a Bolívar en Nueva Granada, Jamaica y Haití, donde fue su edecán y compañero de infortunio en ese exilio en islas caribeñas. Chipía fue el enlace entre Bolívar y Petion, el presidente haitiano, ante quien solicitó y recibió las armas que a partir de 1816 darían indiscutiblemente un curso favorable al proceso de independencia de las nacientes repúblicas americanas.
Chipía alcanzó el grado de coronel en la Batalla de El Juncal en 1816. En tierras orientales recompuso el Batallón Barlovento y fue el jefe de operaciones de la Campaña de Guayana, que tuvieron como Jefe a Manuel Piar. Chipía se encargó del reordenamiento de las Misiones de Guayana y murió en combate en la Batalla de San Félix el 11 de abril del 1817.
Chipía estaba destinado a los más altos mandos de la República. Tras su muerte le fueron reconocidos los méritos, incluso se le llama Libertador de Carache y Oriente. Pero como no dejó
“herederos con renombre económico” su nombre fue olvidado en Trujillo, cuestión a la que contribuyó el centralismo caraqueño, tan mezquino incluso con la figura de Santiago Mariño.
En Trujillo hay un creciente interés por reinterpretar el proceso histórico de independencia que, visto hoy, insistimos, cuenta en Chipía a un imprescindible. Entonces, la idea de que Chipía debe ser elevado al Panteón Nacional toma fuerza.
Un precio justo para nuestro petróleo es la oportunidad de hacer justicia, de redistribuir mejor. Venezuela tiene que entrar en otra etapa, con mayor democracia y equilibrio en el desarrollo de sus regiones.
Trujillo es como un estado bisagra entre la región del Lago de Maracaibo y Los Llanos. En este siglo debe conectarse por vías rápidas ambas regiones, técnicamente factible desde los limites entre Barinas y Portuguesa, pasando por Trujillo. Pero a tales efectos, Venezuela requiere un Gobierno comprometido con los intereses del pueblo y la nación venezolana. Sobre este punto insistimos porque hay que dejar atrás todo proyecto político que signifique dependencia, que es el caso de la MUD opositora.
Por eso, ejemplos de vidas como la de Chipía, Gogorza, Briceño, Fabricio Ojeda, todos trujillanos que dieron su sangre por Venezuela, deben ser reivindicados.
Cómo vemos hay ejemplos malos, y muchos buenos. Entonces que vivan los buenos. ¡Viva el pueblo!