La práctica de la sexualidad es un problema estrictamente personal en el que no caben calificativos ni opiniones degradantes u ofensivas
Luis Fuenmayor Toro
No creo encontrarme dentro del grupo de personas “moralistas”, que ven la homosexualidad humana como una aberración. La práctica de la sexualidad es un problema estrictamente personal en el que no caben calificativos ni opiniones degradantes u ofensivas. Por supuesto, siempre que esa práctica no toque los derechos reconocidos a los seres humanos por el mundo entero. La sexualidad normal, y me refiero con esta denominación a la más común entre la gente desde el punto de vista estadístico, según la distribución de la campana de Gauss, sin que haya ninguna connotación peyorativa con otras formas de sexualidad, también debe ejercerse dentro de ciertas limitaciones impuestas por la cultura, de forma tal de no afectar los derechos subjetivos del común de las personas, los cuales también se determinan por la vía de la distribución gaussiana de las variables respectivas.
Por sexualidad normal me refiero también a la que tiene como consecuencia la perpetuación de la especie, es decir la que da origen a otros integrantes de la especie humana, en el caso que estamos tocando, o de la totalidad de las especies animales existentes. La relación homosexual o las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no tienen como consecuencia la reproducción de la especie. Fíjense que utilizo la palabra “consecuencia”, lo que me diferencia de las posiciones de la Iglesia Católica, que considera a la reproducción como la causa de las relaciones sexuales entre los humanos, llegando al extremo de sólo aceptarlas si tienen como objetivo la procreación. La reproducción biológica en el mundo animal no es la causa de la sexualidad sino su consecuencia. Las causas están en los mecanismos fisiológicos y bioquímicos que garantizan la atracción sexual de los sexos opuestos.
Esta confusión religiosa es muy antigua y no ha sido revisada adecuadamente, para adaptarla al avance del conocimiento, y en mi opinión tiene mucha culpa de la incomprensión general sobre la homosexualidad. Por determinadas razones que no voy a describir, entre otras cosas por no ser un experto en la materia, una proporción minoritaria de los seres humanos pueden sentirse atraídos hacia individuos de su mismo sexo, pues sus mecanismos neuroquímicos y fisiológicos así lo determinan, sin que esta sencilla explicación pretenda abarcar todo el complejo biológico y social universal de la homosexualidad. La conducta humana es demasiado complicada y sujeta a múltiples influencias y variaciones, como para pretender despacharla en forma tan simple. Pero ésta no es la motivación del artículo.
En su lucha por ser considerados personas normales (como contrario a enfermos), los homosexuales han ido conquistando posiciones lógicas en el mundo más avanzado. La homosexualidad, en el mundo más avanzado, ya no es un delito, como lo fue por muchísimo tiempo; no es una enfermedad como algunos incluso hoy plantean, no es discriminada legalmente en relación con el ejercicio de los derechos humanos, sociales ni políticos; no es una condición que signifique desventaja o exclusión para el desarrollo de determinadas actividades, ni tampoco es moralmente pecaminosa, aunque en este último caso la posición del catolicismo no es completamente nítida, ni en el discurso ni en los hechos. Esto es entendible si consideramos que, aún hoy en pleno siglo XXI, la Iglesia adolece de prácticas discriminantes hacia el sexo femenino, que son perfectamente conocidas.
Producto de una práctica social de minoría marginada y perseguida, la población homosexual ha incorporado las conductas que caracterizan a los grupos sociales minoritarios, lo cual la lleva a interpretar como una agresión cualquier análisis o desacuerdo con solicitudes o derechos que solicite. Este movimiento social no debe cometer los errores de los movimientos feministas internacionales y los de varios países, quienes en su empeño por garantizar la defensa de sus legítimos derechos han excedido los límites respecto de los derechos de los demás, en este caso particular el de los hombres, y han querido establecer y de hecho establecido en algunos aspectos, la misma suerte de discriminación hacia quienes las discriminaban antes: sus contrarios del sexo opuesto.
He escuchado a algunos homosexuales defendiendo la idea de que las escuelas deben promocionar la homosexualidad. Entiendo que como situación real existente, la escuela debe enseñar sobre la homosexualidad todo lo conducente a su comprensión científica y a la no discriminación de los homosexuales, pero no puede “promocionar” la homosexualidad en el sentido en que promociona el cuidado del ambiente, pues se trata de situaciones muy diferentes en relación con la conservación de la especie humana. Ésta debe promocionar todo aquello que vaya en función de esta preservación y su protección, su defensa y resguardo, y la homosexualidad no va en este sentido, lo que no significa que los homosexuales, en tanto seres humanos, no estén plenamente incorporados en actividades de sostén y bienestar de la Humanidad. Espero haber sido claro al respecto.