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¡Aquí sí se habla mal de…!

Santa Inquisición

El eslogan no persigue tutelar la honra (¿?) de la momia


O.E.

El camarado Diosdedo ha iniciado una campaña, ocurrente, pero por mampuesto, como gusta de atacar cierta calaña. Nos referimos al eslogan “¡Aquí no se habla mal de…!” que no pretende salvaguardar la “memoria difunci” del supuesto “¡Gigante!” sino que va teledirigida contra dos de sus camarados, supuestamente, dilectos. Los lectores se servirán no confundir el trigo con las cáscaras. Que la campaña sea “ocurrente” no significa que su creador tenga mayores vuelos en la mollera. Fue, nada más, que al advertir la treta exclamamos: “¡Se le ocurren unas vainas a este Diosdedos…!”

El eslogan, como decíamos, no persigue tutelar la honra (¿?) de la momia que yace en el lugar donde pronunció su frase más memorable: “Si la sangre güele a… yo, estoy herido”. Ustedes, señores lectores, no consiguen comida, medicinas, papel tualé, pero, además, les está ¡terminantemente prohibido! hablar mal de la verdadera madre paridora de nuestras desgracias. ¿A quién van a culpar, entonces, sino al bobote que lo sucedió?

Asumimos la culpa. Todo comenzó a raíz de nuestra revelación del remoquete de “Enano” con que la primera de las víctimas de esta guerra publicitaria llama, no muy cariñosamente por cierto, al camarado Diosdedos. La totalidad de los venezolanos lo sabíamos, pero el último en enterarse del apodo fue el “suciodicho” —cual marido engañado— al leer nuestra columna del domingo antepasado. El contraataque no se hizo esperar.

No puede desprestigiarse más a quien ya lo está como el camarado Narcolás. Si esto es así, ¿cuál es, entonces, el objetivo supremo de la mencionada escalada publicitaria? La Santísima Inquisición advertía que la mejor forma de combatir el pecado es ¡ni siquiera, mencionarlo! Prohibir hablar mal del cadáver no hará más que exacerbar nuestras tripas pecaminosas al respecto, en consecuencia resulta claro que el “suciodicho” Diosdedo busca dos pájaros con un solo tiro, lo que incluye llevarse en los cachos a la mismísima momia.

“Todo para ser yo, y nadie más que,yo, Diosdedo Cabillo Ramplón, prócer supremo y salvador de la Patria Bolivariana. He dicho”.