La separación de poderes en Venezuela se encuentra severamente cuestionada ante el mundo porque las sanciones judiciales se han convertido en regla en vez de la excepción
Jesús Silva
La existencia o no de democracia en Venezuela es un tema inevitablemente salpicado por la polarización política, sin embargo cabe revisar ciertos elementos que internacionalmente son apreciados para determinar si un país es realmente democrático.
Un primer punto que debe ser observado cuidadosamente por un polo y el otro es la famosa separación de poderes públicos, dicho de otro modo, que el Poder Judicial, Ejecutivo, Legislativo, Electoral y Ciudadano permanezcan separados, pues no cabe duda que 2016 deja una apariencia de “conflictividad institucional”.
Si bien es cierto que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia tiene facultad establecida en la Carta Magna para velar por la constitucionalidad de los actos de los demás poderes, ha sido inquietante para la paz democrática que dicho tribunal tuviera que dictar tantas sentencias para frenar las faltas de la Asamblea Nacional
No se discute la gravedad de las infracciones cometidas por el parlamento al intentar remover irregularmente las cabezas del presidente y el TSJ, pero es menester advertir que la frecuente actuación del aparato judicial para resolver estos casos, combinado con la total ausencia de diálogo político efectivo entre oposición y Gobierno, permite concluir que todavía sobrevive la separación de poderes en Venezuela pero que la misma se encuentra severamente cuestionada ante el mundo porque las sanciones judiciales se han convertido en regla en vez de la excepción del sistema político.
En este contexto es primordial advertir que la batalla librada contra el Poder Legislativo infractor de normas permitió preservar el Estado pero agravó un corrosivo escenario de confrontación donde al final todos los venezolanos perdemos la estabilidad política y la gobernabilidad.
Como segundo punto está lo que concierne a las libertades inherentes a la democracia. Urge resaltar que una de las más importantes es la libertad de expresión. En época de agobiante polarización venezolana, muchos opinan que la desaparición de canales de televisión como RCTV y la pacificación de la línea editorial en Globovisión son evidencias de represión del Estado contra la posibilidad expresarse sin censura previa.
Sin embargo, más allá del debate de esos casos específicos, todavía en el presente prevalece en Venezuela un amplia variedad de medios de comunicación que manifiestan discrepancias contra el Gobierno como las influyentes páginas web creadas en años recientes, así como estaciones de radio y decenas de periódicos impresos.
A la abundante propaganda anti gubernamental se le agregan infracciones como la difusión de informaciones imprecisas que deliberadamente promueven el escarnio de la población hacia las autoridades oficiales y el hecho de que esto siga ocurriendo sin la aplicación de sanciones más severas para erradicarlo significa que hay un sistema democrático conflictivo donde sobrevive la libertad de expresión.
Ahora bien, al margen de la libertad de expresión reclamada por poderosos grupos económicos que son dueños de medios de comunicación, hay otra libertad más importante y es la del pueblo humilde que quiere expresarse sin libreto y soberanamente.
Es menester advertir esto porque en medios opositores generalmente se exhibe al ciudadano humilde sólo para despotricar contra el Gobierno; mientras que en medios oficiales se muestra al hombre de a pie mayormente para aplaudir y vitorear las acciones del Gobierno sin importar la importancia de las obras. He allí la verdadera deuda con la libertad de expresión en Venezuela hoy, manoseada por el amarillismo de unos y el populismo de otros.
De los varios aspectos vitales en el Estado, analizando esta vez solamente dos como separación de poderes y libertad de expresión podemos concluir que en Venezuela existe una democracia imperfecta, extremadamente conflictiva donde dos polos partidistas luchan por el poder creando agotamiento del sistema político y una inmensa mayoría popular permanece en espera de que sus problemas directos sean atendidos, sobre todo los asociados a la feroz crisis económica nacional. En fin, si para algo sirve una democracia, es para erradicar la pobreza o de lo contrario se convierte en patética fraseología para perpetuar a las élites de derecha y de izquierda.
Como ciudadanos comprometidos con el pueblo, no permitamos nunca que nos usen como instrumento de terceros.